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Vol. 15 - Num. 59

Colaboraciones especiales

La Beneficenza de Lorenzo Bartolini, ¿alegoría de la Pediatría?

Carmen Madrigal Díeza, Vicente Madrigal Díezb

aPediatra. CS Bezana. Cantabria. España.
bPediatra. Hospital Universitrio Marqués de Valdecilla. Santander. España.

Correspondencia: C Madrigal. Correo electrónico: c.madrigaldiez@yahoo.es

Cómo citar este artículo: Madrigal Díez C, Madrigal Díez V. La Beneficenza de Lorenzo Bartolini, ¿alegoría de la Pediatría? Rev Pediatr Aten Primaria. 2013;15:274.e115-e118.

Publicado en Internet: 13-09-2013 - Número de visitas: 11528

Resumen

La interpretación del grupo escultórico la Beneficenza, de Lorenzo Bartolini, es difícil. Las circunstancias históricas, sociales, culturales, artísticas y personales del autor permiten describir la obra como una alegoría del nacimiento de la Pediatría.

Palabras clave

Arquitectura Arte Escultura

INTRODUCCIÓN

El conjunto conocido como la Beneficenza (Fig. 1) es uno de los cinco grupos de figuras alegóricas en yeso del monumento póstumo a Nicolás Demidoff que se exponen en la Gipsoteca Bartolini de la Galería de la Academia de Florencia.

Figura 1. La Beneficenza, del monumento Demidoff. Gipsoteca Bartolini de la Galería de la Academia de Florencia

La realización del conjunto escultórico fue encargada en 1828 a Lorenzo Bartolini por los hijos del conde Demidoff a la muerte de su padre1. Las numerosas interrupciones que se produjeron en el trabajo de Bartolini durante su elaboración, iniciada en 1830, retrasaron la terminación del proyecto más de 20 años, teniendo que ser acabado por su discípulo Romano Romanelli. Finalmente fue colocado en 1871, 21 años después de la muerte de Bartolini, en el centro de la Plaza Demidoff de Florencia, donde se puede admirar hoy en día (Fig. 2).

Figura 2. Monumento póstumo a Nicolás Demidoff en Florencia

El mármol utilizado para la escultura, del tipo zuccherino, es muy delicado y frágil, por lo que su conservación se ha visto afectada, causando entre otros daños la mutilación del brazo izquierdo del niño enfermo del grupo que comentamos. Para mitigar este inconveniente, el monumento se ha protegido con una marquesina de cristal.

El grupo de la Beneficenza, el más hermoso del monumento, fue íntegramente realizado por Bartolini. En él, una mujer sentada cuida de un niño en estado crítico al que sostiene con delicadeza entre sus brazos, mientras le administra un brebaje curativo; al tiempo, otro niño sano y fuerte se apoya en ella, acogiéndose confiadamente bajo su protección. La obra, magistralmente tallada, destila sencillez, naturalidad y ternura por parte de la mujer. La perfección con que se representa el estado tóxico y agónico del niño, totalmente desmadejado en una postura que evoca a la de Cristo en La Pietà de Miguel Ángel, resulta sobrecogedora. En cambio, el estado de desfallecimiento de María, por la pena ante su hijo muerto, contrasta con la actitud resuelta de la cuidadora hacia el niño, al que, al contrario que María, lo sostiene con el brazo izquierdo para dejar así libre la mano derecha que suministra el remedio curativo.

Se afirma en la guía oficial de las obras de la Galería de la Academia de Florencia1 que el monumento Demidoff es una “grandiosa y compleja obra, formada por numerosas estatuas […] de difícil explicación alegórica”. La interpretación correcta de cualquier obra de arte –ya sea literaria, musical, pictórica o escultórica– debe realizarse analizando previamente las circunstancia históricas, sociales, culturales y artísticas que rodearon la existencia del autor y su actitud ante ellas.

