Vol. 26 - Num. 104
Colaboraciones especiales
M.ª Llanos de la Torre Quiraltea, Grupo de Trabajo de Pediatría Social y Comunitaria AEPapb
aCS Labradores. Logroño. España.
bÁngel Carrasco Sanz (Pediatra), Antonio Gancedo Baranda (Pediatra), Ignacio Ledesma Benítez (Pediatra), Begoña López Pis (Enfermera de Pediatría), M.ª Ángeles Ordóñez Alonso (Pediatra), Raquel Páez González (Pediatra), Narcisa Palomino Urda (Pediatra), José Ignacio Pérez Candás (Pediatra, Coordinador), Manuela Sánchez Echenique (Pediatra), Aitor San Martín Sagarzazu (MIR-Pediatría), Eva Suárez Vicent (Pediatra), Ignacio Valverde Benítez (Enfermero de Pediatría), Ainhoa Zabaleta Rueda (Pediatra).
Correspondencia: MLL de la Torre. Correo electrónico: mpmjlj@gmail.com
Cómo citar este artículo: de la Torre Quiralte MLL, Grupo de Trabajo de Pediatría Social y Comunitaria AEPap. Maltrato infantil por negligencia (más allá de lo obvio) (I): factores de riesgo del menor y de su entorno . Rev Pediatr Aten Primaria. 2024;26:[en prensa]. https://doi.org/10.60147/67a5de9f
Publicado en Internet: 18-11-2024 - Número de visitas: 1548
Resumen
La negligencia, como forma de violencia contra la infancia, abarca tanto incidentes aislados como reiterados de desatención por parte de un progenitor o cuidador con respecto al desarrollo y bienestar del niño, en los aspectos de salud, educación, desarrollo emocional, nutrición y condiciones de vida segura. En este documento se describen factores de riesgo del entorno o del propio menor que lo exponen a situaciones en las que aumenta su vulnerabilidad y la posibilidad de sufrir maltrato por negligencia. En la mayoría de las ocasiones, los progenitores o los cuidadores que la provocan lo harán de forma involuntaria, sin ánimo de hacer daño. Son, por ese motivo, situaciones que pueden pasar desapercibidas si no son especialmente valoradas.
Palabras clave
● Entorno ● Factores de riesgo ● Negligencia ● ProgenitoresLa negligencia como forma de maltrato hacia la infancia ocurre por la falta de cuidado, supervisión, atención médica, educación, afecto o necesidades básicas a un niño1.
El criterio para establecer la existencia de maltrato por negligencia viene determinado generalmente por la presencia, en el niño o en los cuidadores, de uno o varios indicadores identificados de forma reiterada o continua2.
Hay que tener en cuenta que:
Las familias en situación de riesgo psicosocial son aquellas en las que los responsables del cuidado, de la atención y de la educación de los menores, por circunstancias personales y relacionales, así como por influencias adversas de su entorno, hacen dejación de funciones parentales5,6 o hacen un uso inadecuado de las mismas, comprometiendo o perjudicando el desarrollo personal y social de la persona menor de edad, pero sin alcanzar la gravedad que justifique una medida de protección, en cuyo caso se consideraría pertinente la separación del menor de su familia.
Negligencia en relación con la pobreza socioeconómica
No existe ningún fenómeno social que vulnere tan profundamente los derechos humanos como la pobreza7. Los menores en situaciones de pobreza y exclusión social pueden tener una profunda falta de autoestima, por lo que en ocasiones temen que no se les crea si notifican incidentes, o que se les acuse de haberlos provocado ellos mismos, lo que hace aún más difícil su detección.
Es importante tener presente que pobreza no es sinónimo de negligencia. No disponer de determinados recursos materiales no implica no proporcionar una dedicación o cuidado adecuados dentro de sus posibilidades. Pero sí es cierto que la falta de recursos económicos puede afectar la capacidad de los padres para proporcionar un entorno seguro y satisfacer las necesidades básicas de sus hijos en varios aspectos:
Negligencia en relación con diferencias culturales
Surge cuando las prácticas de crianza de una determinada comunidad o grupo étnico difieren significativamente de las normas y expectativas culturales más amplias y normalizadas en la sociedad en la que viven8.
