Carmen Roca Saumella, Antoni Soriano Arandesb, L Solsona Díazc, J Gascón Brustengad, Grupo de consenso Chagas-APS
aMédico de Familia. EAP el Clot. Barcelona. Institut Català de la Salut. Universitat de Barcelona. España. Comissió de Cooperació i Salut Internacional (Cocoopsi). Societat Catalana de Medicina Familiar i Comunitària (CAMFiC). Sociedad Española de Medicina Tropical y Salud Internacional (SEMTSI).
bUnidad de Patología Infecciosa e Inmunodeficiencias Pediátricas. Servicio de Pediatría. Hospital Universitari Vall d’Hebrón. Barcelona. España.
cMédico de Familia. EAP Florida Nord. L’Hospitalet de Llobregat, Barcelona. España. Institut Català de la Salut. Comissió de Cooperació i Salut Internacional (Cocoopsi). Societat Catalana de Medicina Familiar i Comunitària (CAMFiC). Sociedad Española de Medicina Tropical y Salud Internacional (SEMTSI).
dCentre de Recerca en Salut Internacional de Barcelona (CRESIB). Iniciativa de Chagas del Institut de Salut Global de Barcelona (ISGLOBAL). Sociedad Española de Medicina Tropical y Salud Internacional (SEMTSI).
Correspondencia: C Roca. Correo electrónico: croca.bcn.ics@gencat.cat
Cómo citar este artículo: Roca Saumell C, Soriano Arandes A, Solsona Díaz L, Gascón Brustenga J, Grupo de consenso Chagas-APS. Documento de consenso sobre el abordaje de la enfermedad de Chagas en Atención Primaria de salud de áreas no endémicas. Rev Pediatr Aten Primaria. 2015;17:e1-e12.
Publicado en Internet: 23-03-2015 - Número de visitas: 20007
Resumen
La tripanosomiasis americana o enfermedad de Chagas es una enfermedad infecciosa endémica en América Latina continental, causada por el protozoo Trypanosoma cruzi. En las últimas décadas, debido a los movimientos poblacionales, se ha expandido más allá de las zonas endémicas, siendo España el país europeo con más inmigrantes latinoamericanos.
Durante años puede permanecer asintomática, pero cuando se manifiesta clínicamente puede ser grave (miocardiopatía dilatada, megacolon, megaesófago). Así como, debido a su transmisión vertical, la detección en embarazadas es una alta prioridad.
Se han elaborado guías de detección de Trypanosoma cruzi en circunstancias específicas (bancos de sangre, maternidades, coinfección con VIH, trasplante de órganos); pero detectamos falta de información dirigida a los profesionales de atención primaria. Para facilitar la detección y manejo de esta enfermedad se consideró la necesidad de realizar este documento, redactado y consensuado por médicos de familia, pediatras de Atención Primaria y especialistas en Salud Internacional.
Palabras clave
● Atención Primaria de Salud ● Enfermedad de Chagas ● Trypanosoma cruziNota:
Documento publicado simultáneamente en la revista Atención Primaria (Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria): Aten Primaria. 2015;47:308-17.
La tripanosomiasis americana o enfermedad de Chagas (EC) es una enfermedad infecciosa endémica en 21 países de América Latina (tabla 1), estrechamente vinculada con aspectos socio-económico-culturales deficitarios, siendo reconocida por la Organización Mundial de la Salud como una de las diecisiete enfermedades tropicales desatendidas del mundo.
Está causada por la infección de un parásito protozoario hemoflagelado, Trypanosoma cruzi (T. cruzi).
