Vol. 26 - Num. 102
Leído. Libros, revistas e Internet
Publicado en Internet: 11-06-2024 - Número de visitas: 1312
Leí este libro por recomendación de una querida amiga pediatra, experta en el tema y prudente. Pero también porque no concibo nuestra profesión sin interés por los problemas humanos, ni concibo ser pediatra sin conocer los problemas que atañen a la infancia y la adolescencia. En este sentido, desde que en torno al 2015 emerge la categoría “menor transexual”, progresiva y vertiginosamente se crean las primeras asociaciones de padres, se populariza el tema en los medios de comunicación y se inicia el movimiento por la despatologización de la transexualidad. Y en todo este tiempo ha sido trending topic desde todos los puntos de vista, incluido el pediátrico.
Miquel Missé es sociólogo, activista trans, colabora como investigador en la Universidad de Vic y es autor de varios libros sobre diversidad sexual y de género. El título es inspirador y el texto consigue ilustrar a los profanos sin agobiar, provocando la reflexión sobre muchos aspectos probablemente desconocidos para muchos lectores entre los que me incluyo. En el epílogo Miquel dice que el libro es “una carta de amor que le ha escrito a su cuerpo”, y solo le veo una pega: que debería estar al principio del libro, porque da cuenta de la ternura y delicadeza del autor al tratar un tema tan complejo como el de la transexualidad desde su propia vivencia.
En esta obra de lectura fácil, aunque no de contenido simple, el autor transmite su posición crítica frente a la respuesta oficial mayoritaria de modificar el cuerpo. Apuesta por hablar de “malestares de género” en la infancia, abogando por un acompañamiento que no etiquete prematuramente a los menores que presentan conductas o preferencias distintas a su sexo. Explica que se puede despatologizar, aunque parezca paradójico, desde un discurso muy medicalizador y biologicista, en su opinión errado, como el que afirma que un niño de dos años puede ser transexual “porque es algo innato”.
Adopta una posición crítica con la idea generalizada de que la vida es mejor si no pareces trans, si pasas desapercibido (algo excepcional) porque has hecho un passing (adaptación del cuerpo al género sentido) perfecto, dando por supuesto que siempre debes modificar el cuerpo e iniciar cuanto antes el tratamiento hormonal. Un discurso que no tiene en cuenta que la experiencia trans no desaparece cambiando el cuerpo; que este debería ser un destino posible, un lugar habitable en un escenario en el que ser trans no sea ser un monstruo.
El autor no está en contra de los bloqueadores hormonales en menores, pero sí de que sea el único modelo de acompañamiento. Señala que el cuerpo es el lugar donde se expresa el malestar, pero no es la fuente del malestar; por tanto, no se debería idealizar la idea de que el cambio corporal da la felicidad, sino aceptar socialmente no solo ser sino parecer trans.
Especialmente importante para los pediatras es la idea de que los menores no deberían estar expuestos a una información excesiva, como visualizar videos de intervenciones quirúrgicas. Por el contrario, habría que dedicar tiempo al empoderamiento, la visibilidad y la autoestima antes de correr a cambiar el DNI o anticipar situaciones futuras en el imaginario del niño que quiere ser niña, o al revés, porque puede que solo exprese malestares de género y no que sea trans. Acompañar en estos casos es una tarea necesaria, compleja y tremendamente difícil.
La sociedad entiende que ser amigo de la gente trans es apoyar su lucha contra el cuerpo, y cualquier otra posición es tachada de transfobia. Pero no manifestarse en contra de los postulados sagrados de la transexualidad o silenciar a las personas cis (las que se identifican con el género asignado al nacer) no es positivo y le hace un flaco favor al movimiento trans.
Carmen Martínez González
Pediatra
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