Lorenzo Bartolini nació en Savignano di Patro en 1777 y murió en Florencia en 18502. En sus primeros años estuvo influido por el neoclasicismo reinante en Europa en el cambio de siglo. Pero, aunque siempre conservó algunos elementos neoclásicos en su obra, pronto se fue alejando de esta tendencia, de la que el máximo exponente en Italia era Canova, y se mostró partidario de la vitalidad naturalista de la realidad, que afloraba entonces con el movimiento neorrenacentista frente al idealismo académico, y que fue el punto de partida del purismo italiano1-3. A partir de ese momento, su atenta observación de la realidad queda plasmada, con una técnica magistral y delicada, en la representación de los temas que conmovían a la sociedad de su tiempo: los sentimientos y los valores éticos y civiles. En un análisis detallado de su obra, llama la atención su gusto por incluir en sus composiciones niños esculpidos siempre con delicadeza y cariño.

En 1799, recién terminada la época del terror en Francia y coincidiendo con el paso del Directorio al Consulado, se trasladó a París. Allí asistió al estudio que Jacques Louis David tenía en el palacio del Louvre y donde fue condiscípulo de Ingres, con quien trabó una amistad duradera, basada en buena medida en su afinidad estilística2. Tuvo entonces la ocasión de conocer directamente la sociedad y el arte de Francia, que en aquel momento era el centro de atención del mundo y motor del cambio histórico y trascendental que se estaba produciendo en la humanidad. Durante su estancia, pronto adquirió notoriedad como escultor. Entró en contacto con las personas más influyentes de la sociedad francesa, incluido Napoleón, gran admirador de su obra, para el que esculpió numerosos encargos, así como para sus familiares, y un bajorrelieve de la batalla de Austerlitz para la columna Vendôme.

De vuelta a Italia, gracias al apoyo del emperador y, muy especialmente, de su hermana Elisa Bonaparte3, fue nombrado profesor de escultura de la Academia de Bellas Artes de Carrara en 1807. Después, en 1839, fue también profesor en la de Florencia, adonde había vuelto en 1815 tras la caída de Napoleón2. Desde su regreso a Italia, es cada vez más evidente que su obra es el resultado de una observación meticulosa de lo natural, que aplica resueltamente a la representación con modelos reales de los temas que preocupaban a la sociedad en esa época. De forma que no es casual que los sujetos pacientes destinatarios de la acción benefactora de la magnífica escultura de la Beneficenza sean niños.

No es posible entender la historia de la Medicina, y por tanto la de la Pediatría, aislada de la historia de la humanidad. La Pediatría –“Medicina integral del periodo evolutivo de la existencia humana que transcurre desde la concepción hasta el fin de la adolescencia”4 – fue la primera rama de la Medicina que se constituyó como especialidad médica a principios del siglo XIX. Su nacimiento se vio favorecido por la existencia de una fuerte demanda social que presionaba para que se alcanzasen los conocimientos necesarios para disminuir la enorme mortalidad infantil existente.

Pero la aparición de la Pediatría no se produjo de forma repentina5. Se puede afirmar que su gestación se inició en el siglo XVIII durante la Ilustración, movimiento filosófico y social empeñado en conseguir un mundo mejor y más feliz. El momento cumbre de este acontecimiento fue el cambio de la consideración social del niño que supuso la publicación, en 1764, de Emile ou de l´éducation de Juan Jacobo Rousseau. En su obra, Rousseau parte de la afirmación de que hasta entonces “no se conocía en absoluto la infancia”, ya que el cuidado del niño no se había contemplado como el de un ser humano con unas características e idiosincrasia especiales, y los límites entre el mundo infantil y el del adulto apenas estaban definidos. Rousseau sentó así las bases para una nueva orientación del concepto de la infancia y de la educación del niño. Años después, en 1803, Johann Heinrich Pestalozzi completaría el cuadro con la publicación de su libro Acerca del medio más sencillo para educar al niño desde la cuna hasta la edad de seis años, cuyo pensamiento ha quedado condensado en la frase “el niño no es un adulto en pequeño, sino un ser en evolución”. A partir de ese momento, el niño va a dejar de ser ese adulto pequeño y pasará a ser considerado un ser humano inmaduro y dependiente y, por ello, tanto en estado de salud como de enfermedad, necesitado de atención y cuidados especiales y específicos.

