Javier González de Diosa, Eugenio de la Cruz Amorósb
aServicio de Pediatría. Hospital General Universitario de Alicante. Departamento de Pediatría. Universidad Miguel Hernández. ISABIAL-Instituto de Investigación Sanitaria y Biomédica. Alicante. España.
bPediatra. CS San Blas. Departamento de Salud Alicante-Hospital General. Alicante. España.
Correspondencia: J González. Correo electrónico: javier.gonzalezdedios@gmail.com
Cómo citar este artículo: González de Dios J, de la Cruz Amorós E. Cine y tabaco, el comienzo de una polémica amistad para el adolescente . Rev Pediatr Aten Primaria. 2021;23:e23-e41.
Publicado en Internet: 29-03-2021 - Número de visitas: 15127
Resumen
El triángulo formado por tabaquismo, adolescencia y cine desarrolla una peligrosa amistad, una “violencia tabáquica” sobre la que no podemos desviar nuestra atención como pediatras. Las relaciones económicas entre la industria tabaquera y la industria cinematográfica permiten un marketing encubierto, complejo, omnipresente, difícil de evidenciar y más de denunciar, con modalidades como la publicidad por emplazamiento y el posicionamiento de marca. Se aprende a fumar, entre otras causas, con las películas y series de televisión y ello oscila desde el predominante cine con tabaco a lo largo de su historia, al escaso cine contra el tabaco, pasando por aquellas películas que tienen el tabaco como leitmotiv. Hay que tener en cuenta que, al inicio del tabaquismo, seducir y atraer es lo que importa y de esto se encarga en ocasiones los medios audiovisuales del entretenimiento; luego, la nicotina rubrica el enlace que en muchas ocasiones llega “hasta que la muerte los separe”.
Son numerosas las instituciones (comenzando con la Organización Mundial de la Salud [OMS] y la Organización Panamericana de la Salud [OPS]) y grupos de trabajo que abogan por pasar de la evidencia a la acción en las normas y legislación de las películas sin tabaco, como una medida de salud pública. También nuestro grupo de trabajo, y como colofón del II Curso Nacional de Tabaquismo en Pediatría realizado el año 2019, ha elaborado el Documento de compromiso para mejorar el control del tabaquismo en medios audiovisuales.
El siglo XXI debe caminar hacia un séptimo arte “sin malos humos”. Y todo recurso es válido, desde las políticas gubernamentales y políticas sanitarias en primer término, a cualquier otra medida de apoyo y concienciación ciudadana frente a esta práctica.
Palabras clave
● Adolescencia ● Cine ● Medios audiovisuales ● Posicionamiento de marca ● Publicidad ● Publicidad por emplazamiento ● Tabaquismo“This is the beginning of a beautiful friendship”. Casablanca (Michael Curtiz, 1942)
Esta mítica frase –de una mítica película del séptimo arte– sirve de inicio (precisamente como contraste) a este artículo que es un ensayo cultural, sociológico y sanitario precisamente sobre la peligrosa amistad que el cine y el tabaco representan en la adolescencia. Así que “silencio… claqueta… acción”.
Revisando un coleccionable de la revista Fotogramas de hace más de dos décadas, un coleccionable que analizaba de la A a la Z diferentes facetas del séptimo arte, me encontré recientemente con el capítulo escrito por Carmen Posadas1 y que correspondía a la letra “F de fumar”. Y empezaba con una reflexión tan contundente como certera, así: “A fumar –como a besar– todos hemos aprendido con las películas, porque, mucho antes de estrenarse con un verdadero Lucky Strike a lo James Dean o una Sobrani a lo Audrey Hepburn, ya practicábamos a escondidas y antes el espejo: ‘¿Quieres fuego muñeca?’…”. Y seguía: “Me llamo John Wayne, me llamo James Dean, me llamo Cary Grant o, mejor aún –mi héroe fumador favorito–, me llamo Clint Eastwood y muerdo Mecarillos con las mandíbulas apretadas y los ojos achinados para que no me deslumbre el resplandor del desierto de Arizona… Me llamo Marlene Dietrich, me llamo Ingrid Bergman o, más probablemente, me llamo Lauren Bacall porque nadie ha sabido fumar como ella “the look that smokes” y así quería ser yo de mayor… Porque todo lo que se aprende con deliberación frente a un espejo se convierte luego en un hábito y, con el paso del tiempo, en parte de nuestra personalidad”.
