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Vol. 11 - Num. 41

Originales

Importancia de la vigilancia del desarrollo psicomotor por el pediatra de Atención Primaria: revisión del tema y experiencia de seguimiento en una consulta en Navarra

María José Álvarez Gómeza, J Soria Aznarb, José Galbe Sánchez-Venturac, Grupo de Pediatría para el Desarrollo de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria

aPediatra. CS Mendillorri. Servicio Navarro Salud-Osasunbidea. Navarra. España.
bPediatra. CS Chantrea. Servicio Navarro Salud-Osasunbidea. Navarra. España.
cPediatra. CS Torrero La Paz. Zaragoza. España.

Correspondencia: MJ Álvarez. Correo electrónico: malvareg@cfnavarra.es

Cómo citar este artículo: Álvarez Gómez MJ, Soria Aznar J, Galbe Sánchez-Ventura J, Grupo de Pediatría para el Desarrollo de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria. Importancia de la vigilancia del desarrollo psicomotor por el pediatra de Atención Primaria: revisión del tema y experiencia de seguimiento en una consulta en Navarra. Rev Pediatr Aten Primaria. 2009;11:65-87.

Publicado en Internet: 31-03-2009 - Número de visitas: 23347

Resumen

La detección precoz de los niños con retrasos/trastornos del desarrollo o con factores de riesgo para dicho desarrollo, es importante en nuestra práctica como pediatras de Atención Primaria. La vigilancia del desarrollo en las visitas de salud programadas, constituye una oportunidad ideal para la identificación precoz de los niños con problemas de desarrollo de cara a realizar una derivación a tiempo para un diagnóstico preciso y para recibir Atención Temprana.

Presentamos un estudio retrospectivo de 472 niños nacidos entre 1996 y 2002, seguidos durante 6 años, en una consulta de Pediatría de Atención Primaria en Navarra. El 8,68% de los niños de 0-6 años presentaron retrasos/trastornos del desarrollo o tenían factores de riesgo para el mismo. A lo largo del seguimiento el 51,21% de ellos han padecido problemas del desarrollo. Añadiendo en el seguimiento a 6 años a la población infantil restante, que no parecía necesitar una vigilancia especial, el 11,2% de niños de 0-6 años presentaron problemas del desarrollo o trastornos de aprendizaje.

Palabras clave

Atención Temprana Cribado del desarrollo Monitorización del desarrollo Retrasos del desarrollo Trastornos del desarrollo Vigilancia del desarrollo

Nota:

dComponentes: Pilar Abenia Usón, María José Álvarez Gómez, Teresa Arana Navarro, José Galbe Sánchez-Ventura, Beatriz Garnica Martínez, Juan José Morell Bernabé, Ana Pérez Salas, Antonio Pons Tubío, Rosa Rodríguez Posadas, Juan Carlos Sanguino Fabre, Jesús Soria Aznar.

Introducción

La detección precoz de los problemas del desarrollo es un procedimiento diseñado para identificar aquellos niños que deben recibir una valoración más exhaustiva –un diagnóstico– de un posible retraso o trastorno del desarrollo.

En Estados Unidos se utiliza más acertadamente el término “vigilancia del desarrollo“ (surveillance) para describir esta actuación tan propia de la Pediatría; y que Dworkin describe como “un proceso continuo, flexible, a través del cual profesionales con conocimientos y entrenamiento realizan observaciones de los niños durante las revisiones de salud” y cuyos componentes serían entre otros: “saber inquirir y atender a las preocupaciones de los padres, obtener la historia del desarrollo, hacer observaciones precisas del niño y compartir opiniones y preocupaciones con otros profesionales pertinentes”1.

Sin embargo, a pesar de que hace más de tres décadas que profesionales como Illingworth y Haggerty señalaron una nueva morbilidad en la práctica pediátrica en forma de problemas del desarrollo, de la conducta o del ámbito psicosocial, así como la necesidad de que el pediatra adquiriese nuevas habilidades para su diagnóstico, todavía resulta difícil de precisar en la actualidad cuál es la mejor manera de identificar a los niños con dichos problemas del desarrollo1,2.

