Vol. 12 - Num. 46
A la Pediatría desde el Arte
aServicio de Pediatría. Hospital General Universitario de Alicante. Departamento de Pediatría. Universidad Miguel Hernández. ISABIAL-Instituto de Investigación Sanitaria y Biomédica de Alicante. Alicante. España.
Correspondencia: J González. Correo electrónico: javier.gonzalezdedios@gmail.com
Cómo citar este artículo: González de Dios J. Cine y Pediatría (I): una oportunidad para la docencia y la humanización en nuestra práctica clínica. Rev Pediatr Aten Primaria. 2010;12:299-313.
Publicado en Internet: 30-06-2010 - Número de visitas: 17046
Resumen
Sin resumen asociado
“Erase una vez, un elegante bulevar de la ciudad de París…”. Así podemos empezar una de las fábulas más maravillosas: el nacimiento del cine. El fenómeno cinematográfico, tal como lo conocemos, nació con la exhibición comercial el 28 de diciembre de 1895 en París, en el Grand Café del Boulevard des Capucines. Allí los inventores Louis y Auguste Lumiére proyectaron varios documentales. La primera película oficial fue La sortie de l´usine Lumiére a Lyon. Pero en aquella primera sesión se proyectaron varios documentales más, entre ellos Llegada de un tren, Estanque de las Tullerías, La partida de cartas o El desayuno del bebé… Desde sus inicios se confirma que la infancia se convierte en un motivo de inspiración para el cinematógrafo, manifestación artística basada en el movimiento de las imágenes (sus raíces griegas lo avalan: kiné y grafos).
La infancia ha sido, es y será motivo de inspiración y reflexión en el arte, en cualquiera de sus manifestaciones, bien sea el cine (denominado “séptimo arte”), como en cualquiera de las previas seis Bellas Artes consideradas del mundo clásico: arquitectura, escultura, pintura, música (incluye el teatro), declamación (incluye la poesía) y danza. Niños y adolescentes comparten la aventura e historia del cine, bien en papeles principales o de reparto, como núcleo o como excusa argumental, en la salud y en la enfermedad.
La visión que el cine proporciona a la infancia (con el niño o adolescente como protagonista), a las enfermedades pediátricas y/o a la realidad vista a través de la inocencia de la mirada de un niño contiene elementos culturales y docentes asociados al entretenimiento. Porque el “séptimo arte”, al igual que los seis anteriores, componen un mosaico de posibilidades que los educadores utilizan para ayudar a una formación médica más completa. Literatura y teatro1,2, poesía3, ópera4 y cine5-11 se convierten en un recurso útil en el universo de la educación médica.
El cine, con su imagen y sonido, es un despertador de emociones dentro de la “cultura del espectáculo”. El cine es posiblemente la manifestación artística más completa a la hora de plasmar una enfermedad (se ve, se oye y se siente). En los últimos años la docencia está siendo sacudida por una imperiosa necesidad de adaptación y evolución. En este sentido, las técnicas audiovisuales (entre ellas, y principalmente, el cine en sus distintos formatos), con su incomparable capacidad de representación, constituyen uno de los métodos más poderosos de difusión de conocimientos, de desarrollo de aptitudes y de creación de actitudes12.
Los profesionales de la salud han comenzado a investigar qué pacientes y enfermedades trata el cine y cómo las trata, pero sobre todo ha servido como foro de aprendizaje. Pues el cine (y también el vídeo y la televisión) es un medio de gran impacto para informar, divulgar mensajes y formar a la población. La utilización del cine como recurso educativo en estos tiempos dominados por la imagen, es una posibilidad efectiva. Si a esto se suma el hecho de que la enfermedad ha sido siempre un referente permanente de los cineastas, con muchas películas que pueden servir de base educativa, el cine se convierte en un método ideal para mostrar una mirada holística de la salud y la enfermedad. Además, los cineastas nunca se han ocupado de enfermedades, sino siempre de enfermos, de su vida, de su lucha por sobrevivir, de sus circunstancias personales y con una mirada humanitaria e integral, que los médicos podemos utilizar para una labor educativa13.
La educación encuentra en la estética –artes y humanidades– un aliado imprescindible. Educar desde la estética no es querer anclar en la emoción y en la sensibilidad todo el cuerpo de conceptos necesarios para construir los valores de la persona. Lo que se pretende es provocar la reflexión, condición imprescindible para cualquier intento de construcción de la personalidad.