Se puede decir más alto, pero quizás no más claro. Y si asentimos con la cabeza al leer este texto, y parece algo del pasado, como un flashback cinematográfico. Y si nosotros lo reconocemos así, cuánto más no lo conocerá la industria tabacalera que aprovechó el filón del cine, como arte esencial de masas y mitos del siglo XX. Y leemos, en el insistente texto de Carmen Posadas1: “Fumar es un placer sensual, decía Sarita Montiel en una famosa canción. Antes se fumaba mucho y con normalidad en el cine. Ahora, en cambio, fumar es una cosa de gente de mal vivir. El cine ha perdido con ello uno de sus elementos más cinematográficos”.
Estas palabras están referidas en los albores del siglo XX y en esta sociedad algo hipócrita hoy se considerarían casi escandalosas. Y, pese a que algo ha cambiado, veremos que apenas ha cambiado nada en el resultado final, pese a la evidencia científica, a las normativas legislativas y al aparente ecologismo que nos rodea. Y en el flashforward actual basta recordar dos ejemplos paradigmáticos de que el humo sigue saliendo por la pantalla en dos ejemplos de ahora mismo: la película Green Book (Peter Farrelly, 2018), ganadora del Óscar a Mejor Película en ese año, y la serie de televisión Shtisel (Alon Zingman, 2013 y siguientes) tienen tal cantidad de escenas consumiendo tabaco que resultan casi insultantes. En esta última, además, versa sobre la comunidad ultraortodoxa judía, los jasidíacos, aquella que tiene todo tipo de restricción por la Torá (incluida para la alimentación), pero se ve que, del mayor tóxico ambiental, el tabaco, no dice nada su libro sagrado y su religión. Increíble, pero cierto: diría que en esta serie es más habitual escenas con tabaco que sin ellas. En un capítulo de esta famosa serie se llega a decir para medir el tiempo en llegar a un lugar: “Está a tres cigarrillos de distancia”. E intuyo que, en las siguientes temporadas, nada cambiará.
Que en numerosas películas aparezca el elemento del tabaco no es algo casual. Esto es fruto, sobre todo, de las relaciones económicas entre dos grandes industrias, la industria tabaquera y la industria cinematográfica hollywoodiense. Esto ha dado lugar a numerosas críticas por parte de la Organización Mundial de la Salud, como, por ejemplo, que se debería regular el uso del tabaco en las películas y hacer advertencias en los créditos, ya que las niñas y los niños conciben el acto de fumar como una situación normal, habitual y que no conlleva ningún riesgo. Porque el cine ha sido durante muchos años un fiel colaborador de la industria del tabaco, fomentando, mediante la presencia del cigarrillo en las películas, que niños y jóvenes se conviertan en adictos a la nicotina2,3.
El cigarrillo y el humo que produce puede favorecer una serie de cualidades estéticas en la imagen cinematográfica, como, por ejemplo, dar carácter de espacio cerrado a un sitio concreto, atraer la mirada del espectador sobre un foco de luz en un ambiente penumbroso o indicar que transcurre el tiempo. Este último efecto es muy utilizado en las películas. Es sugerente y original colocar un cigarrillo en un cenicero mientras se consume para indicar el transcurso del tiempo y así evitar el recurso del movimiento de las manecillas del reloj. El humo, además, nos transmite un efecto de evanescencia que acerca el sueño y el deseo a la realidad. Marca el límite entre el mundo material y el mundo de la imaginación2. Pero cualquiera de estas excusas formales y estéticas dejan de ser válidas ante las consecuencias que se derivan de ello.
Y podríamos concluir esta introducción sobre aprender a fumar con las películas, con una de las reflexiones más impactantes sobre el tabaco en la gran pantalla. Procede de la actriz Monia Chokri en el papel de Marie en la película canadiense Los amores imaginarios (Xavier Dolan, 2010)2: “Fumar un cigarrillo es como olvidar. Cuando toco fondo es todo lo que me queda. Encenderlo. Fumarlo. Cerrar la puta boca. Esconde la mierda. Hay mentolados y de vainilla. Hay gente a quien le gusta. Cigarrillos mentolados, cigarrillos de vainilla, cigarrillos de chocolate… Cigarrillos de tabaco. El tabaco evita que me vuelva loca. Me mantiene viva. Me mantiene viva, hasta que muera”.