Todo este trasfondo social se reflejó inmediatamente en el ámbito de la Medicina, con la aparición de médicos que progresivamente se iban especializando en el estudio, cuidado y tratamiento de los niños. Tal es el caso del que puede ser considerado el precursor de la Pediatría moderna, George Amstrong, que, entre otras numerosas aportaciones, en 1769 fundó en Londres el primer dispensario para niños pobres.

Pero la muestra más clara del empeño de la sociedad en mejorar la salud de los niños fue la aparición de los primeros hospitales pediátricos, que supusieron un impulso definitivo en el estudio y progreso de la Pediatría. El primero de ellos fue el Hôpital des Enfants Malades, fundado en 1802 en París. En el transcurso del siglo XIX se sucedieron las inauguraciones de nuevos hospitales infantiles en Berlín (1830), San Petersburgo (1834), Londres (1854) y Filadelfia (1855), y en 1878 abrió sus puertas el Hospital del Niño Jesús en Madrid. Inmediatamente, los hospitales infantiles se convirtieron en los focos del saber de la nueva especialidad y, a su sombra, el conocimiento pediátrico y la formación de nuevos pediatras se desarrollaron exponencialmente.

Francia supo aprovechar el hecho de contar con el primer hospital pediátrico del mundo durante la primera mitad del siglo. Fruto de ello fue la aparición de los que pueden ser considerados los primeros tratados de Pediatría: Traité des maladies des enfants nouveau-nés et à la mamelle, publicado en 1828 por Charles Billard y el Traité clinique et pratique des maladies des enfants de Barthez y Rilliet en 1843. Otros países, como Inglaterra, donde Charles West publicó en 1848 el excelente tratado Lectures on the Diseases of Infancy and Childhood, también procuraban avanzar en el estudio de la Pediatría5.

Coincidiendo con este panorama de desarrollo de la Pediatría y de las instituciones vinculadas a ella, en 1828 Lorenzo Bartolini aceptó el encargo de realizar el monumento Davidoff y en 1830 empezó a trabajar en él. No resulta descabellado suponer que este ambiente que se extendía por doquier, y cuyos comienzos él mismo presenció en su época de París, pudo influir de forma más o menos consciente en el escultor a la hora de decidir que en su escultura fuese la infancia la destinataria de la acción de la beneficencia. De ser así, la “explicación alegórica” de las figuras de este grupo de esculturas no es tan difícil y la composición puede ser descrita como “alegoría del nacimiento de la Pediatría”. En ella la Pediatría –rama de la Medicina que se ocupa de la salud y enfermedad de los niños– está personificada en la mujer y se encuentra representada desde las dos perspectivas con que se debe abordar su objetivo de cuidar integralmente a la infancia:

  • La Pediatría clínica, cuyo objetivo es la curación del niño enfermo, representada en la escultura mediante la atención al niño moribundo.
  • La Pediatría preventiva, o Puericultura, cuya actuación se centra en el cuidado del niño sano, proporcionándole las condiciones ideales para alcanzar su desarrollo más óptimo, simbolizada aquí por el niño sano que se acoge a la sombra protectora y segura de la Pediatría.

CONFLICTO DE INTERESES

Los autores declaran no presentar conflictos de intereses en relación con la preparación y publicación de este artículo.

BIBLIOGRAFÍA

  1. Ministerio de Cultura. Superintendencia para los Bienes Artísticos e Históricos de Florencia, Pistoia y Prato. En: Galería de la Academia. Guía oficial de todas las obras, 2.ª ed. en español. Florencia: Giunti Gruppo Editoriale; 2001. p. 78-80.
  2. Dizionario Biografico degli Italiani, Volume 6 (1964). Bartolini, Lorenzo [en línea] [consultado el 31/05/2013]. Disponible en www.treccani.it/enciclopedia/lorenzo-bartolini_(Dizionario-Biografico)/
  3. Azcue Brea L. La escultura italiana del siglo XIX y el coleccionismo privado en Madrid. I. Adamo Tadolini y Lorenzo Bartolini. Bol RABASF. 2008;106:83-129.
  4. Crespo M. Áreas específicas de la Pediatría: necesidad de su reconocimento (¿solución o problema?). An Esp Pediatr. 1998;48:116-21.
  5. Segarra Costa J. Los orígenes de la Pediatría. Barcelona: Editorial TEXT; 1994.

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