El objetivo de este artículo es fomentar un espacio de reflexión sobre las posibilidades que el cine permite para la docencia y humanización en medicina, en general, y en la Pediatría, en particular.
En sus albores y por un tiempo, el cine fue considerado una atracción menor, incluso un número de feria. Una figura fascinante cambió este concepto: George Méliès desarrolló los efectos especiales para simular experiencias mágicas. Este hecho y el nacimiento en la primera década del siglo XX de múltiples pequeños estudios cinematográficos, tanto en Estados Unidos como en Europa, cambiaron el ritmo (ya imparable) del cine en nuestra sociedad y en nuestra vida.
Uno de estos estudios se convirtió en La Meca del cine: Hollywood, un pequeño poblado en las proximidades de Los Ángeles. La mayor parte de los estudios fundados en aquella temprana época (Fox, Universal, Paramount, Metro-Goldwyn-Mayer) miraban al cine más como un negocio que como un arte, controlando la producción fílmica, la distribución y su cartera de directores y actores (lo que marcó la aparición del star-system). Era el dominio de los magnates, nombres emblemáticos como Darryl F. Zanuck, Samuel Bronston y Samuel Goldwyn. Sólo Charles Chaplin, Douglas Fairbanks y Mary Pickford se rebelaron contra esto, intentando concebir el cine más como un arte, y lo intentaron por medio de su estudio: United Artists.
La convivencia en el cine de arte e industria fue, es y será siempre una constante. Pero el desarrollo del discurso fílmico cinematográfico siguió sus pasos, precedido por los antecedentes comentados del discurso de los Lumiére (más documentalista) o del discurso de Méliès (más carnavalesco). Para entender esta evolución, no podemos dejar de enumerar tres elementos que podemos considerar clave en ese desarrollo inicial del nuevo lenguaje cinematográfico:
Así pues, y desde sus orígenes, el cine ha evolucionado por medio de sucesivas corrientes cinematográficas, corrientes no ajenas a la evolución de otras manifestaciones artísticas o literarias. Paradigmas fílmicos que se yuxtaponen o contraponen y que se iniciaron con las llamadas vanguardias históricas a principios del siglo XX, que se destacaban por la renovación radical en la forma y el contenido, explorando la relación entre arte y vida. En el cine se diferencian tres etapas en el movimiento vanguardista (impresionismo, expresionismo y surrealismo), pues otros movimientos de vanguardia (fauvismo, cubismo, futurismo, dadaísmo, etc.) no tuvieron reflejo en la pantalla. A partir de este momento, otras corrientes cinematográficas fueron apareciendo con el tiempo y dejando su impronta:
Las corrientes cinematográficas se solapan con los géneros. Géneros cinematográficos que se clasifican según los elementos comunes de las películas que abarquen y, sobre todo, por el sentimiento que busquen provocar en el espectador. En un intento de clasificación, de los múltiples géneros que han ido apareciendo, podemos diferenciarlos por su estilo (acción, animación, aventura, comedia, documental, drama, épico, fantasía, misterio, negro, romántico, suspense, terror, etc.) o por su ambientación (bélico, ciencia ficción, deportivo, fantástico, gore, histórico, independiente, musical, negro, oeste, policíaco, etc).
No existe un género de cine dedicado a la medicina. Pero la medicina sí es un tema recurrente en el cine, enfocado desde múltiples puntos de vista, y visible en todas las corrientes y géneros enumerados. Y distintos autores han publicado comentarios respecto a esta asociación. Hay recursos que vienen compartiendo este doble interés, en busca de la conexión entre el cine y la medicina y en sus diversas facetas: información, formación, docencia, etc. En España queremos destacar algunos recursos que vienen compartiendo este doble interés entre cine y medicina:
El valor añadido de estos recursos es señalar la potencial utilidad del cine en la docencia y formación humanística y ética del médico. Una afición que puede ser más que un entretenimiento, pues el cine puede transmitir conocimientos, vivencias, experiencias… y despertar sentimientos en el espectador, quien a su vez interpreta la narración desde sus experiencias previas, al tiempo que se siente afectado por ella y la incorpora a su vida como una experiencia más propia14.