Su principal vía de transmisión en área endémica es vectorial, a partir de insectos triatominos que tienen su ecosistema natural en el continente americano; estos insectos son conocidos como “vinchuca” en Bolivia, Argentina y Chile, “chipo” en Venezuela, “chiribico” en Colombia, “chinche besucona” en México o “barbeiro” en Brasil entre otros. Si bien su hábitat natural se extiende desde el sur de Estados Unidos a la región central de Argentina y Chile, su distribución es muy heterogénea, siendo las áreas más afectadas el centro y sur de Bolivia (con prevalencias cercanas al 30% de la población general), norte de Argentina, sur de Perú y determinadas áreas de Paraguay, Brasil, Ecuador, Nicaragua, El Salvador y sur de México.
Otras formas de transmisión son: congénita, por transfusión de sangre, por trasplante de órganos, vía oral (por la ingesta de alimentos contaminados con parásitos) o por accidente de laboratorio.
En las últimas décadas, debido a los flujos migratorios, se han producido importantes cambios epidemiológicos en la EC, diagnosticándose un número creciente de personas en áreas no endémicas principalmente en Europa y Norteamérica. En Europa, el estado Español es el país más afectado y se estima que puede haber entre 50 y 70 000 personas con EC1.
Son numerosas las publicaciones que han detectado casos individuales o que han evaluado la prevalencia de la EC en nuestro país, tanto en la población inmigrante2-4 como en los bancos de sangre5, en los programas de trasplante6 y maternidades7-9.
En España estos resultados, junto a estudios de evaluación económica10, sirvieron para mostrar la conveniencia de implementar protocolos de actuación para el control de las vías de transmisión del T. cruzi posibles en área no endémica.
El Real Decreto 1088/2005 establece la obligatoriedad de cribar en los bancos de sangre a los potenciales donantes con riesgo epidemiológico de EC. El Plan nacional de sangre de cordón (14/03/2008) recoge las mismas recomendaciones que las relacionadas con la transfusión de sangre.
La transmisión vertical se controla por el cribado sistemático de gestantes. En Valencia11, Catalunya12 y Galicia existen protocolos específicos para el cribado y diagnóstico de EC en mujeres embarazadas latinoamericanas y en sus recién nacidos.
En el año 2005 la Sociedad Española de Medicina Tropical y Salud Internacional inició la elaboración de documentos de consenso para el diagnóstico y tratamiento de la EC importada, que abarcan diversos aspectos de la problemática y complicaciones de esta enfermedad13-17.
A pesar de los avances descritos, se estima que el porcentaje de población infectada por T. cruzi diagnosticada en Europa no alcanza el 10% del total18.
Existen aún importantes retos para el sistema sanitario en el abordaje de la EC, como son: extender la implementación del programa de control de transmisión vertical a todas las comunidades y el diagnóstico, tratamiento y seguimiento adecuado de los infectados.
La Atención Primaria de Salud (APS) constituye el marco habitual de acceso al sistema de salud y es el ámbito idóneo para detectar de forma precoz aquellas personas afectadas por la EC que pudieran beneficiarse de un tratamiento.
Definir las características demográficas, epidemiológicas y clínicas de las personas susceptibles de estar infectadas por T. cruzi, para facilitar su detección y manejo por el médico de familia o pediatra, integrando el cuidado de los afectados por la EC en los servicios de APS.
Para la elaboración del documento se realizó una revisión exhaustiva de la evidencia científica disponible utilizando el motor de búsqueda PubMed de libre acceso a la base de datos MEDLINE (última revisión de marzo 2014).
El documento ha sido sometido a la revisión externa de un grupo multidisciplinar de profesionales expertos miembros de diversas sociedades científicas, que han participado de forma voluntaria y altruista.
La EC evoluciona en dos fases, aguda y crónica, cada una de ellas con características clínicas, criterios diagnósticos y terapéuticos diferentes.
Se inicia al adquirir la infección por cualquiera de sus vías y dura entre 30 y 90 días. Se caracteriza por la presencia de una alta parasitemia detectable por métodos parasitológicos directos. Generalmente es asintomática o presenta síntomas inespecíficos como fiebre, adenomegalias, hepatoesplenomegalia, anemia, anorexia o diarrea.