Como hemos visto en el apartado anterior, tabaco y cine tienen una lejana (y peligrosa) amistad. Y desde siempre: desde el cine en blanco y negro hasta el cine de todas sus versiones en color. Y cine y tabaco tienen en la adolescencia un peligroso lugar de encuentro, en esta etapa de tránsito tan importante para crear buenos valores y para evitar malos hábitos.
Y estos tres protagonistas son esenciales para el making of (así se hizo) de este artículo, que se fundamenta en base a estas cinco premisas evidentes y ampliamente demostradas4,5:
Son diversos los estudios, entre ellos el de Morgenstein et al.7, que han señalado con todo lujo de detalles que los adolescentes consideran más atractivos a los personajes de cine que fuman que a los no fumadores. De forma que el tabaco envía un potente y tentador mensaje al espectador adolescente desde las pantallas, siendo habitual en los grandes éxitos de taquilla ver a sus personajes fumando. Y se indica que los directores y actores utilizan el tabaco para potenciar rasgos como la rebeldía, la dureza o el erotismo, mensajes estereotipados que son bien recibidos por los adolescentes y que, sin duda, contribuyen a hacer progresar el hábito de fumar a esta edad.
Por tanto, sobre este triángulo formado por el tabaquismo (y otras drogas), la adolescencia y el cine (y otros medios audiovisuales) se desarrolla una peligrosa amistad, una “violencia tabáquica” que afecta a ambos géneros (chicos y chicas) y sobre la que no podemos desviar nuestra atención como pediatras. Ni mirar a otro lado, siendo un tema que pocas veces se ha abordado en revistas pediátricas españolas.
Se cuenta que fue Rodrigo de Jerez, acompañante de Cristóbal Colón en su primer viaje, quien se convirtió en el primer consumidor europeo de tabaco allá por el año 1492. Cuando volvió a Ayamonte (Huelva), su pueblo natal, trajo el vicio de fumar con él y, por ello, fue encarcelado por la Inquisición bajo la acusación de estar poseído por el demonio (puesto que expulsaba humo por la boca). Sin embargo, pronto hasta los inquisidores se rindieron ante el humo del cigarrillo. Como nos relata L. Martín Antón en su blog8, desde aquel momento la sociedad occidental se rindió al hábito de fumar, primero como tratamiento medicinal y posteriormente como recreativo.
El uso del tabaco en el cine contribuye a construir estereotipos9 que llegan a formar parte del imaginario social y que vehiculan la influencia que pueden tener las películas en los hábitos tabáquicos, especialmente entre grupos más vulnerables, y los adolescentes lo son. Y para ello, las empresas tabacaleras posicionan el cigarrillo en sus estrategias de comunicación mediante el uso de una simbología diversa: de libertad, de buen estado físico, de sociabilidad, de desinhibición, de éxito en las relaciones personales, de atracción sexual, de poder o de reforzamiento de la identidad masculina. Pero también se ha asociado a otros aspectos como glamour, frescura, atractivo, sensualidad, rebeldía, alivio del estrés, celebración, romance o como elemento que ayuda a controlar emociones, exteriorizar el poder o igualdad, mejorar la imagen corporal o la autoimagen.
La historia del consumo de tabaco dentro de las pantallas corre en paralelo con el ascenso y caída de su popularidad durante el siglo XX (y lo que llevamos de XXI). Y con tres apartados, uno mayoritario (cine con tabaco), otro minoritario (cine contra el tabaco) y otro puntual (cine con la excusa del tabaco).
Esta relación es tan amplia como la propia historia del séptimo arte. Realizamos un breve boceto por décadas.