En ocasiones, cuentan con un gran número de hijos, exigiendo a los hijos mayores (aún más en el caso de las niñas) tareas de adulto en relación con el cuidado de sus hermanos pequeños, que verían cubiertas sus necesidades solo en parte, puesto que, lógicamente, el cuidado que les aportan los hermanos no es el mismo que deberían proporcionarle los padres.
Negligencia en relación con la migración
La mayoría de los proyectos migratorios familiares tienen la motivación de conseguir mejoras económicas y sociales para los progenitores, y mejores oportunidades educativas para los hijos. En las nuevas generaciones se depositan muchas expectativas, que cargan con la importante misión de demostrar el éxito del proceso o de sentirse culpables de su fracaso; se convierten en la medida del grado de cumplimiento de algunos objetivos del proyecto migratorio familiar. Sin embargo, a pesar del supuesto protagonismo que tienen, generalmente no participan en las decisiones ni dan su opinión. Se prescinde del punto de vista infantil9.
En los casos de reagrupación familiar, los menores migrantes pueden sufrir una vulnerabilidad por doble desarraigo en sus primeros años de vida: la separación de sus madres en busca de unas condiciones mejores (quedando en el país de nacimiento a cargo de las abuelas) y un nuevo desapego de la abuela (la figura “maternal” que había tenido en esos años) al reagruparse con la madre en la sociedad de destino. Se rompe así el vínculo en dos ocasiones durante su primera infancia. Provoca un “daño” involuntario hacia el menor, aunque el motivo inicial sea mejorar su vida (desde la mirada adulta). Además, una vez que llegan al lugar de destino, es indispensable renegociar la legitimidad adulta y redefinir nuevos acuerdos en la convivencia cotidiana.
Los pediatras debemos estar vigilantes para prestar ayuda en la gestión de esas emociones.
Negligencia por adicciones en los progenitores
Estos casos, constituyen un alto indicador de una potencial negligencia parental10. Puede ocurrir incluso desde antes de nacer el niño, durante el embarazo, ya que las sustancias nocivas pasarían al torrente sanguíneo del feto. Una vez nacido, la falta de cuidados continúa, al estar sus progenitores incapacitados una gran parte del tiempo debido a su estado de embriaguez o enajenación.
Los menores corren un mayor riesgo de sufrir consecuencias adversas a corto y largo plazo (desde problemas médicos hasta problemas sociales, psicológicos y de comportamiento). Tienen también más probabilidades de tener un estatus socioeconómico bajo y afrontan mayores dificultades en el ámbito académico.
Los padres tienen que enfrentarse al doble reto de la paternidad/maternidad y la adicción; suelen vivir con el miedo a que se les revoque la tutela o a ser sancionados si revelan su problema de consumo de sustancias. En consecuencia, tienden a retrasar la búsqueda de ayuda.
A pesar de encontrarse en situaciones a menudo nefastas, estos niños suelen quedar enterrados en el silencio por la vergüenza y el estigma, y porque sus cuidadores carecen de información sobre los recursos disponibles para recibir apoyo.
Ocurre en ocasiones que los hijos son quienes cuidan a sus hermanos y a los propios padres (“parentalización de los hijos”).
Negligencia relacionada con el divorcio de los padres
El divorcio a menudo conlleva tensiones emocionales significativas para los padres, que pueden afectar a su capacidad para manejar las necesidades emocionales de sus hijos. La coordinación insuficiente en la toma de decisiones y la falta de información compartida sobre las necesidades de los niños pueden llevar a que estos no reciban la atención y el cuidado necesarios. Los niños pueden experimentar ansiedad, confusión y sentimientos de abandono11.