En áreas endémicas, cuando la vía de transmisión es vectorial, en un 8% de los casos pueden aparecer síntomas específicos como el chagoma de inoculación. Las manifestaciones clínicas graves y poco frecuentes de esta fase son miocarditis y meningoencefalitis.
En países no endémicos, la fase aguda solo se puede observar en neonatos (transmisión congénita), personas transfundidas o trasplantadas.
La mayoría de los recién nacidos con EC adquirida por transmisión congénita permanecen asintomáticos. Cuando aparecen, las manifestaciones y cuadros clínicos más importantes son hepatoesplenomegalia, hepatitis, sepsis, meningitis, miocarditis o anemia hemolítica, pudiendo ser ocasionalmente causa de muerte.
Habitualmente, las manifestaciones agudas de la EC remiten de forma espontánea, dando paso a la fase crónica indeterminada o asintomática.
La parasitemia periférica es escasa e intermitente y el diagnóstico se realiza por medio de técnicas serológicas.
EC en fase crónica, forma indeterminada, asintomática, consiste en la positividad de las pruebas serológicas con ausencia de afectación orgánica demostrable y puede persistir toda la vida del paciente.
Aproximadamente un 20-30% de estos pacientes, entre 10 y 20 años después de la primoinfección, evolucionan lentamente hacia una fase crónica sintomática que cursa con disfunción autonómica, microinflamaciones y fibrosis, produciendo lesiones irreversibles en los órganos diana (corazón, esófago, colon y sistema nervioso periférico).
EC en fase crónica con afectación cardiaca. Cursa con miocardiopatía dilatada y trastornos de la conducción, que producirá insuficiencia cardiaca, tromboembolismos y arritmias.
Las alteraciones electrocardiográficas y ecocardiográficas más frecuentes en la cardiopatía chagásica16,19 se detallan en la Tabla 2.
EC en fase crónica con afectación digestiva. Puede llegar a afectar al 15-20% de los pacientes con EC. Se producen dilataciones del tracto digestivo (megaesófago, megacolon) y trastornos motores gastrointestinales como acalasia esofágica, alteración del vaciado gástrico, alteración del tránsito intestinal y estasis biliar.
Los síntomas principales son: disfagia, odinofagia, regurgitación, estreñimiento crónico y/o dolor abdominal.
EC en fase crónica con afectación mixta cardio-digestiva.
EC en fase crónica con afectación neurológica. La patologia cerebrovascular puede ser secundaria a la cardiopatía chagásica (insuficiencia cardiaca, trombosis mural y/o arritmias) pero también puede ser el primer signo de la EC en pacientes asintomáticos o con disfunción sistólica leve, por lo que los pacientes con patología cerebrovascular que provienen de regiones endémicas deben ser examinados para la infección por T. cruzi20.
EC crónica reactivada21. Los pacientes con inmunosupresión pueden presentar una reactivación de la EC. En pacientes con infección por VIH, las alteraciones del sistema nervioso central pasan a ser predominantes y a veces exclusivas. En pacientes inmunodeprimidos por leucemias y terapias inmunosupresoras, destacan los cuadros de miocarditis y de meningoencefalitis. En los pacientes trasplantados son frecuentes los nódulos subcutáneos.
Solo es posible detectar la forma circulante del T. cruzi durante la fase aguda de la infección, por lo que los métodos diagnósticos más idóneos son los directos (parasitológicos) y los moleculares (PCR). Estas pruebas también son útiles en los casos de reactivación.
En la fase crónica de la enfermedad, la parasitemia es de baja intensidad e intermitente, por lo que el diagnóstico se realiza mediante la detección de anticuerpos inmunoglobulina G (IgG) anti-T. cruzi (diagnóstico serológico).
De acuerdo con los criterios internacionales, se consideran positivos para EC, aquellos sueros que son reactivos mediante dos técnicas serológicas que utilizan antígenos distintos y cuando los resultados son discordantes o dudosos es necesario realizar una tercera prueba confirmatoria.
