Vol. 12 - Num. 19
Talleres
M.ª Luisa Arroba Basantaa, R Dago Elorzab, Paloma Manzarbeitiac
aDepartamento de Salud Pública y Materno-Infantil. Universidad Complutense de Madrid. Pediatra. CS Pozuelo-Emisora. Pozuelo de Alarcón. Madrid. España.
bCS Castilla La Nueva. Fuenlabrada. Madrid. España.
cEstudiante de Medicina. Facultad de Medicina. Universidad Complutense de Madrid. Madrid. España.
Cómo citar este artículo: Arroba Basanta ML, Dago Elorza R, Manzarbeitia P. Entrevista clínica en Pediatría: teoría y práctica. Rev Pediatr Aten Primaria. 2010;12(Supl 19):s263-s270.
Publicado en Internet: 20-11-2010 - Número de visitas: 11687
Resumen
En la época de formación, durante la carrera de Medicina, los aspectos relativos a la comunicación humana han caído sistemáticamente en el olvido: se asume que un profesional de la salud sabe entrevistar. Esta visión, sin duda idealizada, conlleva otra fantasía: pensar que sea cual sea el tipo de pregunta o la forma de dialogar con el niño y las familias se obtienen resultados similares. La entrevista clínica (EC) es considerada por algunos como un medio para obtener datos significativos, negando las emociones y los sentimientos que encierra toda relación humana. Sin negar el papel instrumental de la EC, entrevistamos, en efecto, para conseguir algo, aunque este “algo” sea a veces simplemente una comunicación. La entrevista en sí misma debe ser objeto de investigación científica y solo entonces seremos capaces de aplicar estrategias de aprendizaje capaces de mejorar nuestro perfil.
Palabras clave
● Entrevista clínica ● Escucha activa ● Habilidades de comunicaciónAl médico especialista en Pediatría se le suponen algunas características personales: que le “gusten” los niños, que sepa tratarlos y comunicarse bien con ellos, que comprenda a los padres y a los abuelos, y sobrelleve con satisfacción su relación con ellos. En ocasiones, también debe saber relacionarse y compartir información con familias “diferentes”, ya sea por su estructura o por su procedencia sociocultural. Cuando terminamos la especialidad, nos enfrentamos a la realidad: muy pocos pediatras han tenido la oportunidad de recibir un aprendizaje reglado en comunicación. Todos tenemos diferentes estilos de entender la relación clínica e intentamos hacerlo lo mejor posible dentro de nuestra realidad asistencial. Pero la escasez de formación en habilidades de comunicación puede favorecer que los pediatras perdamos con el tiempo las ganas de “buen hacer” que teníamos al inicio del ejercicio profesional. Es inevitable que los clínicos encuentren, a lo largo de su vida profesional, problemas de los pacientes y/o sus familias frente a los que no sepan qué hacer. El entrenamiento para afrontar esas situaciones forma parte del aprendizaje de las técnicas de comunicación1-3.
Se asume que un pediatra sabe entrevistar. Esta visión idealizada conlleva otra fantasía: pensar que sea cual sea el tipo de pregunta o la forma de dialogar con los niños y las familias se obtienen resultados similares.
Hay cuestiones que todos los pediatras nos hemos planteado alguna vez: ¿podemos mejorar la relación con los niños y sus familias?, ¿sabemos comunicarnos con nuestros pacientes?, ¿qué características tenemos como entrevistadores?, ¿por qué, si hemos establecido un diagnóstico de viriasis, la madre sale de la consulta y dice por el móvil al marido o la abuela: “Me han dicho que no tiene nada”? Creo que a todos nos ha pasado que, al intentar crear un ambiente de confianza con los niños y sus padres, hemos tropezado con situaciones de confusión de límites (¿tuteo con falta de respeto, adjetivos como “chata” o “nena”?). Cuando hemos sido pacientes, ¿sabíamos quién se dirigía a nosotros y su nombre?, ¿cómo nos sentimos?
Muchos tratamientos se administran mal o no se cumplen adecuadamente. Cuando tratamos de instaurar o modificar hábitos, ¿las personas cambian sus comportamientos solo porque les digamos que deben hacerlo?
El conocimiento de las habilidades de comunicación facilita una conducta sistematizada que previene o ayuda a resolver estos conflictos. Una relación clínica de calidad mejora la eficacia en la detección y resolución de problemas clínicos, la satisfacción con la atención recibida, y la adherencia al tratamiento4-6.
