Vol. 11 - Num. 16
Endocrinología pediátrica
aPediatra. Servicio de Endocrinología Pediátrica. Hospital Universitario La Paz. Madrid. España.
Cómo citar este artículo: González Casado I. Diabetes tipo 1: el pediatra y los nuevos tratamientos. Rev Pediatr Aten Primaria. 2009;11 Supl 16:s205-s215.
Publicado en Internet: 31-10-2009 - Número de visitas: 16526
Resumen
La mejora del control glucémico en los pacientes con diabetes mellitus tipo 1 reduce el riesgo de complicaciones vasculares a largo plazo, incluso en la edad pediátrica, sobre todo cuando se realiza un tratamiento intensivo con múltiples dosis de insulina o con sistemas de infusión subcutánea continua de insulina (bombas). A cualquier edad el objetivo debe ser realizar una sustitución insulínica lo más fisiológica posible, intentando conseguir controles glucémicos óptimos.
Sin embargo, las insulinas tradicionales presentan ciertas limitaciones clínicas que han llevado al desarrollo de nuevos análogos de insulina, de acción rápida y prolongada, que han permitido cierta mejoría en el cuidado de la diabetes.
Palabras clave
● Análogos de acción prolongada ● Análogos de acción rápida ● Diabetes mellitus tipo 1 ● Multiples dosis de insulina ● Sistemas de infusión subcutánea continua de insulinaLa diabetes mellitus tipo 1 (DM1) se caracteriza por el déficit absoluto de insulina secundario a la destrucción autoinmune de las células b pancreáticas. Un buen control glucémico mediante una insulinoterapia intensiva y un adecuado autocontrol, puede reducir la incidencia de complicaciones a largo plazo y retrasar la progresión de las ya existentes, incluso en la población pediátrica.
El objetivo del tratamiento insulínico en la DM1 es conseguir un adecuado control metabólico, obteniendo glucemias lo más parecidas a la normalidad. Con esto se intenta prevenir o retrasar la aparición de complicaciones crónicas, disminuir las complicaciones agudas, sobre todo las hipoglucemias, y conseguir una buena calidad de vida. Sin embargo, el control metabólico de un niño con DM1 casi nunca se acerca al estado de euglucemia de un sujeto sano: la mayoría presentan hiperglucemias a pesar del tratamiento insulínico, y los que tienen buen control glucémico sufren frecuentes episodios de hipoglucemias. Por tanto, es necesario encontrar terapias que simulen lo mejor posible el perfil fisiológico de la insulina de un páncreas normal.
En condiciones normales la célula b pancreática consigue un balance adecuado del metabolismo hidrocarbonado mediante un ajuste estrecho entre la secreción de insulina y los niveles de glucosa. Se realiza a través de una secreción continua de insulina entre comidas y durante la noche (también denominada secreción basal) y una secreción aguda en respuesta a los alimentos (secreción prandial)1. En el momento actual, la mejor estrategia de tratamiento insulínico es el “régimen basal-bolus”: los requerimientos basales de insulina a lo largo de 24 horas se cubren con insulina de acción prolongada o por sistemas de infusión continua (bombas de insulina), y las ingestas mediante la administración de insulinas de acción rápida.
Los avances en genética molecular (tecnología de ADN recombinante) han permitido sustituir la insulina de origen animal por la insulina humana, y la síntesis de nuevas moléculas dirigidas a un mejor control glucémico. En los últimos años se han ido incorporando al mercado distintos tipos de análogos de insulina (de acción rápida y de acción lenta) cuya respuesta resulta más predecible que la de sus homólogos (insulina regular e insulina NPH, respectivamente)2.
En el momento actual hay diferentes tipos de insulinas con distintos perfiles de acción que se utilizan de forma asociada para imitar el patrón de secreción fisiológica (tabla I).
Se utilizan fundamentalmente para el control de las glucemias postprandiales, para corregir la hiperglucemia incidental y para el tratamiento ambulatorio de situaciones con cetosis.
Aunque no remeda la secreción fisiológica de insulina, se puede usar asociada a insulina intermedia o a análogos de acción lenta o en perfusiones de insulina vía intravenosa.
El inicio de su acción es tardío (a la media hora), con un “pico” importante entre 1-2 horas, y una duración prolongada (de 5 a 6 horas). Por este motivo se debe administrar media hora antes de las comidas y es necesario tomar alguna cantidad de hidratos de carbono a las 2-3 horas de su administración para evitar hipoglucemias tardías. Inconvenientes que desaparecen con la utilización de los análogos de acción rápida.