La reorganización de la vivienda y la separación física de los padres pueden generar dificultades logísticas a la hora de proporcionar un ambiente seguro y estructurado para los niños, y afectar la consistencia en las rutinas diarias y la supervisión adecuada. El cambio en la situación financiera de ambos progenitores puede afectar a la capacidad para satisfacer las necesidades de los niños. Aumenta el riesgo de pobreza.
Negligencia por inmadurez parental
Falta de desarrollo emocional, social y psicológico de los padres12:
Negligencia por sobreprotección y por falta de límites
La sobreprotección parental puede tener consecuencias negativas para el desarrollo de los niños, al privarlos de experiencias esenciales para su crecimiento y autonomía13,14. Se da un exceso de intervención y control por parte de los padres en la vida de sus hijos, con una protección exagerada contra riesgos percibidos y sin permitir que los niños asuman responsabilidades.
Cuando los padres toman todas las decisiones y resuelven todos los problemas en nombre de sus hijos, estos no tienen la oportunidad de aprender a enfrentar y superar desafíos por sí mismos, lo que puede afectar negativamente a su capacidad para la resiliencia y el aprendizaje de la toma de decisiones. Los niños sobreprotegidos pueden desarrollar una baja autoestima y falta de confianza en sus propias habilidades.
Consecuencias similares se aprecian en el estilo educativo excesivamente permisivo en el que los progenitores no aplican normas ni límites a los hijos, lo que provoca que crezcan sin tener en cuenta al otro y sin considerar las necesidades y preferencias de los demás. Desde muy temprana edad, estos menores toman decisiones sobre cuándo y dónde dormir, cuándo y qué comer, qué ropa ponerse (acorde o no a la climatología), sobre actividades familiares a realizar, etc.
Los niños necesitan aprender a manejar el estrés, la frustración y la adversidad para desarrollar una inteligencia emocional saludable.
Negligencia en el contexto de familias monoparentales
La responsabilidad única de la crianza y la falta de apoyo pueden afectar a la capacidad del progenitor para satisfacer todas las necesidades de los niños (aunque, como en el resto de los apartados, la mayoría de los progenitores son competentes en sus funciones)15.
La necesidad de equilibrar el trabajo, las responsabilidades domésticas y la crianza puede llevar a situaciones que sobrepasen el tiempo y la energía disponibles para atender las necesidades de los niños. A menudo, también experimentan dificultades económicas debido a la falta de ingresos combinados. Precisan de una red de apoyo sólida, para que el progenitor no se sienta aislado y sin recursos para enfrentar las demandas de la crianza.
Negligencia por progenitores con discapacidad
Esta circunstancia puede suponer desafíos adicionales en la crianza de los hijos16:
No hay que olvidar que los niños son las víctimas y que nunca se les puede culpar de la negligencia que sufren. Pero hay una serie de características del menor que pueden aumentar la probabilidad de que esta ocurra: la edad inferior a cuatro años o la adolescencia, el hecho de no ser deseados o de no cumplir las expectativas de los padres, presentar necesidades especiales.
Existen una serie de factores de riesgo desde un punto de vista estrictamente físico o biológico, que ponen al menor en una posición de vulnerabilidad hacia conductas y actitudes negligentes en sus cuidadores.
Discapacidad
La presencia de una enfermedad discapacitante en el niño no es un factor de riesgo aislado; cuando se produce no está únicamente relacionado con el nivel de estrés psicológico familiar generado por la enfermedad y/o la discapacidad, sino con la existencia de otros factores de riesgo sociofamiliares y socioambientales17. Por ejemplo, el 38% de las familias con hijos con discapacidad se sustenta a través de los ingresos de una sola persona (solo uno de los progenitores tiene empleo)18. Con frecuencia, se trata de una elección forzada: optan por que uno de los dos trabaje fuera de casa mientras que el otro se encarga de manera directa de los cuidados del hijo.