Terminología: “retraso” o “trastorno” del desarrollo

Ambos términos implican que un niño no alcanza un desarrollo similar al de la mayoría de sus pares de la misma edad cronológica. Sin embargo, son términos que implican entidades diferentes3:

  • Retraso y retardo del desarrollo son sinónimos y tienen que ver con una demora o lentitud en la secuencia normal de adquisición de los hitos del desarrollo.
  • Trastorno y alteración del desarrollo son también sinónimos pero se refieren, en cambio, a una perturbación, cambio en la esencia o patrón anormal del desarrollo.

En el retraso del desarrollo no hay nada intrínsecamente anormal, ya que los hitos madurativos se cumplen en la secuencia esperada solo que de forma más lenta, de modo que se comporta como un niño menor respecto a su edad cronológica. Sin embargo, en el caso del trastorno del desarrollo el patrón no se produce en la secuencia esperada, siendo intrínsecamente anormal para cualquier edad; el paradigma de los trastornos del desarrollo es el autismo.

Por otra parte, el retraso puede afectar a una sola área del desarrollo –por ejemplo la motricidad o el lenguaje–. Pero cuando el retraso afecta a dos o más áreas del desarrollo hablamos de retraso global del desarrollo4.

En nuestro país se emplea el término retraso psicomotor como sinónimo de retraso del desarrollo5, mientras que en Latinoamérica se denomina retraso madurativo3.

Lo más importante, quizás, es que el término retraso del desarrollo es un diagnóstico temporal, hasta que puede establecerse un diagnóstico definitivo a través de pruebas formales, ya sea de normalidad si el retraso se resuelve con el tiempo, o bien de deficiencia mental u otra patología6. Esto nos obliga a ser cautos, especialmente en los casos de retraso leves, y también a no utilizar dicho término más allá de los 3 o como mucho de los 5 años de edad del niño cuando ya se pueden realizar test que miden la capacidad intelectual5,7.

Importancia del problema: incidencia y prevalencia de los problemas del desarrollo

En Estados Unidos se estima que entre un 1 y un 3% de los niños menores de 5 años presentan retraso del desarrollo4; y que el 5-10% de la población pediátrica sufre alguna “discapacidad del desarrollo”4,8. Si añadimos los problemas de comportamiento, resulta que el 12-16% de los niños padece problemas de desarrollo o de conducta9 y la prevalencia aumenta hasta el 16,8% si consideramos los 15 primeros años de edad10. Es decir, en Norteamérica se diagnostican problemas del desarrollo y/o de comportamiento en 1 de cada 6 niños.

En España, la encuesta sobre discapacidades, deficiencias y estado de salud realizada por el Instituto Nacional de Estadística en 1999 concluye que el 2,24% de niños de 0 a 6 años de edad tiene una limitación; el 2,5% de niños de esta edad tiene un trastorno del desarrollo que no va a derivar forzosamente en discapacidad y otro 2,5% de niños presenta riesgo biológico o social de padecer un trastorno11. Se prescinde en este trabajo del estudio pormenorizado de las discapacidades de los niños, alegando la dificultad que tiene su detección a estas edades. De cualquier modo estas cifras nos sitúan ante más de un 7% de niños que precisan seguimiento y/o tratamiento en nuestras consultas. Puede, por tanto, deducirse que estamos ante un problema de salud infantil verdaderamente prevalente.

Material y métodos

Presentamos nuestra experiencia en una consulta de Pediatría de Atención Primaria –Centro de Salud de Mendillorri– en la ciudad de Pamplona. La muestra está constituida por 472 niños de 06 años nacidos entre 1996 y 2002 y seguidos hasta la actualidad en dicha consulta.

Para la vigilancia del desarrollo se utilizó la anamnesis a los padres y la observación directa del niño en consulta, así como la Escala de Haizea-Llevant12como instrumento de cribado para las edades 0-5 años. En los niños con sospecha de problemas de desarrollo se utilizó como instrumento de diagnóstico para las edades 0-30 meses el test de Bayley13. Para el seguimiento en edades superiores se utilizó la anamnesis a los padres y la observación directa del niño en consulta y psicometría convencional de los niños con sospecha de patología, realizada por los orientado-res escolares del centro académico de los casos.

