Belén Matías Garcíaa, Iván Carabaño Aguadob, Myriam Herrero Álvarezc
aEstudiante. Facultad de Medicina. Universidad Rey Juan Carlos. Móstoles. Madrid. España.
bSección de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica. Servicio de Pediatría. Hospital Universitario 12 de Octubre. Madrid. España.
cServicio de Pediatría. Hospital Universitario Rey Juan Carlos. Móstoles. Madrid. España.
Correspondencia: B Matías. Correo electrónico: belenmg3@gmail.com
Cómo citar este artículo: Matías García B, Carabaño Aguado I, Herrero Álvarez M. Calcificación hepática congénita: ¿preocuparse o no preocuparse? Esa es la cuestión. Rev Pediatr Aten Primaria. 2015;17:e151-e153.
Publicado en Internet: 16-04-2015 - Número de visitas: 52840
Resumen
Las calcificaciones hepáticas fetales son un hallazgo relativamente frecuente. Pueden ser superficiales o intrahepáticas. Su presencia se ha relacionado con múltiples patologías (peritonitis meconial, infecciones connatales, cromosomopatías, isquemia, tumores, etc.). A pesar de su alta frecuencia, su manejo no está debidamente protocolizado.
Presentamos un caso de calcificación hepática diagnosticada en la semana 24 de embarazo, confirmada posnatalmente y de evolución favorable.
Palabras clave
● Calcificación ● Diagnóstico prenatal ● HígadoNeonato sin antecedentes familiares de interés, derivado a las consultas externas de Digestivo para estudio y seguimiento de una lesión hiperecogénica en el hígado, objetivada en la ecografía de la semana 24 de gestación. El embarazo fue controlado y cursó sin más incidencias. Serologías negativas, rubeola-inmune. Parto eutócico a las 39 +3 semanas. Apgar 9/10; reanimación 0. Exploración física inicial normal, sin estigmas de cromosomopatía.
Al nacimiento se confirma la presencia de una imagen nodular superficial, homogéneamente hiperecogénica, de 5 mm de diámetro en el lóbulo hepático derecho (Fig. 1). Se le realizó además una ecocardiografía transtorácica, en la que se visualizó un corazón estructural y funcionalmente normal; y una ecografía cerebral, también normal.
Con el diagnóstico decalcificación hepática simple, se procedió al seguimiento periódico de la lesión bajo un régimen de conducta expectante, a través de ecografías abdominales seriadas. A los seis meses de vida, la lesión pasó a medir 2,5 mm de eje mayor.
En aproximadamente una de cada 1750 ecografías del segundo trimestre se puede objetivar una calcificación hepática1,2. Es, por tanto, un hallazgo frecuente. Sin embargo, su significado clínico, manejo e importancia no se conocen con exactitud3-5.
Algunos autores las clasifican en dos grupos: superficiales e intrahepáticas. Estas últimas, a su vez, se pueden dividir en dos subgrupos (asociadas a otras masas y no asociadas a otras masas). Otros autores las clasifican cuantitativamente en únicas y múltiples3-5.
Las calcificaciones superficiales son lesiones puntiformes situadas en la superficie del hígado. Su origen más común es la peritonitis meconial, por lo que suelen verse concomitantemente con calcificaciones peritoneales1. Las calcificaciones superficiales subcapsulares pueden ser debidas a la suelta de émbolos desde la vena porta o desde las venas hepáticas2.
Las calcificaciones intrahepáticas sin masa asociada se han relacionado etiológicamente con las infecciones intrauterinas del complejo TORCH (sobre todo con el citomegalovirus), así como con tumores primarios o metastásicos, isquemia, aneurismas de la arteria hepática, trombosis portal, anomalías cromosómicas (como las trisomías 13, 18 y 21)1,3,4, fibrosis quística y litiasis en la vesícula biliar3.
Las calcificaciones intrahepáticas con masa asociada son poco frecuentes. Se han vinculado sobre todo con el hepatoblastoma (masa heterogénea con calcificaciones puntiformes gruesas), y el neuroblastoma metastático. También se ha descrito su asociación con hemangioma, hamartoma, teratoma, hepatocarcinoma, y hemangioendotelioma6.
Hay autores que defienden que la clasificación (superficiales frente a intrahepáticas) no conlleva ninguna utilidad para hacer un enfoque etiológico. Por tal motivo, todo feto con dichas calcificaciones, según ellos, ha de ser evaluado en profundidad con el fin de descartar infecciones, malformaciones, anomalías cromosómicas, anomalías vasculares y tumores7.
Nosotros nos adherimos a esta opinión. En nuestro caso, más allá de revisar las serologías gestacionales, se optó por hacer una ecografía abdominal posnatal (para descartar masas asociadas) con sonda Doppler (con el fin de excluir lesiones isquémicas), una ecografía cerebral (para descartar ventriculomegalia y calcificaciones intracraneales) y una ecocardiografía (para descartar la presencia de cardiopatías embolígenas)1,2,8. No se objetivó ninguna anomalía asociada.
Aunque las calcificaciones hepáticas son relativamente frecuentes, su manejo clínico no se ha protocolizado en detalle. En la mayoría de los casos en los que se detectan calcificaciones hepáticas aisladas, no se encuentra ninguna anormalidad subyacente y no existe repercusión clínica2,5,9. Este tipo de casos con calcificaciones hepáticas aisladas tuvieron una excelente evolución1,3-5,9. El seguimiento con ecografía muestra típicamente la estabilidad o regresión de la calcificación2, tal y como ocurrió en nuestro paciente. Los casos en los que se hallan múltiples calcificaciones suelen asociarse también con otras anomalías y por tanto con peor pronóstico3,4, por lo que existe un riesgo notable de aborto espontáneo y muerte fetal intrauterina7.
Los autores declaran no presentar conflictos de intereses en relación con la preparación y publicación de este artículo.
ABREVIATURAS: TORCH: cribado en recién nacidos, de toxoplasmosis, rubeola, citomegalovirus, herpes simple y virus de la inmunodeficiencia humana (pero también puede incluir otras infecciones en los recién nacidos).
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