Vol. 11 - Num. 17
Mesa redonda
aHospital Universitario Miguel Servet. Zaragoza. España.
Cómo citar este artículo: Gilaberte Calzada Y. Dermatología pediátrica: ¿qué hay de nuevo en el acné? Rev Pediatr Aten Primaria. 2009;11 (Supl 17):s303-316.
Publicado en Internet: 31-12-2009 - Número de visitas: 45451
Resumen
El acné es una de las dermatosis más prevalentes entre la gente joven, ya que afecta al 85% de los adolescentes. El presente artículo revisa los avances más importantes en esta enfermedad. El adecuado manejo de los antibióticos para evitar el desarrollo de resistencias, los tratamientos combinados o el uso de la terapia fotodinámica son algunas de las novedades terapéuticas. Iniciar el tratamiento de la forma más temprana y efectiva posible, aumentar la adherencia al mismo y realizar una terapia de mantenimiento son puntos clave en el manejo de estos pacientes. Estos avances se sustentan en los nuevos conocimientos acerca de la fisiopatología del acné, como el papel del biofilm del P. acnes en la génesis de los comedones o la inflamación como fenómeno clave e inicial de la lesión de acné. Todo ello para un único objetivo, evitar las cicatrices y las secuelas psicológicas del acné.
Palabras clave
● Acné vulgar ● Fisiopatología ● TerapéuticaEl acné es una enfermedad multifactorial que cursa con obstrucción e inflamación crónica del folículo pilosebáceo. Se caracteriza por la formación de comedones, pápulas, pústulas, nódulos y cicatrices, y se localiza en la cara y parte superior del tronco.
Puede afectar a todos los grupos de edad, aunque es una enfermedad principalmente de la adolescencia, en concreto es la enfermedad más común entre la gente joven, afectando al 85% de los adolescentes con mayor o menor intensidad1. Este artículo recoge los aspectos más novedosos sobre el acné, referidos especialmente a su fisiopatología y tratamiento.
En la actualidad se considera al acné como una enfermedad crónica, ya que su curso es prolongado, con episodios de empeoramiento y remisión, y tiene un impacto social y psicológico que repercute en la calidad de vida del paciente1. Esto es importante, ya que muchos profesionales de la medicina lo siguen considerando como una manifestación más de la adolescencia, sin valorar los efectos psicológicos que en muchas ocasiones conlleva y deja como secuela2.
En cuanto a la evolución natural del acné, aunque no existen estudios longitudinales serios, se estima que el 60% de los casos son autolimitados y requieren un tratamiento temporal del brote seguido de una terapia tópica de mantenimiento. En otros pacientes, el acné precisa ser tratado durante un tiempo prolongado, siendo la isotretinoína oral el fármaco más efectivo en estos casos3. La tendencia de la dermatología actual es a iniciar el tratamiento de forma temprana y lo más efectiva posible para evitar las cicatrices físicas y psicológicas4. Síntomas como la ansiedad, la depresión o el aislamiento social no son excepcionales en estos pacientes. Por otro lado, las cicatrices persistentes o hiperpigmentaciones residuales son secuelas frecuentes y de tratamiento difícil y costoso. Sin embargo, es difícil predecir qué pacientes van a tener un curso más crónico. Factores como la secreción de andrógenos adrenales en relación con el estrés, la mayor colonización de Propionibacterium acnes, los antecedentes familiares5 y determinados subtipos clínicos de acné (conglobata, queloideo –figura 1–, invertido o androgénico) se han encontrado asociados a un curso más crónico de la enfermedad.
Existe una predisposición genética a desarrollar acné, como demuestra la alta concordancia en gemelos monozigotos y la más baja en dizigotos6. Por otro lado, es frecuente encontrar antecedentes de acné intenso en alguno de los progenitores de los pacientes con acné moderado o grave; de hecho, el número y tamaño, así como la actividad de las glándulas sebáceas, son heredados. No hay datos para determinar el patrón de herencia, que podría ser autosómica dominante con penetrancia variable o de tipo poligénico, sobre la que influyen factores ambientales, hormonales, cosméticos y emocionales. No obstante, varios genes están implicados en la predisposición a desarrollar acné: el gen para el citocromo P-450-1A1 y para la 21-hidroxilasa.
En el acné intervienen cuatro factores patogénicos primarios que interaccionan para generar las lesiones: 1) la producción de sebo por las glándulas sebáceas; 2) la colonización folicular por P. acnes; 3) la alteración en el proceso de queratinización folicular; y 4) la liberación de mediadores de la inflamación a la piel. El tipo de lesiones que podemos encontrar en el acné se enumeran en la tabla I y su evolución clásicamente admitida ha sido que los microcomedones son las lesiones precursoras del acné que pueden evolucionar a lesiones no inflamatorias o inflamatorias (figura 2). Sin embargo, en los últimos años se han descubierto ciertos datos que modifican nuestra forma de entender el acné.
