Vol. 17 - Num. 24
Mesa redonda
aPediatra. CS de Camas. Sevilla. España.
Cómo citar este artículo: Martínez Rubio A. Leche de vaca. Consumo en la infancia: controversias y evidencias. Rev Pediatr Aten Primaria. 2015;(24):25-9.
Publicado en Internet: 11-06-2015 - Número de visitas: 10337
La alimentación humana está rodeada de normas, ritos y costumbres que obedecen a creencias muy diversas. Las costumbres alimentarias se impregnan de simbolismos y significados culturales que cambian con el tiempo.
Las personas deciden sus opciones alimentarias por diversas razones: el modelo familiar, las ideas imperantes en su entorno, las creencias sobre salud, los conocimientos científicos, las normas religiosas, etc. Y en las últimas décadas se ha sumado además la presión de la industria y la publicidad a través de todos los medios de comunicación1. Estos, además, han contribuido a difundir tanto conocimientos científicos como modas y opiniones, y el gran público no siempre tiene la capacidad de distinguir los primeros de las segundas.
El escenario de la ciencia es por sí mismo cambiante. De forma continua se descubren pruebas a favor o en contra de ideas que parecían sólidas. Las investigaciones no cesan. Y en el terreno de la alimentación son especialmente difíciles porque, excepto en la etapa de lactancia exclusiva, se suelen ingerir varios alimentos en un mismo día y también en una misma comida. Esto hace difícil atribuir un determinado síntoma a un alimento concreto. Además los hábitos de alimentación pueden ser muy diferentes entre personas, familias, regiones o culturas. Puede haber factores individuales que modifiquen el impacto de los alimentos en la salud (personas tolerantes o intolerantes, con alergias, con vías metabólicas más eficientes o deficitarias...) y en cualquier caso, los resultados en salud suelen ser detectados a bastante largo plazo y sin una certidumbre clara sobre la fuerza de la causalidad.
Un último sesgo cabe señalar en este escenario: las fuentes de financiación de las investigaciones no siempre son neutrales. Como señalaban desde la Universidad de Harvad2, en la elaboración de la famosa pirámide nutricional americana influyeron de forma notable los consorcios de empresas productoras de alimentos, dentro de las cuales las dedicadas a los lácteos tienen un enorme poder.
Como ya se ha señalado, la leche de vaca forma parte de la alimentación humana, de forma tradicional. Y en la etapa infantil ha llegado a considerarse esencial. Pero esto solo es cierto en las personas de raza caucásica. Hay que tener en cuenta que en otras latitudes, como el continente americano, no existía ese animal. Y que en Asia y África se tomaban otros tipos de leche, pero en general, fermentadas. Eso explica que el grado de tolerancia a la leche de vaca varíe mucho entre razas3. De modo que no podemos considerar que las recomendaciones en un entorno concreto siempre son extrapolables a otro diferente.
Algunas publicaciones médicas señalan la preocupación acerca de que ha disminuido el consumo de leche por parte de los niños y niñas españoles. Así lo confirma el Panel de Consumo Alimentario4, que demuestra como desde el año 2000 al 2008 en los hogares españoles el consumo de leche en su forma líquida había pasado de 4026 millones de litros a 3528 (Tabla 1). O sea, un 12,36% menos. Sin embargo, no cuentan que en cambio ha aumentado el consumo de otras formas de tomar leche: lácteos fermentados (un 27,76%), batidos (un 29%), quesos (un 16,36%), yogures batidos (un 28,20%) y otros (14,83%). Esto quiere decir que, en realidad, el consumo total de leche ha aumentado muy notablemente. Y eso mismo ha confirmado el estudio ALSALMA. A ciertas edades los niños ingieren más de cuatro raciones de lácteos al día, aumentando mucho la proporción de proteínas5.
También se constata en la consulta diaria al realizar las encuestas dietéticas (con todos los sesgos que estas pueden tener). Suelen declarar un alto consumo de lácteo la mayoría de los niños que consultan por exceso de peso, estreñimiento, inapetencia o hábitos “peculiares” de alimentación.
Los riesgos potenciales del consumo excesivo de leche y derivados pueden tener relación con uno o varios de los siguientes hechos:
Cuando se empezaron a establecer las recomendaciones de los determinados grupos de alimentos, se intentaba asegurar que toda la población alcanzara un crecimiento óptimo, pero se ponía el énfasis en los valores máximos (cualquier valor fisiológico humano se mueve dentro de un rango de normalidad). Esto hizo que las recomendaciones de ingesta diaria de energía y, sobre todo de proteínas, se hayan calculado tradicionalmente por lo alto. A la leche se le atribuía un papel relevante en la mejora del crecimiento y hubo publicaciones que observaban una relación lineal entre el consumo de leche y los niveles séricos del factor de crecimiento similar a la insulina, tipo 1 (IGF-1)7.
Se había observado que, sobre los cuatro meses de vida, los bebés amamantados “bajaban” de percentil con respecto de las curvas de crecimiento previamente existentes. Teniendo en cuenta que desde el punto de vista evolutivo, el patrón debería ser el crecimiento de los bebés alimentados con lactancia materna (LM), la Organización Mundial de la Salud (OMS) comenzó a desarrollar unos estándares de crecimiento, en un estudio multicéntrico, con un gran número de bebés de distintas razas, controlando al mismo tiempo que la madre no fumase, estuviera sana y tuviera una alimentación suficiente. También se fue registrando la adquisición de determinados hitos del neurodesarrollo8.