Resultados

De esa cohorte, 41 niños presentaron retrasos y/o problemas del desarrollo o bien se encontraban en situación de riesgo –biológico y/o social– para el desarrollo (tabla I). En estos últimos se realizó un seguimiento más estrecho por parte del pediatra, y algunos casos requirieron algún tipo de tratamiento específico. En conjunto, el número de casos detectados en nuestra consulta supone el 8,68% de la población general de 0-6 años (figura 1).

Niños con problemas de desarrollo o con factores de riesgo para el desarrollo

Población infantil 0-6 años (n= 472) con retraso/trastorno del desarrollo o en situación de riesgo

Respecto al tratamiento, 22 niños (54%) precisaron vigilancia por el pediatra de Atención Primaria (AP): en 8 niños (36%) únicamente fue necesario hacer seguimiento del desarrollo sin ninguna intervención y en los 14 casos restantes (64%) el pediatra dio a los padres pautas sobre la estimulación del niño siguiendo el programa de evaluación y ejercicios para bebés y niños pequeños con necesidades especiales (“Currículo Carolina”)14. El otro 46% de niños precisaron derivación para tratamiento más específico, bien al Centro Base del Instituto Navarro de Bienestar Social, o bien a Rehabilitación, Psiquiatría Infantojuvenil, escuelas infantiles o una combinación de estos recursos.

Respecto a la evolución, 7 niños han cambiado de domicilio y se ha conseguido contactar nuevamente con 6 de ellos; esto supone que hay un 2,4% de casos perdidos en la muestra.

De los niños con retrasos/problemas del desarrollo o en situación de riesgo para dicho desarrollo, 21 casos (51,21% de la muestra) han evolucionado con algún tipo de patología (tabla II). Esto representa el 4,4% de la población general de 0-6 años (figura 2).

Evolución de los niños con problemas de desarrollo o con factores de riesgo para el desarrollo

Evolución de la muestra

Hay que resaltar que evolucionaron hacia algún tipo de patología tanto los niños con factores de riesgo (54% de casos) como los niños que carecían de factores de riesgo (50% de estos). También que de los niños que no accedieron a tratamiento de Atención Temprana el 36,3% evolucionó hacia algún tipo de patología.

Es interesante además valorar la evolución del resto de los niños de 0-6 años que no precisaron seguimiento especial por el pediatra de AP. De ellos, 32 niños presentaron también problemas del desarrollo a lo largo de estos 6 años de seguimiento: 13 niños padecen trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH); 10 niños, trastorno específico de aprendizaje; 5 niños, con cociente intelectual límite o deficiencia mental ligera; y 4 niños, un trastorno específico de lenguaje.

Lo que supone finalmente que a lo largo de estos años de evolución el 11,2% de la población de niños de 0-6 años presenta algún tipo de problema del desarrollo (figura 3).

Evolución de la población general

Discusión

Importancia del diagnóstico precoz de los problemas del desarrollo

Nuestra muestra confirma la alta prevalencia de problemas del desarrollo que se refieren en estas edades. Pero, ¿es importante el diagnóstico precoz de los mismos? Ciertamente no existe “cura” para todos los casos de alteraciones del desarrollo pero el tratamiento puede optimizar el curso del mismo y mejorar el pronóstico de estos niños y la calidad de vida de sus familias15. Podemos actuar a varios niveles:

  • Prevención primaria: actuación sobre los niños de riesgo biológico y/o social mediante la disminución de dichos factores de riesgo y el incremento de los factores protectores.
  • Prevención secundaria: actuación sobre los niños con retraso del desarrollo mejorando su funcionamiento y disminuyendo el grado de retraso.
  • Tratamiento compensador: actuación sobre niños con discapacidades establecidas (síndrome de Down, parálisis cerebral infantil, etc.), no podemos cambiar la patología pero podemos mejorar la calidad de vida del niño y su familia.

Actualmente, el tratamiento –conjunto de actuaciones– disponible recibe el nombre de Atención Temprana (aunque ya desde finales de los años 70 y con mayor énfasis en la década de los 80 se implantaron en nuestro país numerosos centros dedicados a la detección precoz, diagnóstico y tratamiento de niños con problemas en el desarrollo y que recibieron entonces el nombre de “centros de estimulación precoz”).