El cine en blanco y negro se caracterizaba por la amplia utilización del tabaco. El humo contribuía a crear atmósferas brumosas y etéreas, difuminando la luz y a acentuando la tensión en escenas interiores. Ya en las décadas de los treinta y cuarenta, las grandes productoras como Paramount y Warner firmaron una serie de acuerdos con las compañías tabacaleras para que actores como Marlene Dietrich, Clark Gable, Carole Lombard, Spencer Tracy, Joan Crawford, John Wayne, Barbara Stanwyck, Humphrey Bogart, Lauren Bacall, Gary Cooper, Ingrid Bergman, Groucho Marx, Jean Simmons, Marlon Brando, Rita Hayworth o James Dean fumaran en sus películas. Ellos perfilaban con el tabaco una reforzada virilidad, ellas la imagen de mujer fatal: puro estereotipos bajo la cortina de humo. Y con ello no solo se buscaba ofrecer una imagen glamurosa del hecho de fumar, sino que se intentaba, en una estrategia publicitaria tan simple como efectiva: que los espectadores se sintieran próximos a sus estrellas favoritas a través del tabaco. La estrategia de las empresas productoras de tabaco llego hasta tales extremos que algunas estrellas llegaron a recibir hasta decenas de miles de dólares (de los de entonces) por fumar en las películas. Detrás de esta aceptación del tabaco en las pantallas se encontraban las compañías tabacaleras, que consideraron Hollywood como una gran plataforma publicitaria para extender el consumo de cigarrillos.
Varios personajes de las décadas de 1930 y 1940 los recordamos inseparables de su cigarro: Marlene Dietrich en Morocco (Josef von Sternberg, 1930), Bette Davis en Tres vidas de mujer (Mervin Le Roy, 1932), Groucho Marx en Una noche en la ópera (Sam Wood y Edmund Goulding, 1935), John Wayne en La diligencia (John Ford, 1939), Humphrey Bogart en el Halcón maltés (John Huston, 1941) o en Casablanca (Michael Curtiz, 1942), Lauren Bacall en Tener y no tener (Howard Hawks, 1944 [Fig. 1 ]), Fred MacMurray en Perdición (Billy Wilder, 1944), Rita Hayworth en Gilda (Charles Vidor, 1946) o Ingrid Bergamn en Arco de triunfo (Lewis Milestone, 1948), entre otros muchos.
La década de 1950 vino acompañada de algunos cambios que contribuyeron a reducir la presencia del tabaco en el cine. Por una parte, la generalización del color restó atractivo estético al humo en las películas; además, apareció un competidor muy poderoso que restó muchos espectadores a las salas de cine: la televisión. De esta manera, muchas compañías tabacaleras apostaron por la promoción de sus productos utilizando a personajes de este medio. Uno de los momentos estelares del cine español en relación con el tabaco es la interpretación que realiza Sara Montiel del tango “Fumando espero” en la película El último cuplé (Juan de Orduña, 1957). Pero es que en la televisión se han llegado a ver en aquellos momentos a personajes de una serie infantil como Los Picapiedra hacer publicidad de una marca de cigarrillos.
Si bien sigue siendo el cine quien mantiene sus iconos con cigarrillo como Marlon Brando en Un tranvía llamado deseo (Elia Kazan, 1951) o La ley del silencio (Elia Kazan, 1954), Marilyn Monroe en La tentación vive arriba (Billy Wilder, 1955), Jean Paul Belmondo en Al final de la escapada (Jean-Luc Godard, 1960) o El guardaespaldas (Jean-Pierre Melville, 1963), Steve McQueen en El rey del juego (Norman Jewison, 1965) o Bullit (Peter Yates, 1968), Marcello Mastroianni en La dolce vita (Federico Fellini, 1960), Audrey Hepburn en Desayunos con diamantes (Blake Edwards, 1961), Clint Eastwood en Por un puñado de dólares (Sergio Leone, 1964) o La jungla humana (Don Siegel, 1968), Vanessa Redgrave en Blow Up (Michelangelo Antonioni, 1966). Si bien, se dice que nadie fumaba en el cine tan bien como James Dean en Rebelde sin causa (Nicholas Ray, 1955) o Gigante (George Stevens, 1956 [Fig. 2]), donde su camisa abierta y su mirada perdida en los ojos de Elizabeth Taylor están unidos a un cigarrillo permanentemente colgado de la comisura de sus labios, de forma que este icónico actor hacía del fumar una forma de rebeldía compartida por toda una generación.
Además, fue en la década de 1950 empezaron a conocerse los efectos nocivos del hábito de fumar, aunque la sociedad tardaría varios años en empezar a tomar conciencia de los efectos negativos del humo de tabaco. Quizás una de las primeras advertencias acerca de la peligrosidad del consumo de cigarrillos fue la muerte por cáncer de pulmón de Humphrey Bogart en 1957, que había sido uno de los grandes fumadores de Hollywood. Años después fallecería John Wayne por la misma causa.
