Vol. 13 - Num. 50
Revisiones
Enrique La Orden Izquierdoa, Iván Carabaño Aguadob, FJ Pelayo Garcíac
aUnidad de Gastroenterología y Nutrición. Servicio de Pediatría. Hospital Infanta Elena. Valdemoro. Madrid. España.
bSección de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica. Servicio de Pediatría. Hospital Universitario 12 de Octubre. Madrid. España.
cServicio de Pediatría. Hospital Infanta Elena. Valdemoro. Madrid. España.
Correspondencia: E La Orden. Correo electrónico: e_o_izquierdo@yahoo.es
Cómo citar este artículo: La Orden Izquierdo E, Carabaño Aguado I, Pelayo García FJ. Situación actual de la intolerancia a la lactosa en la infancia. Rev Pediatr Aten Primaria. 2011;13:271-8.
Publicado en Internet: 20-06-2011 - Número de visitas: 20173
Resumen
La lactosa es un disacárido de amplia distribución en la dieta y los productos farmacéuticos; es el azúcar de la leche de los mamíferos. Es frecuente una pérdida de la actividad lactásica intestinal con la edad, variable entre etnias y condicionada genéticamente, que puede causar su malabsorción. También puede ser secundaria a un daño mucoso intestinal y, en raras ocasiones, por déficit congénito. Malabsorción no implica necesariamente una intolerancia con significación clínica. La exclusión de la lactosa de la dieta produce mejoría clínica pero, a largo plazo, puede conllevar un defecto en la ingesta diaria recomendada de otros nutrientes como el calcio. Puede ser reintroducida en la dieta, si bien el umbral clínico de tolerancia es individual.
Palabras clave
● Intolerancia a lactosa ● MalabsorciónLa intolerancia digestiva a la lactosa es una entidad de diagnóstico frecuente en la edad pediátrica. Este término engloba de manera general distintas situaciones fisiopatológicas. La aparición de sintomatología digestiva tras su ingesta constituye la sospecha principal para su diagnóstico y la mejoría clínica tras la exclusión, parcial o total, de la lactosa de la dieta suele ser el método de confirmación más usado en la práctica diaria. Sin embargo, su incidencia real puede estar sobreestimada en este grupo etario, y su restricción dietética precoz y prolongada puede tener consecuencias a largo plazo tales como osteoporosis, entre otros.
La lactosa es un disacárido resultante de la unión de glucosa y galactosa a través de un enlace β(1->4). Es el azúcar predominante de la leche de los mamíferos y de sus derivados1. Se obtiene a partir de suero lácteo tras procesos de ultrafiltración, evaporación y cristalización en forma anhidra o hidratada. Se emplea en la elaboración de productos dietéticos, como sustituto a la sacarosa en productos horneados, y como excipiente de algunos fármacos. Entre sus funciones, además de aportar energía, facilita la absorción de calcio y el desarrollo de una microbiota intestinal grampositiva (bifidobacterias) tras su fermentación, que impide el crecimiento de gérmenes patógenos2.
La lactosa llega indemne al intestino delgado proximal, donde es degradada enzimáticamente por la lactasa en sus componentes. Ambos monosacáridos se absorben a continuación a través de transporte activo acompañado de dos moléculas de Na+ (mediado por el transportador SGLUT1 hacia el interior del enteriocito) y difunden a la sangre de forma pasiva o mediante el transportador GLUT23. La galactosa debe transformarse en glucosa mediante la galactoquinasa (su déficit origina la aparición de cataratas bilaterales) y la galactosa-1-Pi-uridiltransferasa (su déficit origina la galactosemia clásica) para poder ser utilizada4. La lactosa no absorbida es una sustancia osmóticamente activa que atrae líquido y electrolitos hacia la luz intestinal. Acaba siendo hidrolizada y fermentada por la flora colónica, produciendo gas (hidrógeno y metano) que se elimina por la respiración, y ácidos orgánicos de cadena corta, como el butirato (principal combustible del colonocito), el ácido propiónico, el acético y el láctico, que acidifican el pH colónico1.
La lactasa es una β-galactosidasa que se expresa preferentemente en el yeyuno y disminuye de manera progresiva hacia el íleon, estableciéndose este gradiente desde la semana ocho de gestación. Su actividad aumenta progresivamente, sobre todo en el tercer trimestre de gestación, siendo máxima al nacer5,6. Dietas con elevado contenido en almidón aumentan los niveles de ARN mensajero (ARNm) y la cantidad de lactasa, mientras que dietas con contenido elevado en triglicéridos de cadena larga disminuyen la expresión del gen7. Su pH óptimo de actuación es 6-8. Otros sustratos que hidroliza son la lactosiceramina, la celobiosa y la cetroliosa1. La actividad lactásica puede descender a partir de los 3-5 años de vida hasta un 5-10% de su actividad en la edad adulta. Esto ocurre por disminución de su síntesis mediada por menor expresión génica, más que por un bajo consumo de lácteos como se creía anteriormente (inducción por sustrato). La hipolactasia del adulto presenta variaciones étnicas y geográficas, y es máxima en la raza asiática (90%) y en afroamericanos (80%), y menor en hispanoamericanos (53%) y blancos no hispanos (15-25%)8. Se han planteado hipótesis que intentan explicar esta diversidad geográfica atendiendo, por ejemplo, al papel de la lactosa en la absorción de calcio en los países situados a altas latitudes o en la protección frente a la malaria por Plasmodium falciparum6,9.