Se entiende por Atención Temprana el conjunto de intervenciones dirigidas a la población infantil de 0-6 años, a la familia y al entorno, que tienen por objetivo dar respuesta lo más pronto posible a las necesidades transitorias o permanentes que presentan los niños con trastornos en su desarrollo o que tienen riesgo de padecerlos16.

La importancia del diagnóstico y de la atención, ambos precoces, estriba en que hay evidencia de los beneficios de la Atención Temprana y, por tanto, posibilidad de mejorar el pronóstico de estos niños16-19, si bien es cierto que hay una extraordinaria variabilidad entre los distintos programas de intervención evaluados, lo que hace que las conclusiones sobre su eficacia estén todavía en proceso de investigación. En líneas generales los metaanálisis concluyen que la Atención Temprana tiene un efecto positivo, aunque moderado, que es más eficaz cuando los programas son estructurados, intensos e incluyen a la familia; con efectos más manifiestos a corto y medio plazo. En la actualidad hay solo dos programas de buena calidad metodológica con un seguimiento lo suficientemente largo: el Abecedarian Project20,21 y el Infant Health Development Project22, con un seguimiento a 21 años y 18 años respectivamente, que apuntan que estos efectos, si bien moderados, se mantienen a más largo plazo.

Los factores de riesgo para el desarrollo pueden ser de índole biológico o social y están claramente definidos en el Libro Blanco de la Atención Temprana (tabla III)16. Recientemente, la Federación Estatal de Asociaciones de Profesionales de la Atención Temprana (GAT) ha establecido, también, una nueva forma de clasificación: ODAT (organización diagnóstica para la Atención Temprana)23.

Factores de riesgo para el desarrollo

Factores de riesgo para el desarrollo

Según cifras de la OMS entre un 3 y un 5% de los embarazos se consideran de alto riesgo y un 12% son de riesgo moderado; un 10-12% de recién nacidos precisan ingreso en una unidad neonatal y un 3-5% de recién nacidos son de riesgo neurológico24. Pues bien, pese a los adelantos en la asistencia neonatal en estos últimos años, parece que estas cifras se mantienen estables a lo largo del tiempo y, según estudios en nuestro entorno, el 4-4,4% siguen siendo neonatos de riesgo neurosensorial25.

En Estados Unidos el acceso a los servicios de Atención Temprana para los niños con discapacidades, con problemas de desarrollo o en situación de riesgo de padecerlos está legislado26; pese a todo ello, solo el 2,3% de los niños menores de 3 años recibe atención temprana en este país (variaciones entre el 1,28-7,09% en diferentes estados) cuando el 5,87% de niños precisa este tipo de atención en preescolar2,27 lo que nos indica que los niños que participan de los programas de Atención Temprana representan solo una pequeña proporción de los niños con problemas del desarrollo o lo que es lo mismo: no se identifica un número significativo de niños que podrían beneficiarse de esta intervención.

En España, con la Ley de Integración Social de los Minusválidos (LISMI) de 1982 se hace ya mención a la prevención y pronta actuación ante la aparición de deficiencias, pero no es hasta que comienzan a aparecer las leyes de servicios sociales de las distintas comunidades autónomas cuando hay ya una referencia expresa a estos servicios. Inicialmente se denominaron “estimulación precoz” y se venían dispensando fundamentalmente en los centros base del entonces INSERSO. Actualmente no hay una uniformidad en la atención entre las diversas comunidades –tanto a nivel de prestaciones como de población infantil a atender–. Finalmente, algunos de los propios profesionales de Atención Temprana se han organizado bajo la denominación de Grupos de Atención Temprana (GAT), y tras reunirse en la sede del Real Patronato sobre Discapacidad en Madrid han elaborado el Libro Blanco de la Atención Temprana para intentar crear una regulación que palie tantas diferencias entre las comunidades16.