En 1971, EE. UU. prohibió la publicidad de tabaco en televisión, por lo que las tabacaleras volvieron a apostar por el cine para promocionar sus productos. Al mismo tiempo, durante las décadas de 1970 y 1980 las evidencias a favor de los riesgos del humo de los cigarrillos comenzaron a ser abrumadoras. Aun así el tabaco y su humo seguía presente abanderado por sus actores y actrices, y de nuevo reaparecen Marlon Brando ahora en El padrino (Francis Ford Coppola, 1972) o en Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1976), Marcello Mastroianni en Los girasoles (Vittorio de Sica, 1970) o La gran comilona (Marco Ferreri, 1973), Steve McQueen en La huida (Sam Peckinpah, 1972) o Papillon (Franklin J. Schaffner, 1973) o Clint Eastwood en Harry el sucio (Don Siegel, 1971) o El sargento de hierro (Clint Eastwood, 1986). Un paradigma de esta época pueda ser la película Ordinaria locura (Marco Ferreri, 1981), basada en un relato de Charles Bukowski e interpretada por Ben Gazzara, tres ilustres fumadores y bebedores alrededor del séptimo arte. Algo así como una ordinaria locura esto del tabaco en el cine o, quien sabe, también el precio del poder, como esa forma de fumar de Al Pacino interpretando al Tony Montana de Scarface (Brian de Palma, 1983 [Fig. 3]).
Pero en estos momentos, quizás el caso que más contribuyó a concienciar a la sociedad americana fue el del actor Yul Brynner, quien alcanzó fama en Hollywood por su aspecto físico y su fisionomía exótica que le permitió interpretar papeles como el del rey de Siam en El rey y yo (Walter Lang, 1956) o Ramsés II en Los diez mandamientos (Cecil B. DeMille, 1956). Fumador empedernido, poco antes de fallecer de cáncer de pulmón grabó un espeluznante anuncio se emitió después de su muerte.
Pero pese a esos aspectos puntuales, la práctica de promocionar el tabaco en la gran pantalla no se limitó únicamente a los años del Hollywood dorado. Se calcula que entre 1979 y 1983, Brown & Williamson Tobacco, el tercer fabricante de cigarrillos de EE. UU., invirtió cerca de 840 000 euros para que sus marcas apareciesen en veintidós películas. Sin escatimar recursos, la marca pagó con dinero y otros objetos a estrellas como John Travolta en Grease (Randal Kleiser, 1978), Clint Eastwood en Impacto súbito (Clint Eastwood, 1983), a Sean Connery en Nunca digas nunca jamás (Irvin Kershner, 1983), a Paul Newman en Harry e hijo (Paul Newman, 1984) o a Sylvester Stallone, que salió fumando en cinco películas, entre ellas uno de sus mayores éxitos, Acorralado (Rambo) (Ted Kotcheff, 1982). A pesar de ello, a partir de la década de los ochenta, la sociedad empieza a ser consciente de los peligros del tabaco y se comienza a reducir su aparición en las grandes productoras10,11.
Es en 1990 cuando las tabaqueras se comprometieron a dejar de utilizar la publicidad encubierta de tabaco en las películas. Y llegaron las primeras regulaciones para intentar erradicar el tabaco de las películas. Así, en 1998 las tabacaleras se comprometieron a no promocionar sus marcas en el cine y en 2007 se empezó a tener en cuenta el uso del tabaco a la hora de calificar las películas por edades. A pesar de ello, los cigarrillos siguen presentes en el cine, especialmente asociados a personajes rebeldes e indómitos. Porque la bajada en las ventas motivó que, a partir de mediados de los noventa, el índice de actores que fumaban fuera en aumento. Durante aquella época no era extraño ver con un cigarrillo en las películas a grandes estrellas como Robert de Niro en Uno de los nuestros (Martín Scorsese, 1990), James Caan en Misery (Rob Reiner, 1990), Geena Davis y Susan Sarandon en Thelma y Louise (Ridley Scott, 1991), Sharon Stone en Instinto básico (Paul Verhoeven, 1992), Uma Thurman en Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994 [Fig. 4]), Jonhy Deep en Ed Wood (Tim Burton, 1994), Matt Damon en El indomable Will Hunting (Gus Van Sant, 1997), Leonardo di Caprio en Titanic (James Cameron, 1997), Bruce Willis en La jungla de cristal (John McTiernan, 1998), Edward Furlog en American History X (Tony Caye, 1998), Brad Pitt en El club de la lucha (David Fincher, 1999), Charlize Theron en Monster (Patty Jenkins, 2003), David Strathairn y George Cloone en Buenas noches, y buena suerte (George Clooney, 2005), Heath Ledger y Jake Gyllenhaal en Brokeback Mountain (Ang Lee, 2005, calificada por los entendidos como un eterno anuncio de Marlboro), Christoph Waltz en Malditos bastardos (Quentin Tarantino, 2009), Billy Bob Thornton en El hombre que nunca estuvo allí (Joel Coen, 2011), Ryan Gosling en Asesinato…1,2,3 (Barbet Schroeder, 2002), Jamie Foxx en Django desencadenado (Quentin Tarantino, 2012), Meryl Streep en Agosto (John Wells, 2013), Cate Blanchet en Carol (Todd Haynes, 2017), entre otros.