En los recién nacidos de madres con EC, las pruebas serológicas no son útiles para llegar a un diagnóstico precoz de la EC congénita, ya que las IgG anti-T. cruzi halladas en el recien nacido hasta los nueve meses de vida pueden ser de origen materno y la detección de IgM no ofrece resultados satisfactorios. Por lo que, siempre que sea posible, deben realizarse pruebas parasitológicas directas (microhematocrito o PCR) durante el primer mes de vida para detectar el parásito o el ADN del mismo22 y reservar las pruebas serológicas a partir de los nueve meses de edad.
En la fase aguda de la EC y en niños menores de 12 meses, se establecen cifras serológicas de curación cercanas al 100% tras el tratamiento con benznidazol (BNZ)23. En la fase crónica de la enfermedad, las tasas de curación disminuyen. Aunque la patogénesis de la EC crónica es multifactorial, la persistencia del parásito es el hecho clave para su desarrollo24. Por ello, la eliminación o la disminución de la carga parasitaria modifican la evolución natural de la enfermedad25.
Actualmente los únicos fármacos disponibles para tratar la EC son nifurtimox (NF) y BNZ. Ambos fármacos están contraindicados en mujeres embarazadas y en pacientes con insuficiencia renal o hepática severa. Durante el tratamiento debe evitarse el consumo de alcohol.
La pauta terapéutica consiste en:
Las reacciones adversas más frecuentes son la anorexia, náuseas, vómitos y en menor medida, dolor abdominal, diarrea, pérdida de peso, irritabilidad, somnolencia y alteraciones psiquiátricas. La neuropatía periférica es un efecto dosis dependiente, que ocurre más frecuentemente durante el 2.º mes de tratamiento y que requiere la discontinuidad del mismo.
En la Tabla 3 se exponen las recomendaciones para el tratamiento antiparasitario de la EC, según el nivel de evidencia.
aLa clasificación de la fuerza y la calidad de las recomendaciones se ha realizado aplicando una adaptación del sistema utilizado por la Sociedad Americana de Enfermedades Infecciosas (IDSA), tal y como se refleja a continuación:
Fuerza de la recomendación:
A: evidencias muy sólidas para apoyar el uso de una recomendación; sería ofrecida siempre.
B: moderada evidencia para apoyar el uso de una recomendación; generalmente sería ofrecida.
C: escasa evidencia para apoyar una recomendación; opcional.
D: moderada evidencia en contra de una recomendación; generalmente no sería ofrecida.
E: evidencia muy sólida en contra de una recomendación; nunca sería ofrecida.
Calidad de la recomendación:
I: evidencia procedente de al menos un ensayo clínico aleatorizado.
II: evidencia procedente de al menos un ensayo no aleatorizado, bien diseñado, bien de estudios de cohortes, de estudios analíticos de casos y controles (preferiblemente de más de un centro), de series temporales o de resultados concluyentes obtenidos en estudios experimentales no controlados.
III: evidencia de opiniones de expertos basadas en la experiencia clínica o en estudios descriptivos.
Fuentes: Sosa-Estani S, Colantonio L, Segura EL. Therapy of Chagas disease: Implications for levels of prevention. J Trop Med. 2012;2012:292138. Bern C. Chagas disease: Management of acute disease, early chronic disease, and disease in immunocompromised hosts. En: UpToDate [en línea]. Disponible en http://goo.gl/iMrAoB
Al ser una enfermedad parasitaria crónica que puede permanecer asintomática, el diagnóstico requiere de un alto grado de sospecha clínica, basado en los antecedentes epidemiológicos del paciente (Figuras 1 y 2).