En nuestra comunidad (Navarra) la Atención Temprana a los niños residentes en Pamplona se realiza, para el tramo de edad 0-3 años, en el centro base dependiente del Instituto de Bienestar Social, y para el tramo de edad comprendido entre los 3-6 años se prestan los apoyos educativos necesarios en los colegios dependiendo del Departamento de Educación28; los niños de 0 a 6 años en otras zonas básicas de la provincia (Tudela, Estella, zonas de la Barranca, zona norte de Navarra, Tafalla y Sangüesa) reciben Atención Temprana además a través de ANFAS (Asociación Navarra en favor de las personas con discapacidad intelectual) mediante acuerdos de colaboración con el Instituto de Bienestar Social29.

En nuestro país la campaña de orientación y sensibilización sobre desarrollo infantil y Atención Temprana, fruto de la colaboración entre FEAPS (Confederación Española de Organizaciones a favor de las personas con discapacidad intelectual), la AEP (Asociación Española de Pediatría) y la Obra Social de Caja Madrid estiman que más del 7% de niños de 0 a 6 años pueden requerir Atención Temprana30 y nos recuerda, nuevamente, la gran desigualdad existente entre comunidades.

¿Qué profesional debe realizar el diagnóstico de los problemas del desarrollo?

Realmente puede ser realizado por cualquier profesional de la salud, la educación o los servicios sociales, pero parece que el pediatra de Atención Primaria (AP) es el profesional más idóneo para hacer el seguimiento del desarrollo infantil9,31,32. Su papel es crucial por la posibilidad para hacer un diagnóstico precoz, lo que ha llevado a las sociedades científicas a recomendar que todos los niños tengan un cribado de retraso de desarrollo periódicamente en el contexto de las visitas de AP4,9,32. Esto es particularmente cierto en el modelo pediátrico de AP en nuestro país, donde somos el primer –y a veces único– referente para muchos niños y familias, tenemos una extraordinaria accesibilidad, conocemos el entorno del niño, tenemos la oportunidad de hacer un seguimiento prolongado de los niños hasta la adolescencia y, además, porque la familia demanda y respeta nuestra autoridad en estos temas.

No obstante, esto también supone que la responsabilidad del diagnóstico precoz recae sobre el pediatra, de quien las propias sociedades científicas y los padres esperan que tenga un vasto conocimiento –que sea un experto– en el campo del desarrollo infantil, que tenga las herramientas necesarias para llegar al diagnóstico, que sepa administrarlas e interpretarlas, que tenga conocimiento sobre los recursos disponibles en su comunidad para tratar estos problemas y que se pueda coordinar con especialistas de otras disciplinas, educación, servicios sociales, atención hospitalaria, etc., que atienden a los niños y a sus familias.

Nada más lejos de ser sencillo. Uno de los grandes retos al evaluar el desarrollo infantil –especialmente en los primeros años– es definir qué constituye la “anormalidad”. Un referente de la Neuropediatría como Aicardi nos recuerda que como pediatras hemos sido formados a partir de casos patológicos, sin haber podido ver qué evolución tuvieron esos niños antes de llegar al diagnóstico, y cuando trabajamos como pediatras de AP tenemos que dilucidar si lo que vemos es preludio de un trastorno del desarrollo o se trata simplemente de una variante benigna del mismo33.

La extraordinaria variabilidad interindividual es, además, la regla en el desarrollo infantil. De hecho, cuanto más complejo es el hito, más amplio es el rango de edad en que puede ser adquirido; así, todos sabemos que los niños adquieren, por ejemplo, la sedestación en un estrecho margen de tiempo, mientras que las primeras frases pueden aparecer a cualquier edad entre los 18 meses y los 3 años. Estos márgenes nos obligan a ser prudentes en nuestros diagnósticos; por poner un ejemplo se establece que la marcha autónoma se adquiere entre los 10 y los 16 meses, pero un niño que la adquiera a los 10 meses puede padecer quizá un trastorno por déficit de atención con hiperactividad y otro que inicia la deambulación tan tarde como a los 20 meses puede ser un niño normal e incluso con alta inteligencia pero con historia familiar de marcha autónoma tardía33.

Además, la misma terminología “retraso psicomotor” nos indica hasta que punto cargamos la tinta en lo “motor” siendo este aspecto peor predictor del desarrollo que aquellas otras capacidades que están cargadas con más intencionalidad y con más significación cognitiva o relacional que el tono o los hitos puramente motrices33,34 y que estamos menos acostumbrados a valorar los pediatras.