Las curvas de peso obtenidas fueron algo diferentes de las que estaban en uso, realizadas en etapas en que predominaba la alimentación con fórmula artificial. Esto hizo pensar que quizá la composición de las fórmulas estaba influyendo en la composición corporal que favorecía una mayor ganancia de peso, pues parece que un mayor consumo de proteínas en los primeros años de vida se asocia a aumento de la adiposidad. Claro que no puede atribuirse solamente a las proteínas contenidas en la leche, pero estas suponen una proporción importante en algunas etapas de la vida5. En este estudio, la mayor ingesta de proteínas e hidratos de carbono se relaciona con un índice de masa corporal (IMC) significativamente mayor.
La nutrición en etapas tempranas de la infancia puede influir en los resultados posteriores de salud, incluyendo el sobrepeso a través de una especie de "programación" del metabolismo. Las revisiones sistemáticas sugieren que la lactancia materna se asocia con una reducción modesta en el riesgo de sobrepeso y obesidad más adelante. Como ya se ha comentado, los lactantes alimentados con LM son más delgados que los que toman fórmulas artificiales. Esto puede obedecer a mecanismos hormonales o conductuales. Parece que un exceso de proteínas programa negativamente los principales componentes del síndrome metabólico en el niño (IMC, presión arterial y lípidos sanguíneos), promoviendo la aceleración del crecimiento, mientras que un crecimiento más lento protege de la enfermedad cardiovascular. Esto se comprobó en los bebés con retraso de crecimiento intrauterino que hacían un crecimiento rápido (catch-up)9.
Una alta ingesta de proteína tiene efectos endocrinos, tales como mayores niveles de insulina y de IGF-1. Por estas razones en la actualidad se han modificado las recomendaciones acerca del contenido proteico de las formulas infantiles y también las relacionadas con la alimentación en otras edades, en las que se hace hincapié en la importancia de los hidrocarbonos complejos de las verduras, legumbres y cereales integrales (celulosas y almidones).
Partiendo del hecho de que se desconoce la etiología del cólico del lactante y que es posible que sea el resultado de varios factores contribuyentes, las causas propuestas tienen en cuenta la edad de inicio, la tendencia a aparición en un periodo del día concreto y a desaparecer de forma espontánea, e incluyen factores gastrointestinales, biológicos y psicosociales10.
Algunos estudios han atribuido el llanto a una intolerancia a la lactosa, puesto que la leche humana tiene alta concentración en lactosa. Sin embargo, los ensayos aleatorios de tratamiento lactasa para el cólico infantil muestran resultados contradictorios10.
Otra teoría propone que el cólico se correlaciona con la absorción incompleta de los carbohidratos en el intestino delgado por su inmadurez, y al llegar al intestino grueso, las bacterias colónicas los fermentan. No ha podido ser comprobado. Como tampoco que el intestino de los bebés tenga hipermotilidad por un supuesto desequilibrio vegetativo10.
Por el momento, entre las explicaciones más plausibles, al menos para un subgrupo de niños con cólico, puede ser la alergia a la caseína o al suero de la leche. Las revisiones sistemáticas de ensayos aleatorios pequeños con limitaciones metodológicas (por ejemplo, cegamiento inadecuado) sugieren que el uso de fórmulas hidrolizadas o una dieta hipoalergénica en las madres que amamantan pueden reducir el tiempo de llanto en los bebés con cólico10.
Las últimas publicaciones sugieren que puede tratarse de una forma precoz de jaqueca. Y también parece haber una mayor asociación de los cuadros de cólico con el consumo de tabaco por la madre tanto en la gestación como posteriormente10.
Esta hipótesis ha cobrado fuerza en la última década, si bien no se ha conseguido demostrar científicamente que sea cierto ni tampoco que no lo sea. En un estudio citado por Dalmau7, los sujetos que creían en esta teoría tuvieron más síntomas, independientemente de que tomasen leche de vaca o de soja.
Uno de los problemas es cómo medir el moco. Cómo se puede cuantificar cuánto es “mucho moco” o “más moco” que qué o que cuándo. Ante un resfriado o un cuadro alérgico, unas personas producen más moco que otras, o la tos es de más fácil control o por el contrario, la tos o carraspera son más constantes.
Se ha comprobado en estudios experimentales que la α-lactoalbúmina bovina estimula la producción de moco en la mucosa gástrica, lo que explicaría su efecto gastroprotector7. Pero ese moco, ¿cómo puede pasar a las vías respiratorias?
Un dato observacional propio, no analizado, es que los bebés que toman formula artificial ingieren mayores volúmenes por toma que los que son amamantados y con frecuencia consultan por cuadros de tos de forma muy temprana, independientemente de la estación del año. Y la autora tiene la sospecha de que se producen pequeñas regurgitaciones que, al ser de de pH ácido, aparte de producir tos, provocan que la mucosas orofaríngea reaccione generando mucosidad para protegerse de esa agresión.
Los autores declaran no presentar conflictos de intereses en relación con la preparación y publicación de este artículo.
ABREVIATURAS: IGF-1: factor de crecimiento similar a la insulina, tipo 1; IMC: índice de masa corporal; LM: lactancia materna; OMS: Organización Mundial de la Salud.
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