En el último quinquenio, las autoridades norteamericanas han trabajado en pro de erradicar la presencia del tabaco en las películas. La Motion Picture Association of America, institución encargada de otorgar clasificaciones morales a las películas, está castigando duramente con la calificación “R” (Restricted, o lo que es lo mismo prohibida la entrada de los menores de 17 si no van acompañados) a los filmes donde aparecen personajes que consumen tabaco. Es una medida que se ha adoptado como estrategia para evitar que los adolescentes encuentren en las estrellas de la gran pantalla modelos perniciosos a imitar. De la misma forma, se ha prohibido cualquier tipo de publicidad directa o indirecta de tabaco en los largometrajes estrenados en suelo norteamericano10,11. Otras iniciativas como Smoke Free de la Universidad de California están consiguiendo avances para limitar la presencia del cigarrillo en películas americanas.
En los últimos tiempos, las tabacaleras se han fijado en nuevos mercados como Asia y África; de esta manera, han aprovechado el cine para contribuir a extender el hábito de fumar en esos continentes usando como plataformas propagandísticas el cine indio y el cine chino (en especial hongkonés). En el año 2005 se prohibió mostrar personajes fumando en el cine indio, pero la norma fue abolida en 2009 y, ciertamente, la difusión del cine de ese cine en el resto de Asia y África ha servido para publicitar el hábito en aquellos países.
No es difícil imaginar los motivos por los que el cine no ha tratado con demasiado interés los efectos negativos el tabaco. Sin duda las aportaciones económicas de las tabacaleras en publicidad directa o indirecta han motivado que las productoras no se atrevieran a tratar el tema de una forma demasiado explícita. Y de ello nos habla en un buen artículo la revista amiga Making Of11.
No es difícil imaginar los motivos por los que el cine no ha tratado con demasiado interés los efectos negativos el tabaco. A través de cinco películas que emplean el tabaco como eje o excusa de su trama, ilustramos un hábito que parece resistirse a desaparecer12.
Como hemos visto con estos ejemplos de películas previas, la historia (de amor y odio) de los cigarrillos con la gran pantalla oscila desde el predominante cine con tabaco, al escaso (pero muy aconsejable) cine contra el tabaco, pasando por aquellas películas que tienen el tabaco como leitmotiv. Porque hemos comentado que la relación entre cine y tabaco se remonta a los orígenes del medio. La desgracia es que esta relación siempre haya estado mediatizada por los intereses económicos de la industria, que ha visto en el cine una extraordinaria estrategia de promoción, y no por la salud de los consumidores.