Con todas estas premisas, sin embargo, en Estados Unidos se constata que, antes de entrar en la escuela infantil se identifican menos del 30% de niños con trastornos del desarrollo8,35,36. Es importante conocer las barreras que existen para la detección y/o derivación de los problemas del desarrollo: en las encuestas realizadas el 82% de los pediatras norteamericanos aduce que el principal obstáculo para el diagnóstico de los problemas del desarrollo es la falta de tiempo en las consultas, el 81% demanda más conocimientos sobre el proceso de Atención Temprana y los recursos disponibles en su comunidad y el 48% refiere falta de personal para administrar el test de cribado; derivan tan solo un 39% de los niños con problemas del desarrollo siendo otra de las barreras a la derivación la falta de información desde los servicios de Atención Temprana sobre los progresos del niño en el 36% de pediatras encuestados al respecto37; derivan más los profesionales del sexo femenino y también los pediatras más que los médicos de familia38.

En resumen, los principales motivos que limitan la detección precoz y/o el tratamiento de los problemas del desarrollo son: falta de tiempo, falta de conocimientos, falta de entrenamiento en el uso de herramientas y falta de recursos, o de conocimiento de la existencia de los mismos2,38-41, problemas todos ellos que nos resultan familiares y que tendríamos que investigar en nuestro propio medio.

¿Cómo realizar la vigilancia del desarrollo? Herramientas

Tan solo el 15-20% de los pediatras estadounidenses utilizan un instrumento normalizado para identificar a los niños con problemas del desarrollo42,43; 7 de cada 10 pediatras norteamericanos reconocen que se fían de su juicio clínico cuando por este método se diagnostican –antes de la escolarización– menos del 30% de niños con patologías como retraso mental, trastornos de lenguaje o de aprendizaje y otros problemas del desarrollo y menos del 50% de niños con problemas emocionales o de conducta.

Pero, ¿cómo vigilar y valorar el desarrollo infantil? No existe consenso sobre la manera óptima de hacer la supervisión del desarrollo psicomotor aunque la tendencia parece ser la utilización de alguna herramienta. Se recomienda empero utilizar aquellos test validados para la población de referencia o los más cercanos a ella. Así y todo, la supervisión del desarrollo psicomotor basado en escalas de desarrollo o en las preocupaciones que manifiestan los padres tiene una calidad de evidencia científica y un grado de recomendación de tipo II-2 C44.

La Canadian Guide to Clinical Preventive Health Care hace una recomendación en contra de la utilización de una de las herramientas de cribado más extendidas: el test de Denver, y afirma que la evidencia es insuficiente para aconsejar o desaconsejar la utilización de otras herramientas de cribado. Un reciente estudio de la United States Preventive Task Force concluye también que hay evidencia insuficiente para recomendar o no la utilización de instrumentos de cribado en AP para detectar problemas de lenguaje en niños hasta los 5 años de edad46. Sin embargo, no existen estudios aleatorizados sobre cribado versus no cribado en niños con las herramientas actuales43, por lo que es un tema que continúa abierto a la investigación.

Hay que distinguir entre lo que son herramientas de detección (o cribado) que se dirigen a detectar niños de riesgo y herramientas de evaluación por las que se identifican los trastornos de desarrollo específicos que afectan a los niños de riesgo identificados por el cribado.

Las herramientas de valoración del desarrollo pueden ser a su vez herramientas generales –que valoran todas las áreas del desarrollo– o específicas. Estas últimas pueden ser, a su vez, específicas para la identificación de un tipo de trastorno del desarrollo –como por ejemplo para la detección de autismo– o específicas de un área del desarrollo –como las utilizadas para la detección o valoración de los problemas de lenguaje–.

Las herramientas de evaluación están basadas en escalas de desarrollo evolutivo, siendo la más conocida la escala de Gesell de 1947, en la que se sustentan casi todas las posteriores (Griffits 1954, Bayley 1969, Uzgiris Hunt 1975, etc.) que consumen mucho tiempo y requieren bastante entrenamiento47. Antes de los 2 años de edad los test de desarrollo tienen un fuerte valor predictivo tan solo en casos de niños severa y profundamente retrasados33.