El objetivo de la anamnesis será doble:
En los países no endémicos para EC, tras los resultados obtenidos en diversos estudios4,27,se recomienda la detección de la infección por T. cruzi a los adultos originarios de Latinoamérica continental o que hayan realizado largas estancias (más de un mes) en estos países, que hayan sido informados correctamente y accedan a ser estudiados y que presenten:
Los pediatras de APS tienen una responsabilidad fundamental para la detección y abordaje de la EC en la población que atienden28. Todo niño que es atendido en una primera visita al centro es tributario de ser interrogado por su origen biográfico y familiar.
Serán susceptibles de ser estudiados los niños en edad pediátrica (de 0 a 14 años), previa información y consentimiento de los padres o tutores, con los siguientes antecedentes epidemiológicos:
Para descartar la EC en fase crónica desde la APS deben solicitarse anticuerpos IgG anti-T. cruzi.
Exploraciones complementarias
Con el objetivo de determinar si un paciente con infección por T. cruzi presenta patología orgánica, se recomienda practicar:
En la Tabla 4 se detallan otras exploraciones complementarias optativas en función de la disponibilidad y de la clínica.
A pesar de que BNZ es el único fármaco autorizado en España para el tratamiento de la EC, no está disponible en el circuito habitual de las farmacias y solo puede dispensarse como medicamento extranjero.
Durante el tratamiento, es aconsejable realizar visitas de seguimiento y control analítico (hemograma, la función hepática y renal) cada 2-3 semanas para controlar la aparición de reacciones adversas y el cumplimiento terapéutico. La coordinación entre el servicio especializado y la APS puede ofrecer grandes ventajas.
En mujeres en edad fértil descartar la posibilidad de embarazo previo al inicio del tratamiento e indicar la anticoncepción durante el mismo.
Para detectar precozmente la afectación orgánica se aconseja practicar anualmente un ECG y realizar anamnesis sobre síntomas y signos de afectación cardiaca o digestiva.
El seguimiento de la patología cardiaca y/o digestiva chagásica, por el médico de familia, será la habitual que realizará en estas mismas patologías debidas a otras etiologías.
Aunque el resultado de la parasitemia haya sido negativo en el periodo neonatal, es obligatorio realizar un seguimiento del niño y una serología a los 9-12 meses de edad, cuando es esperable que los anticuerpos maternos hayan sido eliminados. Una serología negativa a esta edad descarta la transmisión vertical de la EC. Si es claramente positiva, con un título serológico elevado, se iniciará el tratamiento del lactante, pero si el título está cercano al punto de corte deberá confirmarse el diagnóstico con una nueva determinación serológica un mes después.
No se ha demostrado la presencia de T. cruzi en la leche de las madres con EC, por lo que la lactancia materna no se desaconseja a no ser que existan heridas sangrantes en el pezón24.
La APS ocupa una situación clave para la prevención primaria de la EC, aconsejando medidas antivector a los viajeros a zonas endémicas (especialmente el altiplano andino y Bolivia).
La población de mayor riesgo la constituyen los inmigrantes que viajan a zona endémica para visitar a familiares y amigos.
El riesgo de contraer la EC durante el viaje es bajo, aunque hay que considerar factores como el tipo de viaje, la duración, la estancia en zonas rurales y el tipo de alojamiento.
Debe aconsejarse a toda persona que haya estado en zona endémica de EC y que al regreso de su viaje presente síntomas de malestar, fiebre, erupción cutánea, dolor abdominal o cualquier otro síntoma que acuda a su médico.
La APS será responsable del estudio de los familiares u otras personas del entorno del paciente con EC que hayan sido expuestas a los mismos riesgos epidemiológicos.
Los autores declaran no presentar conflictos de intereses en relación con la preparación y publicación de este artículo.
ABREVIATURAS: APS: Atención Primaria de Salud; BNZ: benznidazol; EC: enfermedad de Chagas; ECG: electrocardiograma; IgG: inmunoglobulina G; IMC: índice de masa corporal; NF: nifurtimox.
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