Aumentan también las fuentes de estrés familiar por la dificultad para acceder o capacitarse con recursos de afrontamiento adecuados y para evaluar la situación en términos positivos. Existe un desequilibrio entre las expectativas y la realidad, que se da desde el momento en que la familia conoce la discapacidad del niño.
Hay algunos factores asociados a la propia discapacidad que dificultan el reconocimiento de actuaciones negligentes sufridas por el menor o que dificultan que este pueda darlas a conocer:
Todo ello complica aún más la detección de negligencia hacia esos menores por parte de los profesionales que los evalúan.
Enfermedad crónica
Muchos padres experimentan dificultades en su papel de cuidadores y carecen de confianza en su capacidad para controlar la enfermedad de su hijo y garantizar su bienestar. Los niños con afecciones crónicas, incluyendo asma, problemas visuales, auditivos o del habla, diabetes, enfermedades mentales, discapacidades físicas e intelectuales, alergias, problemas de peso, epilepsia, TDAH, autismo… tienen un riesgo aumentado de sufrir negligencia19.
Los bebés nacidos prematuros se sitúan en uno de los grupos más vulnerables. La realidad de un bebé que no cumple las expectativas de los padres, añadido a la incertidumbre creada por su propia evolución física e intelectual, pueden dificultar la aparición del vínculo afectivo entre los padres y el hijo20.
Otros padres tienden a minimizar los problemas del bebé o a negar sus dificultades para cuidarle. La denominada maternidad blanca hace referencia a unos cuidados realizados sin afecto por el bebé.
Enfermedades raras
En muchos casos se enfrentan, además, a una negligencia institucional y social, por dificultades en la búsqueda de un diagnóstico, de información adecuada, a la hora de dirigirse a profesionales cualificados, y en el enlace efectivo entre los hospitales y los centros médicos de cabecera. Los menores afectados por enfermedades raras son también más vulnerables en el terreno psicológico, social, económico y cultural21.
El final de la vida
El impacto de la muerte de un niño es difícil por la variedad de reacciones emocionales que se presentan a lo largo de todo el proceso: angustia, tristeza, desesperación, impotencia. Atender de forma integral e interdisciplinar al niño y su familia asegura un menor sufrimiento y transforma el miedo a la muerte en aceptación serena desde el respeto22.
El equipo de salud que atiende al niño enfermo y a su familia también debe “acompañar” como parte de su actividad generadora de salud. Deben proporcionar los cuidados necesarios para que él y su familia no se sientan solos; mantener, intensificar y fortalecer los vínculos entre ellos para que se preparen para integrar el hecho de la muerte de la forma más tranquila y humana posible, respetando y apoyando sus valores y convicciones éticas y religiosas. Estos cuidados también incluyen mantener el vínculo tras el fallecimiento. No realizar esas actuaciones implica una negligencia por parte de los profesionales que atienden a estos menores y a sus familias.
Conviene recordar que, a pesar de todos los esfuerzos por acotar el perfil de riesgo del niño o de los cuidadores o del entorno, la realidad es que no hay ninguna característica que por sí misma excluya la posibilidad de negligencia como forma de maltrato infantil23,24. Tampoco la presencia de dichos indicadores de riesgo implica necesariamente una atención inadecuada hacia el menor. Existen también una serie de factores protectores: una vinculación afectiva positiva en la familia, la existencia de una red de apoyo psicosocial, la seguridad económica, la autonomía, el apoyo de la pareja en la crianza o la integración social del menor y de sus padres con su grupo de iguales. Ni los factores de riesgo ni los factores protectores tienen una relación directa causa-efecto, sino una asociación de probabilidad.
Nota: Con el fin de acortar el texto, se ha utilizado la palabra “menores” para hacer referencia a personas menores de edad, así como “niño” o “hijo” para niños, niñas y adolescentes, e igualmente con “padres, abuelos, cuidadores”.
Los autores declaran no presentar conflictos de intereses en relación con la preparación y publicación de este artículo.
Todos los autores han contribuido de forma equivalente en la elaboración del manuscrito publicado.
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