En primer lugar, parece que la inflamación es el fenómeno clave. De hecho, se ha visto que los cambios inmunológicos e inflamatorios ocurren antes que la hiperproliferación de los queratinocitos7,8. Un estudio reciente tomando fotografías se-riadas a 25 pacientes durante 12 semanas llegó a la conclusión de que el 28% de las lesiones aparecen sobre una piel aparentemente sana, sin la formación previa de comedones9.
P. acnes es una bacteria anaerobia gram-positiva que se encuentra normalmente en el folículo sebáceo. En los pacientes con acné su número está aumentado y se reduce a medida que mejoran10. Se ha demostrado que P. acnes posee un factor soluble que induce la producción de citoquinas proinflamatorias como el TNF-alfa o la interleuquina-1b (IL-1b), y que dicha inducción se realiza a través de los receptores Toll-like 211. Por otro lado, las glándulas sebáceas contienen péptidos y lípidos antibacterianos, así como citoquinas proinflamatorias, sustancias que son inducidas en los sebocitos en presencia de bacterias12. La peroxidación de los lípidos del sebo también puede activar mediadores de la inflamación, como la IL6, las lipoxigenasas y los leucotrienos13.
En cuanto a los factores responsables de la hiperqueratosis folicular, recientemente se ha comunicado que P. acnes secreta un biofilm, glicocálix, que se combina con el sebo aumentando la adhesividad de los queratinocitos y favoreciendo así la formación del comedón14.
Otro aspecto novedoso es que las glándulas sebáceas actúan también como un órgano endocrino independiente en respuesta a cambios en los andrógenos y las hormonas, y regulado por neuropéptidos, similar al eje hipotálamo-hipófisis-adrenal15.
El tratamiento del acné debe ser individualizado, considerando una serie de factores como la edad, el sexo, la forma clínica y su intensidad, las circunstancias sociales del paciente y la repercusión de la enfermedad en su calidad de vida. La relación médico-paciente es muy importante, ya que se trata de una dermatosis de curso prolongado con brotes intercurrentes en la que la adherencia al tratamiento es fundamental para que este surta efecto. Dicho tratamiento no solo debe ser precoz, sino en cierto modo agresivo para evitar cicatrices y alteraciones psicológicas secundarias.
Los aspectos más novedosos en terapéutica del acné en los últimos años se han producido en el empleo de los antibióticos, el uso de la fototerapia, la importancia del tratamiento de mantenimiento y las nuevas terapias para las lesiones cicatriciales. En la tabla II se enumeran algunos de los fármacos y procedimientos más utilizados en nuestro país.
Uno de los principales problemas en el tratamiento del acné es el desarrollo de resistencias a los antibióticos utilizados. Las resistencias de P. acnes a las tetraciclinas se cifra en el 11,8% en algunos países de Europa, hasta en el 21% a la clindamicina y frente a macrólidos como la eritromicina llegan a ser del 42%17.
Además, la mayor tasa de resistencias se encuentra en aquellos pacientes que han utilizado más antibióticos. En consecuencia, parece lógico reducir en lo posible su uso. Para ello, el grupo de expertos que forma la Alianza Global frente al acné ha dado una serie de recomendaciones4:
La combinación de retinoide y antimicrobiano tópicos se ha convertido en la primera línea de tratamiento en la mayoría de los pacientes con acné; de esta forma se actúa sobre múltiples elementos patogénicos, tanto lesiones inflamatorias como no inflamatorias, previniendo la aparición de brotes, cicatrices e hiperpigmentaciones postinflamatorias4.
En la actualidad, disponemos de dos combinaciones:
La ventaja de la administración conjunta no solo está en la comodidad para el paciente, sino en que se mejora la efectividad y la tolerancia4 (figura 3). Incluso de entre estas combinaciones, aquellas que no contienen antibiótico son más ventajosas, pues así desaparece la posibilidad de desarrollo de resistencias.