La modificación de la estructura molecular de la insulina regular (porción C-terminal de la cadena B) logra características farmacocinéticas diferentes, con un comienzo de acción más rápido y un perfil de actividad más corto, que se atribuye a la reducción de la capacidad de autoasociación para formar hexámeros y a una mayor velocidad de disociación de los mismos en el tejido subcutáneo3.
El inicio de acción más rápido de estas insulinas permite su administración justo antes de las comidas, e incluso ha demostrado su eficacia administrada tras las tomas, motivo por el que se utiliza en niños pequeños con ingestas caprichosas4.
Su vida media es menor, su acción resulta más predecible y reduce la tasa de hipoglucemias con mejor control de la glucemia postprandial5.
En la actualidad disponemos de tres AAR: la insulina lispro (Humalog®), la insulina aspártico (Novorapid®) y la insulina glulisina (Apidra®). El perfil farmacocinético de las tres es similar, aunque en la práctica muestran algunas pequeñas diferencias.
El mejor control de la glucemia postprandial, obtenido con los AAR, solo se traduce en una mejoría del control metabólico si se asocia a la sustitución adecuada de la insulina basal8. La insulina basal ideal sería aquella de larga duración, que no tuviera pico de acción, reproducible y que imitara la secreción de insulina interprandial de los sujetos sanos. En el momento actual como insulinas basales se pueden utilizar las insulinas de acción intermedia o los análogos de acción prolongada.
Se obtiene tras la adición de protamina a la molécula de la insulina, consiguiendo una curva de acción lenta. Tiene un perfil de actividad con una duración inferior a 12 horas que obliga a administrarla varias veces al día. Además, presenta gran variabilidad de absorción y acción (tanto inter- como intraindividual de hasta un 68%)9 que dificulta en muchas ocasiones su manejo. Por otro lado, su pico de acción pronunciado incrementa el riesgo de hipoglucemias tardías, especialmente durante la noche, y obliga a horarios de ingesta más rigurosos10.
Los dos análogos de acción prolongada que existen en la actualidad presentan un perfil de actividad más fisiológico: menor pico de acción y actividad más predecible, y por tanto son mejores sustitutos de la insulina basal. Son la insulina glargina y la insulina detemir.
Insulina glargina (Lantus®)
Se obtiene mediante técnicas de recombinación genética, al añadir a la insulina humana dos moléculas de arginina en la región C-terminal de la cadena B y sustituir la asparagina por glicina en la posición A21 de la cadena A. Cuando se administra por vía subcutánea forma un microprecipitado al pH del tejido celular subcutáneo, lo cual retrasa su absorción y aumenta su duración, permitiendo un aporte constante de insulina que remeda mejor la secreción basal de insulina fisiológica11. El inicio de la actividad es a las 2 horas, la duración de 22 horas con una acción bastante plana y una variabilidad cercana al 48%7. El mayor riesgo de hipoglucemia ocurre a las 6-8 horas de su administración12, por eso algunos pacientes se la administran por la mañana o al mediodía, en vez de por la noche, para evitar hipoglucemias nocturnas. La insulina glargina es igual de eficaz administrada a cualquier hora del día13. Esta insulina no se puede mezclar con otras insulinas.
Insulina detemir (Levemir®)
Análogo de insulina soluble obtenido por la unión a la molécula de la insulina de un ácido graso (ácido mirístico) que se liga a los receptores presentes en la albúmina de forma reversible, de manera que enlentece su absorción y se prolonga su acción. Esta insulina se une a la albúmina en un 98%, y solo su fracción libre puede actuar sobre los receptores de insulina de las células diana. Es soluble a pH neutro, por lo que tras su inyección subcutánea permanece líquida y, por tanto, con menor variabilidad en su absorción7. Tiene menos potencia hipoglucemiante que la insulina NPH, obtiene mejores niveles de glucemia en ayunas, con menos variabilidad y menor ganancia de peso14. En el niño y el adolescente hay que administrarla dos veces al día, ya que su duración de hasta 20 horas solo se alcanza con dosis altas.