La comunicación es un proceso interpersonal complejo de importancia primordial en la asistencia sanitaria. Los médicos, en la práctica diaria, mantenemos relación con un gran número de personas (pacientes y sus familias, otros miembros del equipo de trabajo, distintos colegas y otros profesionales de la salud), con las que necesitamos comunicarnos de una manera eficaz. La comunicación profesional tiene lugar en diferentes ámbitos, pero el intercambio más frecuente y característico se produce en la consulta, y es allí donde vamos a situar los conceptos, actitudes y técnicas, que expondremos en las siguientes líneas.
Para realizar una consulta realmente eficaz, hemos de ser capaces de integrar cuatro aspectos que, en conjunto, determinan la competencia profesional1,7-10: los “conocimientos médicos”, las habilidades de comunicación, la habilidad para tomar decisiones y el manejo de las técnicas de exploración.
Estos cuatro componentes de la competencia clínica están intrincados entre sí y todos ellos son necesarios para la buena práctica de la Medicina. No es suficiente, por ejemplo, poseer grandes conocimientos médicos, si tenemos dificultades de comunicación que impiden descubrir el motivo de consulta, o que el paciente entienda el plan terapéutico, o que salga de la consulta sin intención de ponerlo e práctica. Todo el saber médico se trasmite cara a cara con los pacientes y aquí es igual de importante lo que se dice que el cómo se dice. Las palabras que elegimos, el tono de voz que empleamos y los gestos con que las acompañamos trasmiten al enfermo tanta o más información que las propias palabras.
Habitualmente, los pediatras pensamos en la calidad técnica de nuestra tarea (medicina basada en pruebas, protocolos…), y es evidente que esto es importante y constituye una condición sine qua non de nuestro trabajo pero, en general, esta calidad se nos supone y es difícil de ser evaluada por el usuario, a no ser que sea muy deficiente.
Los pacientes valoran fundamentalmente:
Los objetivos de la EC en la atención pediátrica son1,15-17: conocer el motivo por el que el paciente acude, prescribir un tratamiento o recomendar una pauta de conducta, y establecer una relación asistencial satisfactoria para el pediatra, el paciente y sus familiares.
Existen diferentes tipos de entrevista según los objetivos, el método, el receptor de los cuidados de salud o el canal de comunicación. Según el método de entrevistar, tenemos la entrevista libre, con libertad total del entrevistado para escoger los contenidos a explicar; la dirigida o estructurada, en la que los contenidos están totalmente predeterminados por el sanitario; y la semidirigida o semiestructurada, cuyos contenidos están parcialmente determinados por el sanitario, con espacio libre para la narración del paciente. Es un modelo de EC sencillo y práctico para nuestra realidad diaria y aporta técnicas útiles para llevar a cabo una comunicación eficaz con el paciente y su familia1,2,10.
Los pediatras siempre hemos de tener presente la perspectiva del desarrollo porque la capacidad de comunicación de los niños y su comprensión de las enfermedades cambian con la edad. También tiene relevancia la persona que acude como acompañante del paciente de forma habitual (padres, abuelos, cuidadores múltiples, canguros, vecinas, o los “niños de la llave”, que se hacen cargo de sus hermanos menores, etc.)3,7,15,16.
La EC semiestructurada (ECS) estructura y ordena, sin rigidez, lo que hacemos todos los días, e incorpora a nuestro quehacer técnicas que nos facilitan el trabajo. A continuación nos vamos a situar en el trabajo diario de un pediatra asistencial, que se enfrenta a un número variable de EC, con diferentes motivos y demandas de salud, también procedentes de pacientes distintos, que nos pueden producir impactos emocionalmente negativos, y todo ello en un tiempo escaso la mayor parte de las veces.
Proponemos un método de trabajo, llamado ECS, que tiene como fin facilitar nuestra practica clínica diaria. Consiste en una secuencia de tareas y habilidades, verbales y no verbales, que siguen un orden lógico y nos permiten abordar satisfactoriamente la mayoría de nuestras consultas.
Vamos a dividir la EC en cuatro etapas, en las que logramos los fines de toda entrevista1,2,4,16,18,19:
Partimos del hecho de que todos tenemos ya una forma de entrevistar. Los años de práctica profesional sedimentan un conjunto de conductas y, por ello, esta presentación no puede ser esencialmente teórica.
Pretendemos ofrecer al participante un acercamiento a nuevas formas de actuar en el contexto de la EC y a que haga aportaciones desde su propia experiencia. Pero, puesto que comunicar es más un acto eminentemente práctico que teórico, podremos ver unos vídeos con algunos de los casos más habituales en Pediatría.
Las autoras declaran no presentar conflictos de intereses en relación con la preparación y publicación de este artículo.
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