Vol. 11 - Num. 17
Talleres
M.ª Isabel Moneo Hernándeza, Pilar Oliván Otalb, MD Forés Catalác, Elisa Lambán Casamayorc
aPediatra. CS Torre Ramona. Zaragoza. España.
bPediatra. CS Canal Imperial. Servicio Aragonés de Salud. Zaragoza. España.
cEnfermera. CS Las Fuentes Norte. Zaragoza. España.
Cómo citar este artículo: Moneo Hernández MI, Oliván Otal P, Forés Catalá MD, Lambán Casamayor E. Herramientas en la educación del niño asmático. Rev Pediatr Aten Primaria. 2009;11 (Supl 17):s415-s422.
Publicado en Internet: 31-12-2009 - Número de visitas: 11922
Resumen
La educación es reconocida como un pilar básico en el tratamiento del asma infantil. A todos los niños con asma y sus familias se les debe ofertar en las consultas de Atención Primaria un programa educativo, progresivo, continuo, gradual e individualizado, que tendrá como fin conseguir el control de la enfermedad de la manera más autónoma posible por parte del niño y/o la familia. Ello implica no solo la transmisión de conocimientos, sino la adquisición de habilidades y modificaciones en el estilo de vida de las familias.
En el presente taller repasaremos las herramientas de que dispone el pediatra y la enfermera para realizar la educación del niño asmático, las dificultades más habituales que se presentan en la práctica y los recursos que tenemos para solventarlas, todo ello mediante la presentación de casos clínicos concretos que los alumnos discutirán de forma grupal.
Palabras clave
● Asma ● Atención Primaria ● Educación ● InfanciaEl asma es, tras la obesidad, la segunda enfermedad crónica de los niños españoles, y claramente es la patología crónica que consume un mayor número de recursos y tiempo en la Atención Primaria (AP) de la infancia.
Para mejorar su control se han desarrollado en nuestro país diversos planes de atención en los últimos años; algunos centrados en el primer nivel asistencial1-3, otros abarcando también la Atención Especializada y hospitalaria4-6 y ha sido la materia para la elaboración de guías de práctica clínica con metodología basada en la evidencia7,8 en varias comunidades, en otras como la Navarra han incorporado las guías nacionales9 como documento de base para el control de la enfermedad. Es, en definitiva, un tema que nos preocupa y ocupa a todos los pediatras de AP.
En las últimas guías y protocolos nacionales9,10 y también en las internacionales11-13 se plantea como imprescindible el incluir al niño diagnosticado de asma en un plan educativo. Las últimas recomendaciones de la GINA 2009 son taxativas: “Todos los pacientes asmáticos, si han requerido un ingreso o han realizado una visita a urgencias por una crisis, deberían ser incluidos en un programa de manejo de asma antes de 30 días”.
El objetivo que perseguimos con este plan educativo es que el niño y la familia deben aceptar y conocer la enfermedad, y además deben saber cómo actuar en cada momento, es decir, conseguir el autocontrol que les permita una vida lo más parecida posible a la vida en ausencia de enfermedad.
Este plan se debe desarrollar como actividad programada y se ha demostrado con estudios que arrojan el máximo nivel de evidencia que los resultados son más relevantes cuanto mayor sea la gravedad de la enfermedad y si iniciamos el plan educativo inmediatamente tras el diagnóstico. La educación ha demostrado su eficacia con menor nivel de evidencia 1B12 para niños menores de 5 años, el grupo más heterogéneo, en el que existe una considerable incertidumbre diagnóstica, terapéutica y pronóstica.
El abordaje educativo del niño y adolescente con asma compete a todos los profesionales sanitarios: pediatras, neumólogos, alergólogos, enfermeras/os, fisioterapeutas o farmacéuticos14. Se puede ejercer tanto en el ámbito de la atención hospitalaria, como en la AP.
Los profesionales de Pediatría y Enfermería de AP por su posición de cercanía, accesibilidad y confianza, así como por la posibilidad de un seguimiento cercano y continuado, son los mejor situados para implicarse en la educación del niño y de la familia del asmático.
La Enfermería de AP ha adquirido un papel principal como proveedora de planes de cuidados y su intervención en otras enfermedades crónicas como la diabetes, ha demostrado una elevada eficacia; por ello, tiene un papel fundamental en la educación de los niños asmáticos. Para desarrollarla adecuadamente debe estar motivada y formada, y ha de disponer de tiempo y de recursos necesarios para ello15.
El plan educativo debe ser gradual y progresivo, individualizado y adaptado a la capacidad de cada niño y su familia (tabla I).