De modo que las herramientas de cribado se han desarrollado más recientemente para simplificar estos problemas y ahorrar tiempo, y, además, cumplen las normas de estandarización, fiabilidad y validez; a su vez, comparadas con el gold standard de los test de desarrollo, han demostrado una sensibilidad y especificidad entre el 70-80%, lo que es aceptable dada la complejidad y evolutividad del desarrollo infantil9,35.

Sin embargo, es tal la plétora de instrumentos y la dificultad para interpretar los resultados que, a veces, los pediatras siguen adoptando la actitud de guiarse por instinto basándose en su experiencia, o bien utilizar listados con los hitos del desarrollo u otra serie de medios informales2,41,48 pese a las recomendaciones actuales.

Además, aunque el pediatra utilice un instrumento de cribado validado, comete frecuentemente alguno de estos errores: utiliza las herramientas selectivamente en aquellos niños en los que el problema de desarrollo es ya evidente y no de forma sistemática en todos los niños que acuden a su consulta, utiliza parcialmente el instrumento comprobando solo alguno de sus ítems, o, en ocasiones, utiliza el test y detecta el problema pero adopta la actitud de esperar y ver sin referir al niño a un servicio de valoración y tratamiento41,49.

Otro argumento que se esgrime en contra de la utilización de los test de cribado es el miedo a los falsos positivos y la consiguiente sobrederivación de niños. Sin embargo, parece que el 70% de los falsos positivos en dichos test son niños que puntúan por debajo del percentil 25 en una o más variables de los test diagnósticos (inteligencia, lenguaje, conducta adaptativa y rendimiento académico); variables que constituyen los mejores predictores del éxito escolar. Por tanto, estos niños constituyen un grupo de riesgo para los que este cribado supone un beneficio al identificar casos que se pueden beneficiar de tratamientos específicos50.

Existen múltiples herramientas de cribado o de diagnóstico para los problemas de desarrollo, bien estandarizados y con aceptables niveles de sensibilidad/especificidad y, aunque muchos de ellos han sido traducidos a nuestro idioma (tabla IV) habría que realizar un ímprobo trabajo de validación de los mismos en nuestro medio.

Instrumentos disponibles en castellano

Debemos recordar que se recomienda utilizar preferentemente aquellos instrumentos estandarizados y validados para la población de referencia. En nuestro país parece aconsejable como instrumento de cribado difundir más la utilización de la escala Haizea-Llevant12, tabla de desarrollo de 0 a 5 años, estandarizada en una muestra representativa de 817 niños del País Vasco y de 1.702 niños de Cataluña. Aunque no existen estudios comparativos entre este y otros instrumentos, ni tampoco sobre la validación de otro tipo de test en población española, la validación objetiva (estadística) supone un esfuerzo tal que se piensa que es más aconsejable empezar a utilizarlos para realizar más bien una validación subjetiva –mediante el uso y comprobación de su rendimiento–.

¿Cómo llevar a la práctica la vigilancia del desarrollo en nuestra consulta?

En una encuesta nacional más del 40% de padres estadounidenses de niños menores de 3 años refiere que su hijo nunca recibió una valoración formal ni informal de su desarrollo51; aquellos padres que la recibieron manifestaron mayor satisfacción con la atención médica del niño y mayor cumplimentación en los controles de salud.

Además, según algunos estudios, parece que sigue existiendo, como en años precedentes, un desfase importante entre el momento en que los padres refieren preocupaciones sobre el desarrollo de los niños y la edad a la que estos reciben diagnóstico o tratamiento52.

La mayoría de los padres de niños con que el pediatra quitó importancia a sus alteraciones del desarrollo tienen preo-preocupaciones inicialmente o les cocupaciones a lo largo del segundo año mentó que era demasiado pronto para de vida de este, pero la valoración por afirmar si aquello era un problema53,54. un especialista no tiene lugar hasta los En general, los niños con retrasos y/o 3,5-4 años, comentando las familias problemas menos graves –y que pueden tener respuestas más significativas al tratamiento– son los menos identificados precozmente27.