La formación humanística y ética del médico, en general, y del pediatra, en particular, es una necesidad indiscutible. Pero los estudiantes y los jóvenes médicos (y los no tan jóvenes) presentan una curiosa convivencia entre abundantes conocimientos técnicos y escasa formación humanística. En la mayoría de las facultades de medicina los estudiantes han sido formados en enfermedades, no en enfermos. No parece que el examen MIR y la formación MIR contribuyan a mejorar sustancialmente este aspecto. Aún hoy no es infrecuente que algunos médicos no contemplen a sus pacientes como una persona (con sentimientos, con familia, con proyecto de vida particular), sino más bien como un conjunto de órganos y patologías15.
La educación de la afectividad a través del cine es un método utilizado hace más de 9 años por la Sociedad Brasileña de Medicina de Familia (Sobramfa), que viene desarrollando “una enseñanza médica de cine”, es decir, una metodología cinematográfica para ayudar a los médicos y a los estudiantes de medicina en el entendimiento más íntimo del ser humano gracias al visionado de pequeños vídeos –de menos de dos minutos– con un alto contenido emocional, ya sea por la actitud de los intérpretes, por las frases que dicen, o por las acciones que se presentan. La metodología educativa utilizada incluye: proyección de escenas breves, acompañada de los comentarios del profesor-facilitador y el debate conjunto en formato taller durante 20-30 minutos (con discusión abierta e informal para intercambio de opiniones, reflexiones o emociones que la proyección les ha sugerido)16. Nos adentra en un campo de gran interés: el cine como herramienta en la enseñanza de la medicina, especialmente para conocer la condición humana y mejorar la relación médico-paciente. Es necesario potenciar una educación sentimental, educar los sentimientos, educar la afectividad.
Se trata de establecer un punto de partida desde la que se pueda despegar para un aprendizaje más profundo. Es evidente que este proceso requiere tacto, habilidad y promover un aprendizaje que respete el ritmo de la emotividad. La cultura de la emoción está intrínsecamente unida a otro elemento integrante del universo del estudiante: la imagen o la “cultura del espectáculo”. Con la imagen todo es directo, rápido, como un atajo que despierta la emoción17. El cine provoca emociones y, sobre todo, ofrece la posibilidad de contemplarlas y compartirlas en discusión abierta, abriendo caminos para una verdadera reconstrucción afectiva. La convivencia virtual del cine amplía las oportunidades y experiencias, provoca otras vivencias desde la pantalla. A través de las narraciones (reales o ficticias) se reflejan en las películas sus propios conflictos y, a través de estas vivencias virtuales, se provoca una actitud reflexiva que fácilmente se guarda en el ámbito de la memoria afectiva.
Se ha confirmado por la experiencia que el cine es un recurso educativo de alto impacto, si bien requiere cautela y conocimiento para su buen uso. Se precisa buena preparación, con objetivos concretos, experiencia en el manejo de grupos de discusión y habilidades técnicas al emplear los medios audiovisuales. Desde la experiencia de los hermanos García Sánchez, del Departamento de Medicina Preventiva, Salud Pública y Microbiología Médica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Salamanca, y desde la creación de la Revista de Medicina y Cine, se han prodigado las experiencias docentes utilizando como herramienta el cine. Desde distintas universidades han publicado sus experiencias: Universidad Pompeu Fabra15,18,19, Santiago de Compostela20, Buenos Aires13,14 o Salamanca12,21. El diseño docente propuesto por la Universidad de Salamanca se expone en la tabla 1.
Cada lector tendrá en su mente alguna película que bien pudiera incluirse en este apartado. Películas que marcan y que no se olvidan. Películas con interesantes mensajes hacia los profesionales sanitarios. Expongo una breve relación de 5 películas de aconsejable visionado, propicias para iniciarse en las potencialidades docentes orientadas a mejorar la humanización y la relación médico-paciente.
No sólo el cine panorámico es una oportunidad para mejorar la enseñanza y la humanización en medicina, también las series de televisión sobre temas médicos: Anatomía de Grey, Urgencias, Hospital Central, Scrubs… hasta House (porque también de los errores se aprende…). Cualquier iniciativa artística aplicada a la humanización de la medicina debe ser bienvenida.
Tampoco hacemos referencia a ninguna película directamente relacionada con la pediatría. A ellas dedicaremos un mayor recorrido en la parte II de este artículo sobre cine y pediatría.
González de Dios J. Cine y Pediatría (II): infancia y adolescencia en las pantallas de cine de todo el mundo. Rev Pediatr Aten Primaria. 2010;12:e21-e46.
El autor declara no presentar conflicto de intereses en relación con la preparación y publicación de este artículo.
Comentarios
Este artículo aún no tiene comentarios.