El peróxido de benzoilo es una de las sustancias más veteranas en el tratamiento tópico del acné: reduce tanto las lesiones inflamatorias como las no inflamatorias gracias a su potente acción bactericida frente a P. acnés y comedolítica moderada. Además, es sebostático y antiinflamatorio. Parece que no existen diferencias en cuanto a efectividad entre las diferentes concentraciones de peróxido de benzoilo (2,5, 5 y 10%), que su combinación con retinoides o antibióticos aumenta su eficacia y que no induce el desarrollo de resistencias bacterianas21. Además de la combinación previamente citada, existe la de clindamicina 1% y peróxido de benzoilo al 5% (Duac®) que resulta más eficaz que, por ejemplo, el adapaleno en monoterapia, tanto en lesiones inflamatorias como no inflamatorias, sin incrementar los efectos adversos22.
Los tratamientos sistémicos deben emplearse en los acnés inflamatorios de grado moderado o grave y, en general, en todo acné inflamatorio que no responda al tratamiento tópico. Estos incluyen a los antibióticos y a la isotretinoína, además del tratamiento hormonal en el caso de las mujeres.
La terapia fotodinámica (TF) en el acné consiste en la administración tópica de ácido aminolevulínico (ALA) o su derivado, el metilaminolevulinato (MAL), los cuales se localizan preferentemente en los folículos pilosebáceos. Dichas sustancias se transforman mediante la vía de síntesis de las porfirinas induciendo la acumulación de protoporfirina IX, que es fotosensible. De esta forma, al iluminar con luz azul (410 nm) o roja (630 nm) y en presencia de oxígeno, se produce una reacción que mejora el acné. La TF es útil únicamente en el acné inflamatorio, no en el comedoniano y superior al tratamiento solo con luz27. Parece que tiempos de incubación del ALA o el MAL igual o menores a 90 minutos, un intervalo entre sesiones de 2 a 4 semanas y un número de 2 a 4 tratamientos son los mejores parámetros para optimizar los resultados, minimizando los efectos secundarios (edema, eritema, inflamación y más excepcionalmente formación de costras, pústulas e hiperpigmentaciones residuales)27,28 (figura 5). No obstante, y aunque la fototerapia y la terapia fotodinámica en el acné parecen útiles, se necesitan más estudios para establecer unas pautas óptimas basadas en la evidencia.
Existen una gran cantidad de tratamientos cosméticos para las lesiones cicatriciales del acné. Desde los peelings químicos, la dermoabrasión o el uso de los láseres resurfasing y otros tipos de láser hasta la aplicación de materiales de relleno. Profundizar en las bondades y los avances en estas técnicas se escapa del objetivo de este artículo.
Es fundamental realizar un tratamiento de mantenimiento en el acné para que la mejoría obtenida sea duradera y evitar la recaída. Probablemente los retinoides tópicos son la mejor sustancia a utilizar para ello, ya que previenen la aparición de comendones y de lesiones inflamatorias. Si se quiere además un efecto antimicrobiano, la adición del peróxido de benzoilo sería de elección (nivel V de evidencia)4.
Entre los nuevos tratamientos para el acné en fase experimental están el ácido picolínico tópico, las sales de cinc sistémicas o la limeciclina, un nuevo antibiótico oral29. Uno de los más próximos a su comercialización es el gel de dapsona al 5% (Aczone®) con propiedades antibacterianas y antiinflamatorias, lo que lo hace especialmente eficaz en el acné inflamatorio. Los ensayos clínicos en fase IV están en marcha para confirmar su seguridad30,31.
Las vacunas frente a P. acnes son otra vía de experimentación. Se basan en el papel que desempeña en la patogenia del acné la respuesta del huésped frente a P. acnes. Así, inmunizando intranasalmente a ratones, estos desarrollaron anticuerpos específicos contra al microorganismo consiguiendo la resolución de las lesiones inflamatorias cutáneas32.
En la actualidad, disponemos de una amplia gama de tratamientos que, ya sea en monoterapia o de forma combinada, nos permiten tratar de forma efectiva a nuestros pacientes con acné (figura 6). No obstante, pese a que el acné es una de las dermatosis que más influyen en la calidad de vida de los adolescentes, tanto los estudios como nuestra propia experiencia nos dicen que la adherencia al tratamiento es baja, especialmente al tópico. Es fundamental que preguntemos a nuestros pacientes cómo realizan su tratamiento, sobre todo si la respuesta al mismo ha sido escasa, y conocer los motivos del no cumplimiento: “el tratamiento me irrita”, “me resulta engorrosa su aplicación”, “me mancha la ropa”, “no me gusta ponerme cremas”, son algunas de las contestaciones más frecuentes. Nuestro papel no es sencillo, ya que no solo debemos elegir los principios activos más adecuados para cada tipo de acné, sino considerar las preferencias y expectativas de cada paciente, solo así nuestro tratamiento tendrá posibilidades de éxito.
La autora declara no presentar posibles conflictos de intereses en relación con la preparación y publicación de este artículo.
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