Conscientes de todos estos problemas las sociedades científicas hacen recomendaciones sobre la mejor forma de realizar la monitorización del desarrollo psicomotor por el pediatra de AP9,55. Actualmente, más que una vigilancia del desarrollo se recomienda el examen sistemático de todos los niños utilizando una herramienta validada27.

La mayoría de los expertos recomienda realizar este cribado a lo largo de los 3 primeros años de vida y otros recomiendan hacer un segundo despistaje más tardío entre los 4 y los 5 años56 que serviría para detectar aquellos problemas de desarrollo más leves que pudieran dar falsos negativos en los primeros años.

La Academia Americana de Pediatría resume estas recomendaciones en un algoritmo sencillo y práctico como estrategia para ayudar a los pediatras de AP a vigilar el desarrollo de los niños desde el nacimiento hasta los 5 años55. La recomendación se resume en hacer un cribado a todos los niños, utilizando una herramienta estandarizada, en tres edades específicas: a los 9, 18 y 24 ó 30 meses, con un cribado adicional para el autismo a los 18 meses (figura 4).

Algoritmo de vigilancia del desarrollo

Aunque hay pocos estudios, parece que la implementación de esta práctica aumenta el porcentaje de cribado del desarrollo del 15% a más del 70% en las visitas de salud infantil57. Y este aumento se traduce en un incremento de las derivaciones al programa de Atención Temprana del 2,6% al 7-8% de niños después de la implementación58.

Conclusiones

Vemos en nuestra muestra que la prevalencia de retrasos/trastornos del desarrollo o situación de riesgo para el desarrollo es relevante: el 8,68% de la población general de 0-6 años atendida en nuestras consultas de Pediatría de AP. El 51,21% de ellos evolucionan hacia algún tipo de patología, lo que supondría el 4,4% de la población general entre 0 y 6 años.

El 73% de estos niños presentaban uno o más factores de riesgo biológico y/o social, pero el 27% de ellos no los tenían; en ambos grupos hubo niños que evolucionaron hacia algún tipo de patología, por lo que la vigilancia del desarrollo por parte del pediatra debe ser universal independientemente de la presencia o no de dichos factores de riesgo.

Atendiendo a la evolución de los niños que no presentaron inicialmente ni factores de riesgo ni problemas de desarrollo se produce un incremento de patología, de modo que el 11,2% de la población general de 0-6 años presenta a lo largo del tiempo algún tipo de problema del desarrollo ya sea retraso mental, TDAH, trastornos de aprendizaje, etc.

De los niños que no accedieron a tratamiento de Atención Temprana, el 36,3% evolucionó hacia algún tipo de patología. De ahí, la conveniencia de tratar no solo niños con discapacidades establecidas sino también aquellos en situación de riesgo de padecerlas como se intenta llevar a cabo actualmente en la mayoría de programas de Atención Temprana.

Actualmente existen pocos estudios sobre detección de problemas del desarrollo en nuestro medio de Pediatría de AP, por lo que es necesario seguir investigando en este sentido.

Es necesario identificar las barreras por las que existe tanta diferencia entre la prevalencia de niños con problemas del desarrollo y el retraso en su identificación.

También hay que insistir en la elaboración y utilización universal y sistemática de herramientas de cribado del desarrollo infantil de suficiente calidad, que puedan ser incorporadas fácilmente a las historias informáticas de nuestros pacientes.

Es necesario, además, entrenar a los residentes de Pediatría en la utilización de estas herramientas y estrategias que tendrán que implantar en su futuro profesional fuera del medio hospitalario.

Es preciso documentar la efectividad, a todos los niveles, de la implementación de estas u otras estrategias en nuestro medio de AP24.

Y, finalmente, es imperante adoptar políticas universales en este sentido, de modo que eliminemos las diferencias entre comunidades y logremos que todos los niños puedan acceder a los programas de intervención precozmente.

Agradecimientos

A todos los orientadores escolares que han facilitado el seguimiento de estos niños y en especial a los profesionales de nuestro centro educativo de referencia CP Mendillorri.

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CONFLICTO DE INTERESES

Los autores declaran no presentar conflictos de intereses en relación con la preparación y publicación de este artículo.

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