El gen de la lactasa-floricina-hidrolasa se localiza en el cromosoma 2q21. En 2002, Enattah et al. identificaron el polimorfismo C/T-13910 del gen de la lactasa basado en la presencia de una citosina o una timidina en posición 13910. La variante en homocigosis C/C sería la asociada a la no persistencia de lactasa (fenotipo intolerante), mientras que la variante C/T o T/T estaría ligada a la persistencia de la actividad lactásica6. Otro polimorfismo descrito sería el G/A-22018: la homocigosis G/G (guanina/guanina) se asociaría a la no persistencia, mientras que las variantes G/A y A/A (adenina/adenina) las presentarían los fenotipos lactasa-persistentes (tabla 1). Los mecanismos responsables incluirían un descenso en la producción del ARNm, una alteración en la transcripción génica o en la traducción, o incluso una disminución del número de enterocitos fabricantes de lactasa1.
Los síntomas típicos de intolerancia a la lactosa incluyen la presencia de dolor abdominal, flatulencia, diarrea, meteorismo, náuseas y vómitos por el efecto osmótico intestinal y posterior fermentación colónica de la lactosa. En algunas ocasiones puede aparecer estreñimiento por descenso de la motilidad gastrointestinal en probable relación con la presencia de flora productora de metano. El umbral de tolerancia clínica individual dependerá, además, de la actividad lactásica, del tiempo de tránsito intestinal y de la capacidad de la flora colónica del individuo para fermentar la lactosa. Es importante realizar un adecuado diagnóstico diferencial con otras patologías que cursen de manera similar, como sobrecrecimiento bacteriano, alergia a proteínas de leche de vaca no mediada por IgE, etc. En pacientes en los que la clínica no remita tras exclusión de la lactosa de la dieta, hay que sospechar otra causa subyacente, como un síndrome del intestino irritable6.
Existen distintos métodos para valorar la persistencia de actividad lactásica intestinal:
Su tratamiento se basa en la exclusión de lactosa durante al menos cuatro semanas. Posteriormente, puede ser reintroducida en pequeñas cantidades para permitir la adaptación de la flora colónica. Los cambios en la dieta que afecten al vaciamiento gástrico (temperatura, osmolaridad de la mezcla gástrica, presencia de fibra o cereales…) puede aumentar el tiempo de permanencia de la lactosa en el intestino delgado y mejorar su hidrólisis6. La lactosa está ampliamente difundida en la industria alimentaria y farmacéutica y su exclusión estricta puede ser complicada. En la leche y derivados lácteos el contenido de lactosa varía en función del grado de fermentación y procesamiento.
También su contenido en calcio es variable. Existen fórmulas sin lactosa que están indicadas en estas situaciones10. Es importante este aspecto de cara a su posterior reintroducción en la dieta.
La exclusión dietética de la lactosa puede exacerbar el riesgo de osteoporosis en personas con factores de riesgo (no en personas sanas): mujeres, grupos étnicos seleccionados, patologías que cursen con un defecto en la absorción intestinal de calcio y vitamina D (enfermedad inflamatoria intestinal) o un aumento en la resorción ósea (tratamiento con corticoides). El efecto no sería tanto por un déficit en la absorción de calcio sino por un defecto en su ingesta y en la de otros micronutrientes como la vitamina D12,13. También puede tener efectos sobre el riesgo cardiovascular y desarrollo de pólipos colónicos adenomatosos en relación con un descenso en la producción de butirato12.
La prevalencia de sobrecrecimiento bacteriano o aumento en la flora fermentadora intestinal entre los pacientes con síntomas sugerentes de intolerancia a la lactosa es elevada, por lo que este diagnóstico diferencial debe ser considerado para evitar la instauración de una dieta empírica restrictiva14.
La evidencia disponible sugiere que los adultos y adolescentes diagnosticados de malabsorción de lactosa podrían ingerir al menos 12 g de lactosa de una vez; sin embargo, no se ha descrito la dosis mínima en niños12. El manejo incluiría el consumo regular de lácteos para mejorar la adaptación de la flora colónica facilitando la digestión de la lactosa, el consumo de lácteos con menor contenido en lactosa (fermentados o tratados enzimáticamente con β-galactosidasa) o adicionados con enzimas bacterianas capaces de digerir la lactosa13,15. El uso de fermentos lácticos (Lactobacillus casei y S. thermophilus) presentes en el yogur de manera continuada durante seis meses puede mejorar la tolerancia a la lactosa, si bien el modo de actuación no está bien clarificado1.
La intolerancia clínica a la lactosa puede estar sobrediagnosticada en la infancia. El déficit congénito es muy infrecuente, su déficit secundario suele ser transitorio y el déficit primario asociado a la edad no necesariamente es sintomático. El tratamiento consiste en una dieta baja en lactosa en los casos leves y exenta de lactosa en los casos graves. La lactosa está ampliamente difundida, tanto en productos dietéticos como farmacológicos. La posterior reintroducción progresiva y controlada de lactosa en la dieta puede ayudar a conocer el umbral clínico individual de tolerancia. El uso de fermentos lácticos y modificaciones dietéticas concomitantes pueden ayudar a mejorar este umbral. Es importante recordar suplementar el calcio en dietas exentas de lácteos durante la infancia o en presencia de factores de riesgo de osteoporosis para asegurar una adecuada mineralización ósea.
Los autores declaran no presentar conflictos de intereses en relación con la preparación y publicación de este artículo.
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