Existen una serie de conocimientos y habilidades mínimos que todos los pacientes deben conocer:
Debemos entregar a todos los pacientes un plan por escrito. En este plan debe de estar explicado de forma comprensible qué medicación debe tomar de forma diaria, cuándo debe usar medicación de rescate, en qué cantidad y con qué sistema y cuándo deben solicitar atención médica, este proceso sirve para que el niño y los cuidadores relacionen la aparición de los síntomas, los factores desencadenantes y el uso de la medicación.
Los planes de acción por escrito han demostrado ser eficaces para la mejora de la función pulmonar, para disminuir el número de ausencias de la escuela y el uso de la medicación de rescate16.
En una segunda fase, que podríamos llamar de control compartido de la enfermedad, se puede profundizar en el conocimiento de los factores desencadenantes de sus crisis, el niño y la familia puedan optar por diversas alternativas terapéuticas en función de las circunstancias, incluyendo el inicio de corticoide oral si valoran una crisis como moderada.
En esta fase también es importante incidir en el estilo de vida más favorable y la importancia de la práctica deportiva. Este nivel puede ser alcanzado por la mayor parte de las familias y los niños.
En una fase de mayor autocontrol, que no es accesible para todas las familias, el niño o su familia a través de un diario de síntomas o de un registro de pico-flujo, es capaz de controlar su enfermedad de forma autónoma, adaptando la medicación en función del control de la enfermedad; el papel de los sanitarios sería menos relevante, aunque necesariamente presente con visitas de seguimiento que permitan el refuerzo positivo de los logros adquiridos, el control de la función pulmonar y la valoración de la adherencia al tratamiento.
Existen excelentes trabajos que nos explican cómo debemos abordar la educación terapéutica15,17, y en todos ellos se describe de forma minuciosa el ciclo educativo (figura 1). Para resumirlo de forma práctica, lo primero que debe hacer el educador es conocer qué idea previa tiene de la enfermedad la familia, qué factores cree que influyen en la evolución y los temores que puedan tener acerca de los efectos del tratamiento.
El sanitario pasa de un “rol de experto” que trasmite información a un paciente pasivo, a un modelo mucho más “horizontal” en el que escucha las necesidades y la vivencia de la enfermedad del niño y su familia, establece una “alianza terapéutica” pactando cambios de hábitos y modificaciones de conducta y permitiendo una mayor autonomía del paciente, lo que no puede ser percibido como una pérdida de control, sino como un medio de mantener el seguimiento y llegar a una situación en la que los mayores conocimientos del paciente contribuyen a aumentar la eficacia de los tratamientos.
En este proceso educativo pueden establecerse diferencias entre lo que se considera adecuado por parte del sanitario y lo que la familia o el paciente hacen en realidad. Si el sanitario intenta imponer sus ideas, probablemente la relación medico-paciente se resentirá y no se conseguirá “la alianza terapéutica”. En vez de imponer se debe intentar concordar17 si es preciso, aceptando de forma temporal una actitud o tratamiento que no es del todo correcto, para poder reconducirlo posteriormente.
El plan educativo debe evaluarse de forma periódica, no solamente para comprobar los resultados obtenidos, sino para determinar las nuevas necesidades en la progresión de conocimientos y habilidades de la familia y el niño18.
Los distintos programas, planes, guías y protocolos implantados en las comunidades aportan diversos materiales más o menos completos para la educación del niño asmático, algunos verdaderamente muy elaborados como los incluidos en el programa de Asturias o el material educativo del Hospital de Donostia, o diseños como la cartilla del niño asmático del programa de Asturias o el documento de salud del asma en Pediatría de Aragón que se realizó remedando la cartilla de salud infantil con información útil para el sanitario y las familias que permite que el niño lleve anotado sus desencadenantes, las crisis que ha sufrido y las pruebas diagnósticas, espirometrías, picos, flujos y tratamientos. Todos ellos pueden consultarse en la página www.respirar.org19.
En esta página, además de estas guías, existe la posibilidad de descargar herramientas muy útiles de forma libre para la consulta de la enfermera y el pediatra de AP:
Muchas sociedades científicas pediátricas (neumología, alergología, AEPAP, AEP...) tienen en la red material de acceso libre para educación y diversas guías para padres, que podemos usar en la consulta según nuestras preferencias, o la edad y características de nuestros pacientes.
Existen también numerosos recursos educativos en las asociaciones de pacientes asmáticos (ASBA, ASGA...) y algunos tutoriales interactivos en castellano que podemos recomendar a las familias20.
En conclusión, la lista de recursos para la educación en los niños asmáticos de la que disponemos es casi interminable y está demostrado que la educación contribuye de forma importante al control de la enfermedad; únicamente nos queda aplicar la frase de Goethe a nuestro trabajo diario: “Saber no es suficiente; debemos aplicarlo. Estar dispuesto a hacer no es suficiente, debemos hacerlo”.
Las autoras declaran no presentar posibles conflictos de intereses en relación con la preparación y publicación de este artículo.
Comentarios
Este artículo aún no tiene comentarios.