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Vol. 15 - Num. 60

A la Pediatría desde el Arte

La cuna. Berthe Morisot, 1872 Visita a la abuela. Louis Le Nain, 1640

Iván Carabaño Aguadoa

aSección de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica. Servicio de Pediatría. Hospital Universitario 12 de Octubre. Madrid. España.

Correspondencia: I Carabaño. Correo electrónico: carabano1975@hotmail.com

Cómo citar este artículo: Carabaño Aguado I. La cuna. Berthe Morisot, 1872 Visita a la abuela. Louis Le Nain, 1640. Rev Pediatr Aten Primaria. 2013;15:397-8.

Publicado en Internet: 21-11-2013 - Número de visitas: 13423

La cuna, 1872. Berthe Morisot (1841-1895). Museo de Orsay. París. Francia.

La cuna, 1872. Berthe Morisot (1841-1895). Museo de Orsay. París. Francia.

La cuna. Berthe Morisot, 1872

Dice la copla: “A las madres que velan, Dios las asiste. Y a los niños que duermen, Dios los bendice”.

Pobres mamás. Fíjense en esta, que acompaña el sueño de su hija con un pie entre nosotros y el otro en el reino de Morfeo. Aun así, es capaz de reunir la fuerza y la delicadeza suficientes como para cerrar la mosquitera de la cuna de la niña.

Lo apagado del color, la fluidez de los trazos, el estatismo de ambas figuras: todo invita al sosiego, a la calma, al silencio, al sueño. Si bien este cuadro goza de una excelente salud estética, no encontró comprador hasta el año 1930, momento en el cual fue adquirido por el Museo del Louvre. De allí pasó al Museo de Orsay, tras la apertura de este.

La Historia, que a veces hace justicia, lo ha elevado a la cumbre representativa del sueño infantil, por encima de otros ejemplos como Jean Monet en su cuna, de Claude Monet.

Visita a la abuela, 1640. Louis Le Nain (1601-1648). Museo del Hermitage. San Petersburgo. Rusia.

Visita a la abuela, 1640. Louis Le Nain (1601-1648). Museo del Hermitage. San Petersburgo. Rusia.

Visita a la abuela. Louis Le Nain, 1640

De algún modo, el hecho de tener abuela implica seguir siendo un niño. Y es que las abuelas son personajes centrales y vertebradores de esa institución, en ocasiones cándida, pero a veces cruel, que es la familia.

Observen la dignidad mayestática de esta abuela del siglo XVII, y que tuvo a bien sustituir, gracias a los pinceles de Le Nain, a los habituales de la época: seres mitológicos, cortesanos, monarcas. Como aquellos, con majestad de reina, fascinante como una diosa (no se pierdan la cara de la niña sentada junto al perro), irradia un misterio especial. ¿Quién echa en falta la corona, las túnicas de lujo y las piedras preciosas?

Conciliadora de extremos (el gato y el perro; el silencio y la música), la abuela representada por el francés, elegante en su pobreza, sirvió de ejemplo canónico para generaciones pictóricas venideras, como la escuela realista de Millet y Courbet.

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