Aunque legal y socialmente aceptado, el tabaco es una droga cuyos efectos nocivos son conocidos por todos y cada vez parece que se toma más conciencia. Netflix es la última gran productora en sumarse a la guerra antitabaco en la gran pantalla, y series de la talla de Stranger Things van ha tener que dar un giro en ese sentido. Y los grandes estudios activos en la meca del cine llevan aplicando estas políticas cada uno a su modo, con intenciones, pero con las puertas muy abiertas a las excepciones, que podrían llegar ser tantas como se deseen. Valgan estos ejemplos 13:
Con el título de “Películas sin tabaco, de la evidencia a la acción” se publicó un importante documento en el año 2016 por parte de la OPS y por la OMS5, y cuyas ideas básicas conviene sintetizar. Porque las imágenes contenidas en las películas cinematográficas siguen transmitiendo impresiones engañosamente positivas del tabaquismo y, con ello, el cine se constituye en un elemento central en la mercadotecnia de los medios de comunicación de masas para normalizar el uso del tabaco. Su importancia (y riesgo) radica en que fumar en una película no se percibe como publicidad ni, por tanto, suscita el escepticismo que comporta toda publicidad. Y tales imágenes se han identificado como una causa de empezar a fumar en la adolescencia. Y, por ello, los Estados parte del Convenio Marco para el Control del Tabaquismo de la OMS deben aplicar una prohibición total de la publicidad, promoción y patrocinio del tabaco, en virtud del artículo 13 del Convenio, y debido especialmente a que, en algunos países, películas aptas para el público juvenil que contienen imágenes de tabaco reciben importantes subvenciones a la producción por parte del gobierno.
De este documento de la OPS/OMS5 se pueden extraer las siguientes conclusiones:
Se ha estudiado desde diversas fuentes que el tabaquismo sigue presente en cerca de la mitad de las películas de Hollywood y en un tercio de las películas dirigidas al público infantojuvenil. Concretamente en un estudio realizado en más de 1800 largometrajes referido en el documento de la OPS/OMS5, entre 2002 y 2014 se fumaba en un 78% de las películas clasificadas como R (adultos), en un 60% de las clasificadas como PG-13 (no apta para menores de 13 años), y en un 25% de las clasificadas como PG (no apta para menores de 10 años) y G (apta para todos los públicos). Y las “apariciones de tabaco” se contaban por decenas de miles en ese estudio.
Pero, aun así, las películas producidas en otros países diferente a EE. UU. contienen con frecuencia más imágenes de tabaquismo que las películas de Hollywood, y eso se ha visto tanto en estudios realizados en países europeos (Alemania, Islandia, Italia, Países Bajos, Polonia y Reino Unidos) como de Latinoamérica (Argentina y México)7,14-17. Y, además, las políticas de clasificación cinematográficas determinan el grado de exposición de los adolescentes, pues muchos países consideran aptas para menores muchas películas clasificadas como R en EE. UU.18.
Los estudios realizados en España apuntan en el mismo sentido. Un trabajo publicado por Córdoba García et al.19 en 2007 con las películas más taquilleras (30 de Hollywood y 25 nacionales), así como con las teleseries del momento de mayor audiencia, se confirmó que en las películas españolas la presencia de escenas con tabaco fue superior al de las teleseries y al cine de Hollywood (p <0,001). Dicho de modo más gráfico, en las películas naciones aparecen cuatro veces más escenas de tabaco que en el cine estadounidense. Y se aprecia que la mayoría de los personajes que fuman son simpáticos y atractivos para el público, quienes fumaban al aire libre, pero más a menudo lo hacen en escuelas, universidades o delante de menores.
Y los indicios probatorios son varios en este documento de la OPS/OMS en cuanto a la triada tabaco, adolescencia y cine. Las encuestas científicas poblacionales vinculan la exposición al tabaquismo en las películas con el tabaquismo en los adolescentes7,20-26. Los adolescentes sin otros factores de riesgo de fumar son los más afectados por la visión del tabaquismo en el cine27-29.
También se constata el paralelismo entre la disminución a largo plazo del tabaquismo en la pantalla y la disminución de la proporción de adolescentes que fuman 30,31. La presencia del tabaco en las películas aumenta cuando se restringe la publicidad tradicional, pero las instancias normativas rara vez lo han tenido en cuenta.
Nada debiera poner en duda que hay que combatir la presencia del tabaco en el cine (y en otros medios audiovisuales). Algo así como ir en busca de un séptimo arte “sin malos humos”. Y todo recurso es válido, desde las políticas gubernamentales y políticas sanitarias en primer término, a cualquier otra medida de apoyo y concienciación ciudadana frente a esta práctica. Y en este sentido, también la cineterapia es un recurso ya explorado a nivel poblacional para combatir las adicciones32,33.