En la DM1 las pautas de insulina deben ser individualizadas y adaptadas a las características y perfil glucémico de cada paciente. La insulinoterapia forma parte del tratamiento global, en el que a través de la educación diabetológica se obtienen los conocimientos necesarios para realizar correctamente cambios en la dieta, el ejercicio y/o la insulina, con el objetivo de mantener glucemias lo más cercanas a la normalidad. Esto exige realizar autoanálisis de glucemia capilar varias veces (media de 5-6 controles glucémicos al día), para conocer su situación metabólica y poder alcanzar los objetivos del tratamiento. Esta monitorización y autocontrol es uno de los pilares fundamentales del tratamiento.
La elección del tipo de insulina y el régimen de administración varía en función de: edad del paciente, duración de la diabetes, estilo de vida, capacidad familiar y personal de aprendizaje, cumplimiento terapéutico y cobertura, y capacitación de la unidad de diabetes pediátrica. En la edad pediátrica es necesario con frecuencia cambiar de un régimen insulínico a otro para conseguir los objetivos terapéuticos deseados.
Los valores de glucemia recomendados en los niños con DM1 son los siguientes:
Cualquier cifra que se encuentre por encima de estos valores se considera hiperglucemia, y cualquier cifra por debajo de 70 mg/dl, se considera hipoglucemia. Hoy día, con los sistemas de infusión continua de insulina subcutánea, los objetivos glucémicos tienden a ser más bajos, intentando ser más parecidos a la normalidad. En cualquier caso, estos objetivos deben ser individualizados, evitando sobre todo las hipoglucemias en los niños más pequeños.
La dosis inicial de insulina depende de la edad al diagnóstico, del estadio puberal y de la presencia o no de cetosis o cetoacidosis al debut de la enfermedad.
En caso de cetoacidosis la insulina recomendada es la regular en perfusión intravenosa continua a 0,05-0,1 UI/kg/hora. Si existe cetosis sin acidosis puede iniciarse, bien con este tratamiento, o con insulina regular o con AAR por vía subcutánea, entre 0,1 y 0,3 UI/kg/dosis. En caso de hiperglucemia aislada sin cetosis puede valorarse el inicio con pauta basal-bolus, siendo las necesidades de insulina menores que si existe cetosis.
En general, las necesidades diarias de insulina son las siguientes:
Una vez conseguido el ajuste inicial, la dosis diaria de insulina se repartirá en un 40-60% como insulina basal, bien con análogos de acción prolongada (glargina o detemir) o con insulina intermedia, y el resto como insulina prandial con insulina de acción rápida (regular o AAR) antes de cada comida. Las dosis se ajustan a las glucemias pre- y postprandiales y nocturnas.
En algunas etapas de la vida, como en la pubertad, se precisan dosis de insulina más elevadas para conseguir un buen control metabólico, debido a la insulinorresistencia que existe en esta etapa del crecimiento.
Las pautas más habituales en Pediatría son las que combinan insulina de acción intermedia o análogos de acción prolongada, con insulina regular o AAR de 3 a 5 dosis diarias.
1. Pautas con insulina intermedia
La insulina NPH se sigue utilizando sobre todo en menores de 6 años en los que, en la actualidad, no está recomendado el uso de análogos de acción prolongada.
Se puede utilizar solo en fases muy iniciales de la diabetes en el niño prepuberal con secreción residual de insulina. Con 2 dosis de insulina intermedia y regular o AAR antes del desayuno y antes de la cena o merienda. El reparto de la dosis es aproximadamente 2/3 por la mañana y 1/3 en la cena/merienda (el 70% suele ser NPH y el 30% de rápida).
Se administra NPH e insulina regular o AAR antes del desayuno, comida y cena. Las dosis de insulina intermedia deben estar separadas al menos 6-7 horas.
Cuando el tiempo entre comidas es inferior a 6 horas puede ser suficiente la administración de insulina regular. Por ejemplo, entre el desayuno y la comida en el niño pequeño.
Se desdobla la insulina de la cena en rápida (regular o AAR) antes de la cena e insulina NPH 2-3 horas después. Hasta la aparición de los análogos de acción prolongada ha sido la pauta más utilizada durante la pubertad.
En los niños pequeños se puede conseguir un buen control con insulina regular antes del desayuno, la comida y la cena, no separadas más de 5 horas, e insulina NPH 2 ó 3 horas después de la cena.