El estudio de Pina Mezzera para la revista Todo Tv News (2019)34, tras analizar la superproducción de series prevista en España (se han anunciado 63 series, 49 nuevas y el resto regresan), se pregunta si unos éxitos concretos son suficientes para sostener una explosión de producción como la que estamos viviendo en España. En España al igual que en el resto del mundo hay mucha afición a ver series incluso a darse “atracones de series”. El segundo Observatorio de Series encuentra que un 86% de los españoles encuestados las ve de forma habitual, que entre los 14 y 21 años las ven el 71% y que un 62,5% reconoce que son muy importantes para su vida. Este estudio concluye que las series van mucho más allá del contenido, que la población lo ha incorporado como algo normalizado en su vida y muchos “seriéfilos” declaran que en un determinado momento de su vida los personajes se han convertido en referentes estéticos y actitudinales, todos estos hechos hacen de este medio de diversión una plataforma ideal para el product placement (publicidad por emplazamiento) y el brand placement (posicionamiento de marca).
Seria largo enumerar escenas y personajes con los detalles pertinentes para resaltar el consumo de tabaco en las series españolas, pero hay que subrayar algunas que de manera manifiesta y flagrante se acercan a la apología del tabaquismo: Sin tetas no hay paraíso (2008), Clara Campoamor (2011), El Caso (2016. una de las series con más alto contenido en tabaquismo de todo el repertorio español)35, La sonata del silencio (2016), De la Ley a la Ley: Vida de Torcuato Fernández (2017), El Continental (2018), Arde (2018, del director Paco León, entre sus obras cuenta con películas de alto contenido en tabaquismo incluyendo los carteles promocionales, Fig. 11), 45 Revoluciones (2019), Malaka (2019, con alto contenido de consumo mixto tabaco y cannabis, y que incluye –se podría decir– “un tutorial” para liar porros en el primer capítulo), etc. No en todas las series españolas hay un consumo desmesurado, aunque poco ya es demasiado. Muchas se limitan a momentos clave de la serie asociadas a frases donde se ensalza las virtudes del consumo o se justifica. Sin embargo, de vez en cuando se producen series donde es inexplicable que el guión “no cese de exigir” consumo tras consumo de cigarrillos. En general, en las series donde más se consume cigarrillos se aprecian ciertas características:
La accesibilidad de las series es mucho mayor que las películas (se estrenan en casa, no en salas de cine) y la mayoría son gratis, y al igual que las películas se pueden visualizar las veces que uno quiera.
Antes de la prohibición de la publicidad se hablaba de “marcas de enganche” para seducir a los adolescentes al consumo36,37 como era Fortuna, es posible que las series estén desempeñando un papel similar para atraer a los chavales al mundo de la nicotina.
Así como en el I Curso Nacional de Tabaquismo en Pediatría que organizamos en el año 2017, todos los ponentes firmamos el Documento de compromiso frente al Tabaquismo en Pediatría38, en el año 2019 y en el contexto del II Curso Nacional de Tabaquismo en Pediatría se firmó el Documento de compromiso para mejorar el control del tabaquismo en medios audiovisuales39.
Pediatras, especialistas en tabaquismo, salubristas, psicólogos, médicos de familia y un buen número de profesionales han consensuado este documento que tiene toda la oportunidad, tal como podemos ver en la revisión realizada en este artículo. Porque a nadie se nos escapa la inmensa capacidad de influencia de los medios de comunicación (televisión, cine, videojuegos, redes sociales y otros medios) y es deber de todos hacer buen uso de ellos y cuidar su contenido para difundir valores y salud, y no al contrario.
Este es el decálogo de dicho documento de compromiso39:
Y si estas medidas son importantes para la población general, son claves en la adolescencia. Pues cine y tabaco establecen una polémica amistad para el adolescente. Nada que ver con el comienzo de aquella hermosa amistad que a la que se refería Rick Blaine (Humprey Bogart, como no… fumando) al capitán Louis Renault (Claude Rains) caminando por la pista del aeropuerto. Y todo ello antes del fundido en negro y el The End.
Los autores, codirectores del I y II Congreso Nacional de Tabaquismo en Pediatría, celebrados en Alicante en los años 2017 y 2019, no tienen ningún conflicto de interés con el tema abordado, pero sí el interés de prevenir el hábito del tabaquismo en la infancia y adolescencia… y hacerlo “de cine”.
OMS: Organización Mundial de la Salud · OPS: Organización Panamericana de la Salud.
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