2. Pautas con análogos de insulina de acción prolongada
Son una buena opción para el aporte de la insulinemia basal por su mayor duración, su menor variabilidad inter- e intraindividual y menor pico máximo de acción. Reducen el riesgo de hipoglucemias, sobre todo nocturnas. En los niños se utilizan siempre asociadas a 3-4 inyecciones de insulina de acción rápida (generalmente AAR) para cubrir las diferentes ingestas a lo largo del día (sobre todo desayuno, comida, merienda y cena).
a) Pauta con insulina glargina
Se recomienda administrar insulina Lantus® subcutánea una vez al día, normalmente al irse a la cama. En caso de hipoglucemias nocturnas, que no sean por exceso de dosis, se puede cambiar su administración a la comida o el desayuno9.
Para disminuir el riesgo de hipoglucemia cuando se cambia de una pauta con insulina NPH a Lantus® la dosis inicial de insulina glargina será el 80% de las unidades aportadas como insulina NPH.
La insulina glargina no se puede mezclar con las restantes insulinas por su pH ácido, lo que supone un total de 4-6 inyecciones de insulina al día. Este problema se contrarresta con una clara ventaja de libertad de horario, dado que los AAR coinciden con las comidas, pero puede llevar a la omisión de alguna dosis de insulina rápida, sobre todo en la adolescencia, con empeoramiento del control metabólico.
b) Pauta con insulina detemir
Se inicia con 2 dosis de insulina Levemir® al día: ajustadas a las necesidades basales diurnas y nocturnas, o en 2 dosis iguales antes del desayuno y la cena. Además hay que aportar AAR preingesta, como se ha comentado con Lantus®.
A veces, en niños impúberes, con los análogos de acción lenta se puede utilizar insulina regular en vez del AAR, sobre todo en la comida, si no se quieren pinchar en la merienda o en el desayuno, si quieren tomar hidratos de carbono a media mañana.
Para cubrir el fenómeno del atardecer (aumento de las necesidades de insulina por la tarde) generalmente es necesario administrar un AAR en la merienda, aunque el niño o el adolescente no meriende.
3. Terapia con bombas de infusión continua de insulina (ISCI)
Es un sistema que libera insulina de manera continua en el tejido celular subcutáneo logrando una insulinemia basal; el sistema además libera insulina de forma intermitente (“bolus”) previamente a las comidas para evitar la hiperglucemia postprandial, o para corregir las hiperglucemias accidentales. Solo se utilizan insulinas AAR.
La bomba es programada por el paciente o sus padres, después de una intensa educación diabetológica, para aportar: las necesidades basales de insulina ajustadas a las necesidades individuales de cada sujeto, y los bolus de insulina, activados por el propio paciente, para cubrir las comidas y corregir las hiperglucemias ocasionales.
Este tratamiento es una alternativa en pacientes motivados que no logran un buen control glucémico a pesar de múltiples dosis de insulina subcutánea, en diabéticos con hipoglucemias graves o con un importante “fenómeno de alba”, o en ocasiones para mejorar la calidad de vida.
Los menores de 10 años necesitan la supervisión continua de un adulto.
Para corregir las hiperglucemias accidentales se recomienda usar AAR, aunque puede también utilizarse insulina regular.
El índice o factor de sensibilidad indica cuánto disminuye la glucemia (en mg/dl) una unidad de insulina de acción rápida. Se calcula mediante un cociente en cuyo numerador figura un número fijo (1.800 si se utiliza AAR y 1.500 si es insulina regular) y el denominador es el número total de unidades de insulina al día que el niño necesita.
Hay que tener en cuenta que cuando el paciente presenta cetosis las necesidades de insulina pueden ser mayores.
La dosis de insulina correctora (número de unidades de AAR a administrar en caso de hiperglucemia, aproximadamente cada 3 horas) se calcula mediante el cociente:
Los análogos de insulina han aumentado el abanico de posibilidades para diseñar estrategias de insulinoterapia adaptadas a la edad y el estilo de vida de cada niño y adolescente con diabetes, para conseguir los objetivos de tratamiento propuestos.
Sin embargo, el manejo de la diabetes no es solo un régimen insulínico. Precisa de un equipo multidisciplinario de atención diabetológica pediátrica que, mediante la educación diabetológica, instruya al niño o al adolescente y a su entorno a manejar los pilares básicos del tratamiento (insulina, dieta y ejercicio a través de un correcto autocontrol), tanto en su vida cotidiana como en aquellas situaciones extraordinarias que requieran ajustes del mismo.
La autora declara no presentar conflictos de intereses en relación con la preparación y publicación de este artículo
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